Día 3 en Sao Paulo. Exterior luz día.

Cruzando el Viaducto de Santa Ifigenia… oímos “la llamada”. El ritmo de una lejana batucada se apodera de nuestros pies. Siguiendo con las orejas la procedencia del sonido, encaminamos nuestros pasos en busca de los tambores que nos llevan hasta un grupo de ancianos que tocan debajo de un puente y que están con un pie más allá que acá (el ritmo, les mantiene más acá que allá). Nos sentamos y les escuchamos tocar un rato. Cuando acaban, entran en su centro (para la cuarta edad) de “no molestar” y nos dejan con ganas de más. Koke, que ha asistido (como siempre) ojiplático a la performance (leer en perfecto castellano: per-for-man-ce), sostiene una pequeña moto en sus manos (le apasiona cualquier medio de transporte).

De pronto, aparece en escena un niño algo más mayor que él montado en su triciclo rosa. En un primer instante, poco más que decir. Según pasan los segundos, nos damos cuenta de que no es un niño “normal”. Más allá de que su flamante vehículo está sucio y roto a partes iguales (probablemente sacado de la basura), tiene el lado izquierdo de su cara totalmente marcado por vete tú a saber qué motivos. Atas cabos y caes en que su casa,  está unos metros más atrás… debajo de unas mantas, cartones y palos. El niño se acerca a Koke y en un primer momento, nos ponemos en guardia pensando en que le puede pegar alguna cosa o “peor aún”, le quiere quitar el juguete a Koke (la típica guerra de los parques de cada día)… con violencia. Y todo por su aspecto, claro. Pero como no somos de intervenir en los juegos de los niños, contenemos nuestros miedos prejuicios, y no perdemos ojo.

Más allá de todo eso, el niño utiliza “un arma” que suele usar Koke: dejar su juguete para que el otro le deje el suyo. Como normalmente a Koke le cuesta hacer un intercambio justo, poder conducir un “precioso y enorme triciclo” a cambio de su pequeña moto (qué bonito es ver el mundo a través de los ojos de un niño), le parece un buen negocio. Una vez hecho el trueque, el otro niño se da cuenta de que Koke no llega a los pedales. Deja el coche y se dedica a empujarle de un lado a otro frente a las improvisadas chabolas. En ese preciso instante de agridulce amalgama de sensaciones, aparecen en escena los padres del pequeño que, en un perfecto y entendible portubrasuñol, dicen (traducido): “Manuel… despídete. Nos vamos”. Manuel, que estaba tan feliz empujando a Koke sobre los charcos, se resiste a dejar de jugar con su nuevo amigo. Los padres, insisten nuevamente y sin alterarse. Vienen a por él y negocian en voz baja hasta convencerle. Devuelven la moto de Koke y nos dicen que después de jugar con el triciclo, lo dejemos por favor al lado de su casa. Es decir, la primera “chabola” empezando por la izquierda. Los tres desaparecen de escena después de una cariñosa sonrisa a probablemente, buscar por la ciudad algo que no queremos saber o no podemos imaginar.

(Pausa incómoda)

A Koke, para el que todo es más que normal (no olvidemos que en su cabeza, “solo” ha conocido a un niño y ha jugado con él un rato), cuesta sacarlo de allí. Es más, después de decirle que tenemos que irnos y que hay que dejar el triciclo en una esquina, le preguntamos que qué le parece si le dejamos a Manuel uno de los juguetes que llevamos con nosotros. Que Manuel le ha dejado su triciclo encantado. Que no tiene tantos juguetes como él. Y que vive allí… en la calle. Koke, con ciertas reticencias, acepta. Deja el triciclo donde nos habían dicho y una pequeña moto encima del asiento réplica de la Honda MotoGP de Marc Marquez.

