Japón, el país al que después de “d-escribirle” durante dos meses y hacerle un vídeo… te sigue teniendo contra las cuerdas. El país que te ganó a diario con su estilo y elegancia y al que no te queda otra opción que hacerle, también, (además (encima (faltaría más))) un mapa sonoro. Japón te noqueó con su comestible y deliciosa tranquilidad. Con su calmada paz. Con sus calles llenas de gente en las que parece que no hay nadie. Con sus templos silenciosos que se visten de campanas y palmadas. Con sus puntuales trenes, metros y autobuses. Con esos paisajes que se visten de rojo, blanco y verde. Paisajes camaleónicos. Presumidos. Orgullosos de sí mismos. Con esa amable gente afable. Educada. Atenta. Serena. Japón, el país que “con toda seguridad”, te roba el corazón. Sin preguntas. Sin “peros”. El país que te roba el gusto, la vista y por supuesto… el oído.
Nota: si eres nuevo en esta sección, el procedimiento es muy sencillo… Ponte los auriculares, sube el volumen, dale al play, cierra los ojos y viaja a través de los sonidos del mundo. Si eres veterano, ya estás tardando en empezar.
Paseando por Kyoto
Te levantas a golpe de despertador. Madrugante. Legañoso. Nervioso. Con un único y claro objetivo: llegar el primero para disfrutar a solas del Bamboo Grove y ver todos los templos y callejuelas que la ciudad más bonita de Japón esconde. El caso es que tu plan entero salta por los aires cuando pasas por una esplanada y te quedas atrapado durante más de una hora en una clase de gimasia de niños (a los que te llevarías contigo metiéndolos en la mochila sin mirar atrás). Definitivamente atrapado. Con la boca abierta, sin haber desayunado aún, y casi no queriendo hacer fotos para no perder detalle… ¡Ata, ata, ata!
¿Festival de jazz en Fukuoka?
Poco a poco te vas dando cuenta de que a Japón, en lugar de intentar entenderla, “hay que conformarse” con disfrutarla. Por eso, te vas a ver, oír y callar al Festival de Jazz de Fukuoka. Saltas de escenario en escenario, de concierto en concierto y con esa única cerveza en la mano que te has podido comprar en un 7eleven, asistes a un inesperado concierto de salsa y rumba. ¿Por qué?… No lo sabe nadie. El caso es que estando allí, rodeado de japoneses que intentan (contra su naturaleza) seguir el ritmo e incluso mal-dar algún paso que otro, te das cuenta de que “a partir de ese día”, ya puedes decir que lo has visto todo en tu vida.
Metro de Osaka
“Teletransportarte” en cualquier metro de Japón es, de por sí, toda una experiencia. Silencio extremo que te deja pensar. Niños pequeños subidos al asiento en calcetines (porque sus madres les quitan los zapatos para no manchar nada). Colas ordenadamente perfectas. Móviles de futura generación a todo 5G… Y esa voz. Esa voz que te habla y te hipnotiza. Esa voz que no entiendes “entre inglés e inglés” pero que se te mete tan adentro, que acaba hablando por ti.
Hohoya Festival
Querías presenciar alguna celebración religiosa, tradicional y milenaria. Con esa idea te plantas en el Hohoya Festival que tiene lugar en la Hakozaki Shrine a mediados de septiembre. Al parecer, se hacía para respetar lo vivo y condenar las matanzas. Ahora se pide por la cosecha, los éxitos en los negocios y evitar accidentes de tráfico. Hasta aquí… “bien”. Pero al final, te encuentras presenciando un concierto “de hoy” y en medio de un kilómetro de puestos de increíble comida callejera que no tienes tiempo de visitar, espacio en el estómago para abarcar, ni suficiente dinero para pagar.
Ente castillos y música tradicional
Paseando un día nublado cualquiera por Osaka, te diriges al Ōzaka-jō. A tu paso, niños (pocos) que juegan a tan solo 18 decibelios; tres o cuatro modernetes salidos de algún club de ornitología que enseñan sus preciosas lechuzas y halcones; un funambulista que hace pasar el tiempo a los transeúntes a cambio de unos pocos yenes; ancianos y ancianas de 104 años que no pierden detalle ni energía y… una música de fondo que lo aglutina todo.
