Empieza el proceso de metafurgosis a tiempo completo.
Nadie nace con todo aprendido. Nadie empieza un viaje sabiendo lo que va a pasar.
Metafurgosis: dícese del paso de viajero relativamente dependiente a la hora de transportarse al de suponerse independiente para ir, volver, parar, comer y dormir donde quiera y cuando quiera.
Como breve introducción, tenemos que reconocer one more time que llevábamos mucho tiempo queriendo viajar sobre ruedas. Tras algunas pruebas en coche en Nueva Zelanda, Sudáfrica y la Costa Oeste y en Australia, sur de Francia e Islandia en camper, llegaba el momento de hacer un nuevo sueño realidad.
Y llegó la ansiada camper a nuestras vidas. Arminda, para más señas.
Vernos recorriendo países a nuestro antojo sin perdernos ni un solo pueblo, mirador o lugar poco concurrido, dejaba de ser una ilusión inalcanzable para convertirse en una realidad a pagar en “cómodos e interminables plazos”.
El día 1
Aunque íbamos al concesionario a recoger a nuestra futura compañera de viaje con toda la ilusión del mundo, aquello destilaba tintes de matrimonio concertado. Arminda no sabía nada de nosotros y nosotros muy poco de ella. Bajo esa premisa inicial y a pesar de todo, estábamos destinados a compartir alma, corazón y viajes.
La primera cita barra toma de contacto barra encuentro, fue relativamente extraña. Por un lado, algunas cosas no parecían exactamente como pensábamos: “Esto ahora parece más grande”, “¿Esto no era más ancho?”. En fin, nada grave.
Para Arminda el shock tuvo que ser algo mayor. De repente entró un niño de tres años y empezó a saltar, remover, quitar, cambiar, soltar, levantar, tirar, etc.
“Sí, queremos”
Una vez asumida la nueva situación por todas las partes, nos llegaba la explicación a modo de guía rápida: boiler, ad blue, centralita, gas, k6, glp, vatios, voltios, aguas transparentes, aguas grises, aguas negras, inverter…
En solo cinco minutos te sueltan una cantidad de información imposible de retener acompañada de un “buen viaje”. Ea, allá te las apañes. Solo habíamos tenido una sensación parecida y fue la del día en el que salimos del hospital con Koke en los brazos y un incierto “¿y ahora qué?” en la cabeza.
Pero entonces, nos subimos, arrancamos y… “ouyeah”. Una sensación de creernos Thelma, Louise & son nos recorrió el cuerpo. ¡Teníamos camper! Era real. Empezaba una nueva etapa. Volvíamos una vez más a la casilla de salida en esto de los viajes (la primera de mochileros, la segunda como familia viajera y ahora en camper): inocentes, ingenuos, ignorantes… pero felices.
Nada más salir casi la rallamos de punta a punta con la puerta del concesionario. Todo lo que hacía unos minutos parecía pequeño (un cajón, una cama, una mesa) hacían un conjunto enorme que no nos cabía en las rotondas, los carriles y los aparcamientos. Eso sí, que bien se ve todo desde allá arriba.
“¿Y si somos los mejores bueno y qué?”
A los cinco minutos de trayecto se nos había olvidado todo lo que nos habían contado del funcionamiento de Arminda. No sabíamos qué era nada ni dónde estaba todo… pero daba igual. Empezaba una nueva aventura. Una nueva forma de vida. Un nuevo y enorme saco en el que meter recuerdos. A partir de ese momento, tocaba aprender y asimilar todos los trucos que supone toda forma de viaje y vida.
Instauramos aquí y ahora, nuestro nuevo lema y grito de guerra:
¡Hasta el siguiente vaciado de potty y más allá!
¿Te vienes?
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