“¿Y todo esto para qué?”, te preguntarás. “¿Para hablar de lo generoso que es vuestro hijo Koke?”, responderás preguntando. “No”, diremos nosotros. Para decirte que mientras nosotros nos dedicamos a juzgar a un niño y sus intenciones por su aspecto y procedencia… él solo quería jugar. Para decirte que teníamos delante un niño que vive bajo unas telas más educado y con más corazón que otros muchos. Para decirte que nos sentimos mal… muy mal, por ponernos a la defensiva y juzgar a Manuel por su aspecto y procedencia. Para hablar de lo especial que es ese niño que, llevando la vida que intuimos que lleva, aún tiene ganas de sonreír. De hacer caso a sus padres. De intentar jugar con otros niños. Y sobre todo, para decirte que deseamos que la vida, trate a Manuel mucho mejor de lo que nuestros prejuicios lo hicieron.

48 Comentarios

  1. La historia resulta muy emotiva, pero todavía veo muchos prejuicios…
    Proteges la cara de tu hijo en la fotografía, cosa que entiendo, pero publicas sin remordimientos el rostro y nombre de Manuel. ¿Acaso un niño pobre no tiene derecho a la intimidad?
    Publiques o no mi comentario, creo que merece una buena reflexión.
    Un saludo!

    • Hola Emma, ante todo, gracias por tu comentario (que claro publicamos porque es sensato, real y sin faltar al respeto). Esto, es algo que hemos pensado muchas veces “internamente”. Y la conclusión o decisión que hemos tomado al respecto (que puede ser errónea), es que esos otros niños que aparecen a veces en nuestro muro (sean “humildes” o no… porque también los hay que no y no va por ahí el tema), es que salen una sola vez. Koke, como tercer viajero de algoquerecordar… está. Todo el rato. No queremos abusar de su imagen ni aprovecharnos de ella. Cuando sale gente (sean niños o no), intentamos que sea para contar algo bueno que, esperamos, sea algo que a ellos les gustaría. No ganamos dinero con el blog (una tarea que lleva mucho trabajo y que no nos reporta nada, la verdad) ni con las redes. Y en todos estos muros, intentamos, además de inspirar, poner nuestro pequeño grano de arena para que el mundo sea un poco (pequeño chiquitito) mejor. Queremos creer que tanto Manuel como sus padres, se alegrarían mucho si se enteraran de lo que hemos sentido, escrito e intentado transmitir.

      Está muy reflexionado. Todo lo que hacemos. Créeme.

      Otro saludo.

  2. Ay, aquí estoy casi con la lágrima colgando. Así somos, me siento muy reflejada. Quiero pensar que necesitamos esa defensa de alguna manera, defendernos de lo desconocido. Pero muchas veces vamos demasiado lejos.
    Gracias!!!

    • La defensa es necesaria porque si no, se puede convertir en imprudencia. En casos como este, duele no estar a la altura. ¿Cómo conseguir el equilibrio necesario? Habrá que seguir echando monedas 🙂

  3. En mi anterior comentario sonó fatal lo de “pinta humilde”, ser humilde es bueno. Lo único que tenía este buen hombre eran malos dientes y ropa desgastada. Y a pesar de ello me entró medio segundo de miedo… lo cual fue estúpido y me avergoncé de ello enseguida. Difícil de quitarse los prejuicios… pero es un primer paso darse cuenta.

  4. Muy bonito post que hace reflexionar. Muchas gracias. Nosotros también estamos aprendiendo mucho con nuestra hija de 18 meses, sobretodo personalmente lo estoy pasando mal a veces por ella cuando se encuentra con niñ@s “no simpáticos” (ella es muy sociable y a veces no tiene mucha respuesta). Me pasó una cosa similar de “prejuicio por apariencia” hace muy poco, la única niña que jugó con ella tenía al padre que “pintaba muy humilde”, y se me pasó fugazmente miedo por la cabeza… resultó ser que la niña era mucho mas educada y atenta que todos los demás niños encontrados en los parques varios del lugar. Cerca o lejos de casa, nos tenemos que quitar estos prejuicios por la apariencia de los demás, y quedarnos con lo linda que está la gente por dentro. Los niños no tienen estos prejuicios, solo quieren jugar. Tenemos que hacer para que no los tengan tampoco mas adelante…

