Venir a Chefchaouen no estaba en nuestros planes. Pillaba lejos y muy al norte. Al final, las tres horas y media de tren y las cinco y pico de bus, no han sido excusa.

Llegamos de noche tarde y después de una cena aleatoria, nos fuimos a dormir. Esperando que el azul de este pueblo, cobrase vida bajo la luz del sol.

Puestos en situación…

Resulta que desde hace siete años, un mes y cinco días, hacemos colecho. Esa actividad de apego (in)consciente que consiste en que entre un servidor y su pareja, cada vez haya más niños/as.

He de reconocer que soy muy de dormir con espacios. Lo de tener cualquier parte de otro ser humano encima de mi pierna o presionándome el abdomen, no es lo que más me gusta para dormir. Esto, sumado a que en viaje no siempre tenemos dos colchones de 2×1,80 para nosotros, hace que eventualmente sea el desplazado. El migrante soñante. El que duerme en la cama pequeña o sofá.

No pondré en duda los beneficios a futuro de esta forma de crianza para los cachorros…

Nota: habrá quien piense que es mejor que desde muy pronto duerman en su cuarto y cama. Aunque lloren lo que tengan que llorar durante unos días. Que ya se acostumbrarán y que luego, todo bien. Yo fui uno de esos niños desplazados. Hasta aquí puedo leer.

Marruecos

Por amor, le compré a Lucy el colecho (junto a otras propuestas innovadoras de crianza que tienen más siglos que el pan) y mira, desplazado me veo.

Cada llegada a un nuevo riad, hostel o casa de intercambio, es un sorteo y reparto de camas y niños.

A día de hoy, Tindaya va con Lucy sí o sí y si la cama es lo suficientemente grande, Koke también. Yo me autorecluyo en la pequeña cama que queda. Con mis cascos. En mi mundo.

Si hay dos camas tirando a pequeñas, hay reparto de pequeñeces y Koke, sus puñetazos y patadas altas van conmigo.

-Ufff, he dormido fatal. Menuda paliza me ha pegado Koke. Desde las cinco que ya no he pegado ojo.
-Pobre, yo sólo he tenido que dar teta nueve veces.

Y tiene razón. Pero es que Lucy tiene el increíble poder de volverse a dormir infinitas y recurrentes veces. Yo no.

chaouen

Bajo este breve planteamiento, volvemos a Chefchauen y a encontrarnos con una habitación con cama de matrimonio tirando a pequeña (que movemos hasta la pared y es para Lucy y Tindaya) y otra con dos camitas tirando a pequeñas con mesita de noche en medio. A día de hoy, “la fórmula ideal”… ¡Bien!

-Papi, junta las camas.
-Pero Koke, si son individuales y cada una tiene sus mantas. Mejor así.
-No no… mejor juntas.

Pues nada, muevo mesita. Pego camas y buenas noches. No tiene porque salir mal.

6:35 de la mañana. Noto algo. Una fuerza casi sobrehumana me presiona. Me despierto desconcertado. Koke está dentro de mi cama con almohada y todo y yo, no me lo puedo creer. Parece que se acaba mi noche y empieza ya un laaaaaargo día. Intento pensar soluciones rápidas. ¿Le muevo? Imposible, está totalmente incrustado dentro. ¿Me cambio a su cama? Me sabe como mal. ¿Le doy la espalda? Venga, a ver si hay suerte.

Y en ese preciso momento, justo en ese cruce de caminos… Suena la llamada al rezo más bonita que oí nunca. Larga. Serena. Dulce.

Me giro y doy la cara. Me abrazo a Koke con fuerza. Rodeándole. Con mi mano sobre su corazón. Casi intentando agarrarlo. Entrelazando mis piernas con las suyas, me abrazo a él como si estuviera al borde de un infinito acantilado y él me mantuviera vivo.

Y durante ese largo abrazo, pienso que tengo que grabar a fuego este momento. Para que cuando Koke ya no quiera dormir conmigo (como yo no estoy queriendo dormir con él), recuerde que una noche, en Chefchauen, me agarré largo a él y fue entero para mí y yo para él.

Y así, agarrados los dos en una camita de estudiante, se fue haciendo de día.

Koke, te envidio tanto… No me cansaré de decirlo nunca.

Buenas noches.

Dejar un comentario