De museos, cánticos y parques

De camino al MoMA, pides un capuccino medium y un increíble apple walnut with cranberries muffin en el Magnolia Bakery que está en el 1240 de la 6ª Avenida. Al primer bocado, y por si acaso, vuelves a entrar y te compras otro para luego. Concretamente, un capuccino chocolate chip (por no mezclar).

El MoMA te deja boquiplático y ojiabierto. No habías mirado qué exhibiciones temporales o permanentes había y la verdad, daba igual. Sencillamente, te ha encantado. Con las mismas expectativas te diriges hacia el Metropolitan y, aunque tienes que reconocer que la galería egipcia te impresiona, acabas recurriendo a la galería de arte moderno que te tira más que las muchas salas de vasijas, armaduras, puntas de lanza y monedas. No dudas de su incalculable valor e interés pero, sencillamente, no te llaman tanto la atención. En cualquier caso, hay que ver cómo cansa ver dos museos en un solo día. Tienes tal saturación, que te vuelves al hotel a dormir y recuperar fuerzas para el día siguiente.

Según has podido investigar durante estos días preguntando por ahí, deberías bajarte en la 125 St. de Harlem. Por allí hay varias iglesias donde poder ver misas de gospel sin ser una especie de circo para los turistas. “Solo hay que bajarse por allí sobre las 10 y seguir a las señoras con sombrero raro”.

Vas para allá y, después de varios intentos, acabas en una pequeña en la que, si bien no hay el espectáculo de cien coristas que imaginabas ver por las películas, todo es bastante intenso y eres la única persona extranjera. Te tragas gran parte de la misa y te vas a paso ligero hacia Central Park. Compras algo de comida en el Whole Foods Market de Columbus Circle y te metes en el parque.

Como es tan grande, haces un recorrido aleatorio en el que ves los campos de beisbol, el Carousel, la explanada del Sheep Meadow, las barcas de The Lake, el Strawberry Fields… A eso de media tarde das con un pequeño espacio donde están los skate dancers.

Una asociación que, según te cuentan, tiene algún socio que lleva más de setenta años patinando al son de la música. Después de quedarte un buen rato con ganas de plantarte unos patines, te acercas hasta la reserva Jaqueline Kennedy Onassis donde te viene a ver el atardecer. “¡Qué bonita despedida!”, piensas.

Al día siguiente, te levantas con la calma y el metro hasta la terminal 7 del aeropuerto JFK. Al despegar, miras por la ventanilla hacia abajo saboreando los momentos y experiencias que has vivido. Buscando formas en las nubes, piensas en que te has dejado alguna cosa por ver de Nueva York.

 

FIN

 

1- Acabas de irte y ya tienes ganas de volver cuanto antes a Nueva York. Seguro que hay mil experiencias que esta ciudad tiene guardadas.

 

2- En la pantalla de entretenimiento del avión, seleccionas la pestaña de mapas. Cierras lo ojos y la próxima vez te irás a…

 

3- Si te ha gustado esta forma de recorrer Nueva York, pero te gustaría vivir la ciudad de otra manera, ¿por qué no empiezas de nuevo?