Actualizado 08/02/2018

¡Huele a Lisboa!

Después de una nueva visita a Lisboa, te despiertas en tu cama con toda “la resaca” de los cuatro días vividos. Con la mirada perdida en el techo, te empiezas a hacer una serie de preguntas que, hasta ahora… no te habías planteado. ¿Puede haber una ciudad más bonita y a la vez humilde en el mundo que Lisboa? ¿Por qué cuando se piensa en ciudades europeas de obligatoria visita, Lisboa no sale entre las 10 primeras de la lista? Haces la prueba… y no, una vez más, no sale en la lista. Así es. Allí está Lisboa… Lejos de todo. A lo suyo. Sin presumir. Sin meterse con nadie. Sin fanfarronear de lo mucho que sus calles esconden. Ajena a insulsas disputas por etiquetas que, a la hora de la verdad, no sirven de nada.

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No piensas en monumentos (cada ciudad tiene los suyos) sino en sensaciones. Quieres pensar en esos detalles que convierten a esta ciudad en la que no mucha gente piensa, en una ciudad indispensable. Dispuesto a deshacer el misterio… intentas ser más preciso analizando la situación y te preguntas de nuevo: ¿qué tiene que envidiar Lisboa a cualquier otra ciudad europea? Y te pones a sacar dedos para enumerar todo aquello que te parece digno de mención.

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Para empezar, tiene río. Hace tiempo oíste decir que una ciudad, para ser bella, no lo es del todo si no tiene inmenso mar o buen río a sus pies. Del Tajo hablamos. Ancho y largo río al que saludar por la mañana y al que admirar por la tarde mientras se despide del Monumento a los Descubrimientos de Belem para convertirse en mar. No haré más preguntas señoría… Y de tu puño, emerge el dedo índice. Señalador y certero.

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Para continuar, tiene tranvía… no todas las ciudades pueden decir lo mismo. Muchas de las que optaron en el pasado por retirar de sus calles un sistema de transporte tan ecológico y barato, se arrepienten ahora. Siendo más que objetivo y sin querer tomar partido (aún), el de Lisboa no es un tranvía más. Vetusto es, forjado en amarillo, con corazón de madera, surcando cables que recortan el cielo y gran elegancia en sus andares. Tanta, que todo el mundo se planta a su paso para hacerle fotos sin pedir permiso. Un tranvía que sube y baja incansable. Un tranvía que más que llevar y traer gente, la pasea. Tu mano, ahora con corazón, es símbolo de victoria.

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Entre vías del tranvía, viven los adoquines que nacidos del terremoto de 1755 visten calles y aceras. Un fino empedrado del que es muy muy difícil levantar la mirada (más que por lo resbaladizo en ocasiones… por lo estético y decorativo siempre). A pesar de ser pisado una y otra vez, un suelo salpicado de tal digna identidad, no es un suelo cualquiera. Tu mano, “cada vez se compromete más” con la causa.

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Del suelo a los tejados. Salpicados de regias tejas rojas que te enrojecen cuando las miras “desde arriba”. Ordenadas. Siempre armónicas. Durmiendo unas encima de otras. Regalándole a la ciudad igualdad, homogeneidad y singularidad a partes iguales. Sin alardes. Sin pena. Con gloria. Tu meñique dice que ya van cuatro.

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Esos tejados “no serían nada” sin las antiguas fachadas que los aguantan y que soportan el pesado paso de los tiempos modernos. Esos tiempos que en otras ciudades trajeron consigo paredes de cemento, cristal o ladrillo visto, aquí no acaban con miles de azulejos a los que perseguir con tu cámara (de nuevo) para inmortalizar a menos de un metro de distancia. Azulejos pintados a mano que cubren paredes convirtiéndolas en murales. Murales azules, blancos, amarillos… Murales que más que para sostener, están para exponer.

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El buen criterio de mantener antiguas fachadas y no caer en las tentaciones del desarrollo (que todo se lo lleva por delante), se hace visión al haber apostado por el florecimiento de los graffities…

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Obras de arte callejero que con tiempo (para hacerlas) y con el tiempo (para quererlas), complementan a “la colección permanente” de azulejos.

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Y así, las fachadas cargadas de historia, ahora también exhiben historias que revalorizan a los edificios, a la ciudad, a los paseos y hasta los contenedores de vidrio.

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Fachadas, azulejos, graffities… Necesitas la otra mano para seguir la cuenta. Para poder sumar el ambiente de sus calles. Calles llenas de vida hacia afuera. De música compartida. De ropa tendida que refresca el aire…

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De partidas de dominó infinitas. De tuk-tuks que te recuerdan a otros lugares. De enormes pompas de jabón volantes, cintas de colores colgantes y parejas ambulantes.

