EL CUENTO:

Cada mañana se despertaba con un único y rutinario plan que llevar a cabo. Madrugaba con la misma y repetitiva historia en la cabeza. Se levantaba con una sola, y por contrato, feliz misión: hacer el desayuno y preparar y envolver la comida para su marido e hijos. Uno, dos, tres y hasta cuatro. Después andaría los 6 kilómetros que separan su casa del mercado de Port Louis para hacer la compra. Volvería a casa, cocinaría de nuevo y… esperaría a que con la puesta de sol, todos fueran volviendo a la casilla de salida una vez más. Vamos, lo normal. Sin embargo, aquel día sería diferente a todos los demás. No estaba preparada para lo que iba a ocurrir: el kilo de calabazas, estaba cinco rupias más caras que de costumbre.

Y ella, que venía con el dinero justo para comprar también algo de yuca, arroz, harina y poder volver a casa con la compra en el autobús… tenía que improvisar una solución. Fue tal el agobio que le entró al ver cómo la tranquilidad que la rutina le daba, se veía entorpecida por causas ajenas a su voluntad, que salió del mercado sin rumbo y sin comprar nada. Como pollo sin cabeza. Como elefante saliendo de cacharrería después de haber roto todo. Como madre y ama de casa sin poder alimentar a su familia.

A partir de ese momento, el día fue convirtiéndose en un cúmulo de impactos y sensaciones difíciles de controlar. Después de casi diez años viviendo en línea recta, decidió dar un rodeo. Volvió a pasar por delante del que fuera su colegio a la vez que volvían todos los recuerdos, sonidos y olores de entonces. Se encontró con una amiga de toda la vida de antes y la nueva vida de esta. Con las confidencias y cotilleos pendientes de unas y otros. Con graffities y nuevas cafeterías que no conocía. Con saludos y sonrisas de la infancia.

Con el dinero de la compra, se compró un helado de dos bolas y se lo comió frente al mar. Después… le pareció bien volver a casa dando otro paseo. Esta vez, a cámara lenta y por el camino largo. Aquel por el que andaba antes. Llegó la última a su dulce morada y aunque aquella noche no habría comida recién hecha, tenía muchas cosas frescas que contar y un motivo inesperado por el que sonreír: recordar que ella, además de familia a la que querer, también tenía un corazoncito al que cuidar.

EL MOMENTO:

Serían las 10:11 del 10 de marzo de 2016. Paseando por el mercado de Port Louis de Mauricio, una mujer busca con nervio en el pequeño bolso que la acompaña a comprar. Busca y no encuentra. Todo lo que viene después… podría ser el principio de una bonita historia, ¿no?

2 Comentarios

  1. Nunca pensé que quedarse sin dinero pudiera darte tanto. Gracias por esta historia.

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