Del 7 al 15 de marzo de 2016 // Nubes, niebla, lluvia, sol y sombra // 30º y mucha humedad

Reconócelo, hasta hace bien poco, ni siquiera sabías que “ese tal Mauricio” se encontraba cerca de Madagascar. Habías oído hablar de “él”, pero no te lo habían presentado. Tu ignorancia una vez más, era grande. Fuera de lo normal.

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De alguna manera, ese “no saber” es algo que ya no te preocupa tanto. No te acompleja. Siempre habías pensado que todo el mundo sabía cosas sobre España, sobre sus costumbres, sus paisajes, su comida… pero te has ido dando cuenta de que no es así. En muchos países en los que has estado la gente tampoco sabe ubicar en el mapa “tu centro del mundo”. Estáis empatados. En esas reveladoras conversaciones que (de alguna manera) te duelen un poco mientras al mismo tiempo te colocan “en tu sitio”… solo el fútbol, los sanfermines y la Tomatina (para tu sorpresa), han sido capaces de cruzar fronteras. Nada más. Asúmelo de una vez: tu país no es más especial que otros (al menos, para los demás).

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Y así estás, volando a todo volar para conocer por fin “a Mauricio” en una escapada de siete días con sus seis noches. Buscando formas en las nubes y pensando en cosas que supones pero que en realidad, desconoces del todo.

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Según “ese master que todos tenemos” en especialista de catálogos de agencia de viajes, presupones que Mauricio es como muy de playa. Te imaginas una especie de paraíso con la arena y las palmeras por bandera. Te imaginas un atolón “troceado en varias islas” de apenas dos metros de altura máxima al más puro estilo de Maldivas (única referencia supuestamente parecida que conoces hasta la fecha).

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Te imaginas kilos y kilos de sal maldon bañándose en limpísimas aguas color turquesa bajo un constante e insistente sol por contrato. Te imaginas todo eso y más… mientras tu no-melena es mecida imaginariamente por la suave y refrescante brisa que dejan pasar todas y cada una de las palmeras perfectamente colocadas para esa exótica foto que es imposible que hagas mal.

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Resulta que las primeras impresiones sobre Mauricio son, como era de esperar, diferentes a lo esperado. Si Mauricio se tratara de un señor, estaríamos hablando de un tipo complejo. Dueño de una dualidad desconocida. Que vive sumido en un fuerte “entorno bipolar”: cálido la mayoría del tiempo pero volviéndose muy frío sin motivo aparente. A Mauricio le ha tocado pasar por la vida encasillado en un papel de espíritu superficial a pesar de tener muchos e interesantes secretos ocultos que pocos llegan a intuir. Le gusta la cocina casera y bien especiada. Elaborada. Manoseada. Mauricio, más que guapo… es un tío atractivo e interesante. De ojos azules y tez dorada, no le gusta vestir de negro. Prefiere el turquesa, el verde oscuro y el granate aunque siempre siempre y pase lo que pase, le verás con una flor tropical en la solapa y una sonrisa amable, exótica y bastante misteriosa. Le gusta la música y vivir tranquilo. Ajeno a los problemas ajenos. Lejanos. Vanos.

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Sin embargo, describiendo Mauricio (del aeropuerto al hotel) de forma simplificada y mucho menos redicha, podrías decir que se trata de un lugar muy verde y con bastante montaña; podrías añadir que para ser una isla tan pequeña (60 kilómetros de largo por 40 de ancho) se tarda en exceso en recorrerla de un lado a otro y ya, si lo tuyo es fijarte en alguna cosa más, que es una isla en la que todo está muy limpio.

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Pero una cosa lleva a la otra y te vas moviendo entre escondidas cascadas y orgullosos volcanes; entre las tierras de siete colores de Chamarel y las 2000 tortugas gigantes de La Vanille; entre las laderas arboladas de las Gargantas del Río Negro y los interminables campos de caña…

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Te dejas ver entre jardines botánicos rebosantes de nenúfares con forma de corazón y las extensas plantaciones de té esperando a las cinco; entre casas coloniales que hablan del pasado y mercados tradicionales llenos de movimiento para echar en el puchero de hoy. Te dejas llevar entre curvas, subidas y bajadas… y mientras tanto, te enteras de que aquí el azúcar y el ron, son casi orgullo nacional.

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Mientras sigues en busca de las paradisiacas playas que Mauricio esconde, te lanzan una frase que te hace pensar: “Ahí hay una iglesia… justo al lado de una mezquita. Eso significa que aquí, vivimos en paz”. Justo en ese momento, dejas de pensar en el sol que no aparece y te das cuenta de que sí, es verdad: en este lugar se respira mucha paz.

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Ni siquiera te lo habías planteado. Venías tan en modo automático… con el plan tan preconcebido… que no habías caído en que las iglesias residen en la misma calle que las mezquitas y que estas hacen esquina con los templos hindúes. Los unos hablan con los otros y compran en las tiendas de terceros. Lo notas. Tienes la sensación de que no hay disputa tan grande que una partida de petanca a media tarde no pueda resolver.

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En el Grand Bassin, el lugar hindú más sagrado de Mauricio, ya ni te acuerdas de la playa. Por un instante, crees estar en Pushkar o en Varanassi… entre dioses y fervor pasado por agua, pero sin cosas flotando. Te falta esa típica foto tropical que echarte a la cámara pero… te estás llevando otras muchas que te gustan tanto o más.