Yosakoi Dance Festival de Odaiba
Pocas cosas hacen tanta ilusión como la de estar paseando por un sitio (el que sea) y encontrarte de frente con cualquier tipo de evento o acto. En este caso, la casualidad os pilla a ti y al festival Yosakoi en Odaiba (Tokyo). Más de 100 agrupaciones desfilan bailando entre espectadores de todo tipo más que entregados a la causa y al momento.
Tsukiji market auction de Tokyo
Una de esas atracciones que Tokyo tiene, es la de asistir a la subasta del mercado de pescado de Tokyo… y lo sabes. Sabes que hay que hacer cola casi desde las dos de la mañana para presenciar (durante 15 minutos) una más que ordenada y civilizada compra/venta de enormes atunes tras la cual, irás a desayunar sushi a uno de los múltiples y pequeños restaurantes “que por allí residen”. Aquel sushi que a día de hoy, aún no puedes olvidar. Aquel… aquel sushi aquel. El mejor que has probado nunca.
¡Son las 18:00 en el super…!
A media tarde, empiezan los increíbles descuentos del 20%, 30%, 40%, 50%, 60% y hasta 70% en las bandejas de todo tipo de comida preparada del día. Además de la satisfacción que produce llevarte esos manjares a semejantes precios, hay que destacar lo interesante de la escena en sí. A saber, un señor de blanco inmaculado va re-etiquetando bandeja a bandeja. Detrás de él, todos disimulamos de reojo como si no estuviéramos del todo interesados en lo que hace. A continuación, con una increíble velocidad de movimientos controlada, la gente se avalanza con extremada clase sobre los alimentos que, en cuestión de segundos, desaparecen a ritmo de esta maravillosa y pegadiza canción (todo un hit)…
A mediados de octubre, tiene lugar el Nikko Toshogu. Se trata de la procesión Hyakumono-Zoroe Sennin Gyoretsu en la que forman parte 1.000 hombres vestidos de samurais. Es aquí donde todo es un poco “como imaginabas”. Aunque… después de tanta información acumulada, ya no recuerdas ni qué es lo que imaginabas que te íbas a encontrar en Japón, antes de venir a Japón.
Viajar de nuevo a Japón con solo cerrar los ojos. Poder volver tiempo después y recordar lo que viviste. “Ver las cosas” que se te pasaron por alto cuando estuviste allí por primera vez. Sentir sus matices. Dejarse llevar por la magia de sus silencios… e imaginar. Imaginar que estás allí otra vez. Ayyyyyyy Japón, Japón… ¡qué tendrás que nos engancha tanto!
Nota: Si quieres escuchar mapas sonoros de otros lugares y seguir viajando a través de los sentidos, puedes escucharlos todos aquí.
6 Comentarios
¡Qué buenísima y lindísima idea! Y ¿qué me decís de la musiquita de entrada a los Family Mart? Yo la oía sobre todo cuando vivía en China, y es un sonido que me transporta inmediatamente a mi vida allí.. Hay que ver la fuerza que tienen los sonidos, escuchar palabras, aunque sean en idiomas que no entendemos.. ¡Gracias!
Que pasada Ruben!
Me encanta la idea!! Muchas veces los sonidos son más capaces de transportarte a un sitio que las propias imágenes… El día en que podamos hacer un click y nos venga un olorcito a massala tea o un pollo tikka massala ya será la caña!!
Un abrazo!
Mmmhhhh… interesante… Nos lo apuntamos. Abrazo 🙂
¡Mapas olfativos! Sería la leche… Otro abrazo.
Emocionante! Nuestro viaje de novios fue a Japón y me habéis hecho transportarme y sentir por un rato que estaba allí. Gracias por este blog!
Oye qué bien! Gracias a ti por contarnos que te hemos llevado de nuevo. Buen sitio para el viaje de novios. Bueno… para lo que sea, la verdad.