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Y ahí estás tú. De vuelta. Triste vuelta. Con la lluvia afuera. Tumbado en la cama y con las dos manos señalando al techo y pensando en lo poco que Lisboa tiene que envidiar a esas otras ciudades con “más fama”. Pensando en su vetusto y elegante tranvía, en los suelos preciosamente empedrados, en los tejados de teja roja que enrojecen, en un río al que admirar mientras dice adiós, en las coloridas fachadas con historia cargadas de historias libres y extrovertidas…

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Por ponerle un “pero” a Lisboa (alguno tenía que haber), tienes que echarle en cara que siempre que vas, te encierra en el centro para no dejarte salir. Forzándote a repetir una y otra vez la misma visita que ya habías hecho la última vez que fuiste. Imponiéndote el volver sistemáticamente a los exactos idénticos sitios de siempre. Recelosa y como no dejándote ver sus otros posibles rincones.

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Solo aprovechando un despiste, puedes conseguir escaparte un día a Sintra. A deambular entre sus calles estrechas, amplios jardines y palacios de cuento. Pero esa… es otra historia.

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Aunque huyas por unas horas, una fuerza superior te empuja. Te sientes “obrigado” a volver a ese centro que tanto atrapa. A ahogar tus alegrías en pasteis, churrasquerías y bares. A sentarte en cualquier parte a ver pasar el 28 y el 15 o a montarte en ellos para ver cómo todo se detiene a tu paso. A escuchar, oler y ver. A subir al Barrio Alto… a bajarte de él. A hacer lo mismo de siempre. Todo eso que tanto te gusta.

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Llegados a este punto en el que este post se te va de las manos y casi se convierte en oda, debes reconocerlo: tienes el síndrome de Estocolmo Lisboa.

Dicen que lo retro vuelve. Aunque la verdad es que Lisboa, no se fue nunca.

(suspiro)

Nota: si te ha gustado leer todas estas sensaciones que Lisboa desprende, quizás te guste ver un video sobre ella.

18 Comentarios

  1. Me encantó éste post sobre Lisboa, porque soy fan de ésta ciudad también. Y lo que expresan es lo que me pasó a mi también. Amé Lisboa y es una de mis ciudades europeas favoritas, está en mi top 5 diría. UN saludo!!!

  2. Que emoción! Has conseguido transmitir por escrito lo que se siente al visitar esta bella ciudad! Este último verano, con 20 años, por fin me he decido a hacer mi primer viaje sola con mochila después de tanto soñar despierta. Y escogí Portugal! Les recomiendo volver por esas tierras, hay tantos lugares más por descubrir fuera de Lisboa y Sintra. Ahora sólo pienso en volver a empacar pero para partir muy lejos esta vez. Vamos, que a mi también me ha entrado síndrome jeje

    Un beso chicos y nunca dejen de recorrer el mundo. Porque al fin y al cabo la vida es sólo una colección de recuerdos 😉

    Isabel G.

    • De tan cerca “que la tenemos” es como que vamos retrasando conocer Portugal de arriba a abajo. Lo haremos, seguro. El poco tiempo que hemos pasado allí nos ha llenado tanto, que ¡la cosa promete!

  3. Acabo de viajar un poco por Portugal éste mayo pasado… empezando por Porto, luego Coimbra y Lisboa. – Hay que decir que Porto, aunque siendo la “capital del mal tiempo”, es la que más me ha gustado: es tranquila y alegre al mismo tiempo, te sientes mas seguro que en Lisboa (donde al salir de la estación ya te entra la sensación de que allí anda gente solo buscando a turistas…), mientras en Porto no tardas en tener tus bares y sitios preferidos y dentro de 2 días te sientas en casa. Claro, tambien ni hablar de los pasteis y cafés, el mercado de Bulhao… sería interesante que no dices de allí!

  4. Me ha encantado el post Ruben, Lisboa es una de las ciudades que quiero visitar, a ver si puedo sacar unos días este próximo verano. ¿Tu cuantos días recomendarías para visitarla bien? Gracias y saludos!

    • Te va a encantar. Para verla tres. Y cuatro o cinco para vivirla y disfrutarla. Ah… Y otro para ir a Sintra!

  5. Maria Paula Mangione Responder

    Ame tu post ruben,iba leyendo y el corazon cada vez se me llenaba mas de cosas lindas,tengo 18 años soy argentina y mi sueño es viajar por todo el mundo,conocer cada calle, cada sensacion,cada corazon.Gracias por esta pequeña alegria!

    • Anda que no tienes tiempo para viajar!!! Soñar con ello “desde ya” es el motor. Muchas gracias y un gran beso.

  6. Excelente post, Rubén. No puedo esperar a volver a Lisboa… fue mi primer amor viajero, hace ya… 50 años! Por suerte pude volver hace unos años… y me quedé con ganas de más. Qué saudade! Gracias por el recuerdo.

    • Gracias a ti Enrique. Sin duda es una ciudad que tiene “algo” que se gana a pulso a diario. Yo he estado 4 o 5 veces. Espero volver al menos 4 o 5 más.

  7. Estuve por tercera vez hace unas semanas, Lisboa es una pasada! Lástima que esta vez estuve en Almada (al otro lado del río) y apenas me dio tiempo a callejear por el centro… Una ciudad a redescubrir, sin duda!

    • Pues… sabes que tienes que volver, no? Quemar recuerdos renovando ilusiones. Seguro que Lisboa te recibe de buena gana y te ofrece momentos “sinfin”.

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