    • Eso también pasa. Muy cierto. Por contra (todo hay que decirlo), a veces aparecen niños no tan bien educados e incluso agresivos. Muy recelosos de lo suyo y demás (seguramente no sea culpa de ellos). El caso es que no sabes muy bien cómo reaccionar ya que, llevarte a tu hijo de allí parece que está mal. Pero claro, tampoco quieres que la sangre llegue al río. Cuando hay un niño enfermo pasa igual. En fin, que es normal ir con el escudo y estar alerta. Cuando te equivocas… pues mala suerte. A seguir intentando que todo sea siempre ideal (a pesar de que es totalmente imposible) para que de mayores, sean lo más normales posible. ¿No? 🙂

  5. Ayer precisamente vi Lion, la historia verdadera de un niño indio pobre que se perdió de su familia y terminó adoptado por una familia australiana. 25 años después regresa a India a buscar a su familia, la encuentra, y uno se emociona viendo que el amor, la educación, y la dignidad se pueden encontrar más fácilmente en el lugar más pobre que en el supuesto primer mundo

    • Cómo habrá sido esa vida y cómo habría sido… Es increíble lo mucho que pueden cambiar las cosas con factores “tan pequeños”.

  6. Jolín, qué congoja! Deberíamos empezar a mirar más con el corazón y menos con la cabeza… pero por desgracia el mundo nos hace estar a la defensiva.

    • Han pasado 3 días desde el encuentro. Abrimos el blog hoy para responder a los comentarios y cuando Koke ve las fotos dice: “Manuel. Gracias” Casi nos ponemos a llorar los dos. ¿Qué es lo que habrá quedado grabado en la cabeza de Koke de todo esto? ¿Que Manuel le prestó el triciclo? De su moto regalada no ha vuelto a decir nada. ¿Entendería realmente que Manuel no tiene juguetes?

    • Me recuerda una anécdota con mi hija, en un parque infantil en Barcelona, donde vivimos. Un niño gitano de su edad, unos tres años, cogió su triciclo. Mientras los padres del niño y yo observábamos, alguna gente alertaba del robo del vehículo. Tras unos metros de recorrido, mi hija se acercó y agarró el manillar del triciclo. El niño bajó y se fue. Los padres nos saludamos. “Conflicto” infantil normal, resuelto por elos mismos sin más.

      • Esto da para otra buena tanda de reflexiones. La cantidad de veces que nos metemos lo adultos donde no hacemos falta. Luego nos quejamos de que los niños no son autónomos, que tenemos adolescentes que no son capaces de gestionar sus problemas… en fin. Más observar y menos participar de todo que no dejamos a los niños “ser”. Gracias por tu comentario.

  7. ¡Me ha emocionado muchísimo la historia! Y os entiendo perfectamente. A mí me hubiese ocurrido lo mismo. Quizás sea ese sentimiento de leona del s XXI, pero mi yo de ahora es mucho más prejuicioso/miedoso que el de antes. Supongo que será ir superándolo a base de experiencias como ésta.

    • Ser madres/padres nos pone inevitablemente en alerta. Ya lo decían en los safaris, que hay que mantener la distancia de las hembras que están con sus crías, no vaya a ser que vean el peligro acechando 😉 Ahora en serio, el miedo no sé si desaparecerá algún día o nos va a tocar aprender a convivir con él y a controlarlo, pero si existe, seguro que es porque de alguna manera, es necesario. ¡Arriba las leonas!

  8. Requiere mucha humildad, reconocer y contar esta experiencia, que enternece a cualquiera. Gracias por compartirla y enhorabuena familia.

