Actualizado 28/02/18

¿Qué hay en Ninh Binh?

Amaneces en Halong Bay y después de un bote, un bus pequeño, un barco, un bus mediano y un sleeping bus… llegas a Ninh Binh. En teoría aquí no para casi nadie. Es más, cuando comentas tus intenciones, todo el mundo exclama lo mismo: “Why?” Pues mira, como pasa casi siempre con esto de las expectativas… es que son reversibles y contrarias a la percepción previa del sujeto objeto de “recomendación”. Pensabas que iban a ser dos días perdidos y todo lo contrario. Puedes decir a carrillos y pulmones llenos que no te equivocaste.

Ninh Binh mola… y mola porque nadie para en Ninh Binh. Así de claro. Te alquilas un scooter para ir dando bocinazos (cual nienhbinhés) hasta los templos de Bai Dinh (el complejo religioso más grande de Vietnam). Es un paseo más que recomendable en el que su paisaje parece ser fruto de una “relación” entre Sapa y Halong Bay: arrozales entre montañas… verde y agua.

ninh_binh_algo_que_recordar_03Mientras jarrea cual diluvio vietnamita, te paras y comes en un restaurante perdido de la mano de Buda regentado por una familia de a tres. En total, sois cuatro en el restaurante. Ellos y tú. Después, paras en un “bar secundario de carretera de tercera” a tomar un café. Y queda claro una vez más, que no hace falta hablar otro idioma para que te entiendan. Tú pides un riquísmo café vietnamita, lo dibujas y listo… te traen un horroroso té de maíz. Pero bueno, como te han educado en el agradecimiento y los buenos modales te lo bebes. ¿Resultado? Te vuelven a llenar el vaso… Eso por educado.

ninh_binh_algo_que_recordar_04De vuelta al hotel, necesitas parar a repostar en una supergasolinera para después, cruzar grandes lagos en medio de la carretera que antes no estaban. Con un poco de suerte, la moto se te para en medio y si viene un coche a toda velocidad, puedes refrescarte a su paso porque tienes claro que no va a frenar ni un poco.

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La imagen: ese inquietante documento titulado “Cuenco de arroz enjaulado con perro ladrador pero poco mordedor”.

El momentazo: la llegada de tu sleeping bus con destino a Hué el día que te vas. Aparece a eso de las 23:30 con hora y media de retraso y sólo dos plazas libres (érais 10 con “supuestos asientos reservados”). Te marcas un ligero y furtivo levantamiento de barbilla con guiño incluído al conductor y os deja subir (debe ser que le gustan los apuestos calvos de ojos azules). Lo sientes por los cuatro franceses, la pareja de holandeses y los dos australianos que se quedaban allí con cara de… Bah, no es verdad. No lo sientes en absoluto.


 

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Este post forma parte del viaje que hicimos por Vietnam y Camboya durante un mes que bautizamos como “las últimas vacaciones”. Si quieres leer el resto de los artículos de esta serie haz click aquí.

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