Del 30 de enero al 7 de febrero // Temperatura: 27º // Calima y sol intermitente

Aunque no era una parada que tenías inicialmente en tu ruta, la posibilidad de pasar una semana en Dubai se te pone delante del hociquillo abriendo la escala de tu vuelo entre Sydney y Buenos Aires así que dices… ¿Por qué no? Eso sí, necesitas imperiosamente tener couchsurfing para poder permitírtelo.

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Sabías que venías a un lugar en el que se viene a comprar pero: 1) no tienes dinero y 2) no vas a cargar con nada más en la mochila… Pensabas que no podrías ni pagarte un café y por eso, tenías un objetivo claro: sentarte en algún lugar céntrico y observar. Querías inmortalizar instantes de extravagancia. Querías ser testigo de cómo se vive en “el otro lado”… para tener las dos caras de tan distintas monedas: un mísero kip y un reluciente petrodolar.

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Por alguna extraña razón, tenías la idea de que en Dubai no ibas a parar de ver jeques llegando en Ferrari a las puertas de los sitios. Imaginabas una ciudad con palmeras y fuentes. Una ciudad con mucho marmol y glamour de importación… Esperabas un escaparate de derroche… de excesos… y sin embargo, te encuentras con que el circo que intuías, se esconde. Lo cual… no te parece del todo mal.

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Decides hacer lo de siempre: caminar para ahorrar… Error. A ti, que te gusta descubrir a pie los secretos de un lugar, se te hace duro esquivar tanta obra e imposible recorrer las distancias que hay entre un sitio y otro de esta mole de 50 km de largo. Te resignas… “y te das al metro”… ¿Por qué no lo hiciste antes? Es barato, rápido y tiene las mejores vistas de Dubai. Recuerda: donde fueres, haz lo que vieres.

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Estás en medio de un enorme trozo de desierto en el que no paran de florecer edificios abriéndose camino entre el polvo en suspensión. Te paras a pensar y ahora… ¿Qué hacer en Dubai si la excentricidad que esperabas ver es intermitente? Teniendo en cuenta que hace 15 años aquí “no había nada”… decides ver cómo era ese nada. Así que vuelves a tu esencia y decides perderte por los barrios antiguos y humildes de Deira y Al Hamriya. Te dejas llevar por el auténtico corazón de una ciudad que no esperabas y vuelves a comer en sitios ocultos… donde, cuando también utilizas las manos, te miran de otra forma. Aquí hay calor. Hay vida.

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Pero a ver… Sabes que no has venido para esto a Dubai y te preparas para uno de los platos fuertes que, por qué no decirlo, te hace cierta ilusión: subir al Burj Khalifa. El edificio más alto del mundo te espera a las 07:00 de la mañana de un martes. Un edificio de 828 metros de ego y acero que no rasca el cielo… se clava en él.

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Este edificio que se ve a 95 km de distancia (orgullo de la ciudad) y que es dos veces el Empire State, no te decepciona. Aunque sí lo hace el pequeño detalle de que (por el módico precio de 25€) “sólo” se pueda subir hasta la mitad. Aún así, las vistas son espectaculares.

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Miras hacia abajo… te fijas en los minicoches que circulan de un lado a otro… en los insignificantes edificios de 25 plantas y, aunque para nada tienes intenciones suicidas, piensas tonterías del tipo: “Si me tiro… ¿Cuánto tardaría en caer?… ¿Me espachurraría mucho?… ¿Gritaría?…” y empiezas a preocuparte cuando llegas a pensar cosas como: “Sería la hostia -nunca mejor dicho- grabarlo en vídeo”.

Nota: “No me leas así”… Reconócelo, tú también piensas tonterías de estas y haces absurdas apuestas mentales cuando andas por la calle del tipo: “si tiro este papel y lo encesto en la papelera desde aquí… me irá bien en la reunión”. Luego fallas y dices… “bueno, al mejor de tres”.

Después de 40 minutos por todo lo alto, bajas y te quedas embobado con el puñetero edificio. Te recuerdas a ti mismo en un momento similar delante de Las Petronas de Kuala Lumpur y asumes que sí, que te gustan las aldeas, los tuc-tucs y la comida callejera pero… que “te ponen” esta clase de edificios.

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A partir de este momento, toca alguna excursión obligatoria a los centros comerciales de la ciudad donde sólo puedes mirar y haces una excursión turística al desierto con recorrido en 4×4 por las dunas y baile incluído. Aunque no te gusta este tipo de visitas grupales y hay cosas que siempre te hacen vomitar, no está mal del todo la experiencia.

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Te dejas para el final uno de los platos fuertes… una fugaz excursión a Abu Dhabi para ver la mezquita Sheikh Zayed. Después de La Meca y La Mezquita Azul de Estambul… la tercera en importancia del mundo a fuerza de talonario.

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Te vuelves a quedar sin palabras. Está claro… El dinero no es problema. Aquí no han reparado en gastos.

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De Dubai te vas con la sensación de que, las expectativas (una vez más), te confunden. No sabías qué esperabas encontrarte… pero no era esto. No sabes si te ha encantado la ciudad o todo lo contrario. No sabes si quieres volver o no. Si te agobia tanto cemento y arena o si te vendrías a trabajar y vivir aquí. Y así, con una sensación agridulce… con la insatisfacción de las expectativas incumplidas y la grata sopresa de las realidades vividas… te vas… confundido… rumbo a Buenos Aires… a seguir teniendo “algo que recordar”.

7 Comentarios

  1. Patri o patra segun lucy Responder

    Me ha encantado este post. Q bonito todo. Gracias por llevarnos a tantos sitios chicos! Q bien describis las cosas, me lo imagino tan real! Animo y fuerza!

  2. Yo tambien iba con la idea de derroche y vi muchos menos grandes de lo que esperaba! A mi me encantó, eso si, con Couchsurfing sino es muerte. El nuestro nos llevó a ver el Atlantis y el Burj, pero había tanta bruma que ni por asomo.
    Y sí, a mi tambien me ponen esas moles!

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