    • Una de las cosas que más nos gusta de viajar es que nos pone delante momentos como este. Son situaciones que nunca antes has vivido, de las que nadie te ha hablado, sin antecedentes que nos ayuden a saber cómo debemos comportarnos y rodeadas de incógnitas sin respuesta. Con el tiempo descubrimos que a veces hemos sabido estar a la altura de las circunstancias y muchas otras que la hemos cagado enormemente. A todo esto, se ha sumado el factor Koke, que cada día es más personita y va más por libre. Tiene pinta de que este solo ha sido el primer ¡zas, en toda la boca! de una larga lista. ¡Gracias por el comentario!

  9. Me hago una idea del revoltijo de tripas que se os armó. Los prejuicios camuflados de miedos son inherentes a la cultura de la que vengo, que es la misma que la vuestra.

    En 3 años en Perú me costó muchísimo asumir esto, y me sigue pasando a veces, cuando menos me lo espero, que me encuentro juzgando así. Es como una espinita que me quiero sacar y, fácilmente, me desvío. Mi instinto maleducado me gana y me quedo a mitad de camino.

    Gracias por hacerlo palabra (y, por lo tanto, hacerlo real) en un post tan sentido.

    Un abrazo

    • ¡Hola María! Nos quedamos varios días hechos polvo con la situación pero han merecido la pena. Igual que todos los momentos en los que tú te hayas dado cuenta de que has hecho un juicio injusto. Tanto tú como nosotros, podríamos haber seguido con nuestras vidas cerca de casa, pensando que somos los más tolerantes del mundo pero hemos preferido ir un poco más allá. Ser tolerante a 10 minutos de casa no es lo mismo que ser tolerante a 10.000 km. “Diferente” no significa lo mismo en tu barrio de toda la vida que en Perú. Pero como dice la cita, (que seguro que conoces), no viajamos para ver otros paisajes, sino para mirar con nuevos ojos. El primer paso para mejorar como personas es reconocer nuestros errores. Sigamos aprendiendo. Sigamos descubriendo el mundo.
      ¡Un abrazo grande!

  10. Un post humano, en donde nos damos cuenta de que no Hay que juzgar el libro por su cubierta. Muchas gracias por recordarnoslo!!!

    • Lo más doloroso para nosotros ha sido darnos cuenta de que seguimos arrastrando prejuicios que ni siquiera sabemos que tenemos. Solo ha sido cuestión de encontrar una situación que nos pillara de nuevas para que salieran a la luz. ¡Colleja para nosotros!

  11. Preciosa historia¡¡¡ Se me han saltado las lagrimas. Un dia os descubri buceando por instagram y desde entonces estoy enganchada a vuestras historias. Lejos de postureos y dando lecciones de vida sin pretenderlo. Bravo¡

    • ¡Gracias Yolanda por tus palabras! Nos alegra mucho leer eso de que “nos descubriste por casualidad”. Los algoritmos de las redes sociales no nos lo ponen fácil y este último año hemos intentado mejorar en ese aspecto. Sobre las lecciones de vida… no diríamos tanto pero gracias también 🙂

  12. Tú lo describes muy bien, una lección para no olvidar, como aprendemos de ellos, lo que sabemos y no aplicamos.
    Un beso

  13. Poco a poco vamos aprendiendo a través de las experiencias con los niños. Partimos de cero. Aunque, realmente, no es de cero. Vosotros también llevabais un recorrido. Es lo bueno de viajar, que ya partís con un bagaje previo de experiencias contra los prejuicios. Pero hay algunos miedos que… nos reactivan.

    Gracias por la historia.

    • Ahora el viaje nos enfrenta a miedos nuevos e inesperados. Vamos a tener que estar más atentos a nuestros impulsos de lo que esperábamos.

  14. Gracias por contarnos esta pequeña anécdota contra la prejuicios. Estoy segura que Koke (aunque no lo parezca) habrá aprendido un montón también y que Manuel se habrá puesto muy contento al volver a casa

Dejar un comentario