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Venías buscando sol, pero las circunstancias y los microclimas de nubes, lluvia y niebla que tanto te recuerdan a las Islas Canarias, hacen que te dediques “a la única sola cosa” que esta vez (por las prisas) no habías metido en la mochila maleta con ruedas: observar a la gente que te rodea.

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Te vas enterando de que (cómo no), antes que tú, por aquí pasaron portugueses, holandeses, franceses e ingleses. Por eso, a Mauricio le gusta el fútbol y sabe hablar perfectamente inglés, francés y criollo mauriciano. Una vez más, eres el que menos idiomas habla. Algo que más allá de avergonzarte, te cabrea.

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Nota mental: mejorar tu soltura con otros idiomas, aunque de momento te conformarías con domesticar bien (y de una ve por todas) “al inglés que tanto se te resiste”.

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A pesar de “casi estar en África”, este país te transmite una sensación extraña que te recuerda claramente a Asia con una pizca de Caribe espolvoreado por encima. No sabes decir muy bien qué es, pero te sientes “como en casa”. Partidos de fútbol improvisados. Paseos sin destino claro. Pesca de orilla. Construcciones de una o dos plantas, paredes de chapa, toldos de colores… scooters… bicis… y ese clima que nunca sabes si viene o va.

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La semana se evapora rápido y cuando queda poco para volver, aparece el sol y con él, las playas de los catálogos. Es como si esta pequeña isla lo tuviera todo planeado y no quisiera que te hubieras perdido sus secretos. Como si quisiera evitar que te limitaras a tumbarte para coger ese rojo intenso de piel que tan mal te queda y que tan poco te dura. Como si intentara que no te quedaras con “lo que dicen de ella” y te llevaras tu propia impresión.

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Y aunque a estas alturas ya no recuerdas qué esperabas de Mauricio antes de venir… te quedas con lo que no sabías que había por estos lares. Eso sí, lo saboreas con un baño de última hora para poder decir (tú también) que una vez, estuviste dentro de un catálogo en el que todo era “como pensabas que iba ser”.

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15 Comentarios

  1. Francisco Po Egea Responder

    Precisamente estoy preparando un viaje a Mauricio para una 3ª edición de mi guía y ponerla al día.

    • Aunque ya estarás cansado de “mercados por el mundo”, el de Port Louis está bastante bien. No me perdería Chamarel ni Cap-Malheureux. Pero vamos, que hay mil cosas por ahí para ver. Ya sabes… “a perderse” 🙂

  2. La verdad es que ha sido toda una sorpresa lo de este Mauricio jejjeje Yo también pensaba que Mauricio era un rollo Maldivas, en el que el color que predominaba era el azul del agua y la arena blanca. Creo que no me la hubiera imaginado jamás así. Gracias por descubrirnos esta otra cara, me ha gustado mucho! 😉

  3. Hola Rubén, Lucy¡ enhorabuena, me ha encantado el artículo y las fotos y la verdad es que está genial que le hayáis quitado la máscara a un sitio tan sumamente estereotipado, como bien decís, son fotos que te trasportan a un lugar mágico donde se puede respirar esa calma, esa forma de vivir y dejar vivir que tan bien describís y que hacéis que se perciba, sin estar allí. Mar

  4. ¡Me ha encantado el relato de principio a fin! Me he transportado por un momento a ese Mauricio que describís y no al de los catálogos.

    Hace unas semanas pasaba por mi cabeza este destino y ahora vuelve con mas fuerza.

    Un saludo,

    Flavia

    • Oye, ¡pues qué bien! Misión cumplida entonces 😉 Si vas ya nos contarás qué te parece. Un beso!!!

  5. GRACIAS por esta información. Sin conocerla apenas, es un destino que ha aparecido en mi camino…me encanta saber que no es tan “sol y playa” como imaginaba 🙂 Nota mental!! Buenos viajes linda gente !

    • Nosotros tampoco conocíamos a Mauricio… y mira, nos ha conquistado con “su otra cara”. Es bastantes más cosas. Buenos viajes para ti también dulce persona!

  6. Y esta tortuga gigante, prehistórica y con esa cara que me hace pensar que ha visto cosas que no creería si me contara? Es una de las que buscan atención (según lo que he leído las hay en Mauricio) o reconoce un buen fotógrafo cuando se ve uno?

    • Yo creo que estaba pensando algo tipo “Ooooootro pesado que me hace una foto sin preguntar” Eso sí, impresionan de tan cerca.

    • Son las tortugas del libro de Momo. Yo creo que llevan en la Tierra tanto como los árboles. Lo deben haber visto todo. Ojalá pudiera hablar tortugo. 😉

  7. Vaya, ahora me han entrado ganas de ir a Mauricio. He ido un par de veces a la isla Reunión, y me llegué a plantear ir a las Seychelles, pero no a Mauricio. Y mira que a Mauricio hubiera sido fácil, ya que uno de los vuelos a St. Denis hacía escala allí, y no hubiera sido difícil hacer una escala de un par de días…. Pero no se me ocurrió. La próxima vez habrá que planteárselo… gracias! 🙂

    • Sin duda es uno de esos sitios que todos tenemos “muy estereotipado” y que a nosotros, nos ha sorprendido. En este caso no es que las expectativas fueran altas o bajas… es que pensábamos que nos íbamos a encontrar una cosa y nos encontramos muchas otras. Ya nos contarás cuando vayas!

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