Paseando, descubres un montón de bares interesantes, casas más que curiosas y bonitos graffitis. La verdad es que no tenías ni idea de que por aquí hubiera algo interesante. De repente, oyes algo de follón y te acercas a ver qué pasa. Es una actuación improvisada que te tragas enterita…
A media tarde llegas a un precioso mirador en el J Owen Grundy Park del que no habías oído hablar y desde el que se muy bien Manhattan. Allí, un señor que sostiene una bici con alforjas te pide que le hagas una foto y te cuenta que, a sus 50 años, va a cumplir su sueño de recorrer Estados Unidos durante los próximos tres meses. Tú le cuentas que acabas de llegar y él te da un montón de consejos de lugares para visitar.
Os despedís y te vas a comprar algo para prepararte en casa. Mientras buscas un supermercado, te tomas una cerveza en la terraza de un bar restaurante que se llama Porta. Allí una chica al verte (o mejor dicho, al oír tu acento), te pregunta de dónde eres. Casualmente, resulta que ella estudió allí. Te recomienda dónde puedes hacer la compra a mejor precio, te da un par de consejos sobre Manhattan y sin saber muy bien cómo ni porqué, os intercambiáis los teléfonos. Ya de vuelta y mientras miras por la ventana hacia la Estatua de la Libertad, piensas en qué vas a hacer a partir de ahora.