Llevas cuatro meses seguidos haciendo las mismas combinaciones de paseos tomados de tres en tres por Madrid. Carrito va, carrito viene… el parque del Retiro ya no tiene secretos para ti. Te sabes de memoria el número del titiritero que siempre se pone en el mismo lugar al lado del lago, la exposición del Palacio de Cristal y la forma de los pasillos de la rosaleda que, a estas alturas del año, aún no tiene rosas. La ruta por el barrio de los Austrias tampoco despierta muchas sorpresas y, la de tu barrio de Tetuán o Plaza Castilla, menos.

Llegados a este punto de saturación, atascos y varios, toca un cambio de aires y a ser posible, con mar a la vista. Así surge la idea de ir a Palma de Mallorca. Un lugar al que hace mucho tiempo que no vas (siempre te has preguntado por qué los canarios no van a Baleares y por qué los baleares no van a Canarias) y en el que os apetece andar sin fin, ni medios que lo justifiquen. Paseando sin saber de antemano qué te vas a encontrar al doblar la esquina y de paso (ya que la idea es estar mucho en la calle), asegurándote un alto porcentaje de buen tiempo aunque sea invierno. Pudiendo parar en cualquier lado en caso de emergencia (ya sea para labores de ingesta o evacuación infantil). Sin prisas. Sin estrés. Sin caos.

No nos vamos a engañar. Aunque el proyecto de viajar como forma de vida no es negociable, en esta nueva etapa en la que hay un tercer componente en el equipo, las cosas tienen que cambiar un poco. De momento, actividades como el canoping quedan a un lado para ser sustituidas por el porteo o “el carriting”. A día de hoy, la calle es ese lugar en el que pasan las cosas más interesantes para un bebé y donde todo es susceptible de ser observado durante un largo rato en armonía y familia. Mientras uno asimila y ve cómo es el mundo, otros disfrutan de la paz del momento. Y a Palma que te vas…

Hasta ahora nunca te habías preguntado cómo es eso de viajar para un bebé. Qué impresión se puede llevar un pequeño ser al visitar un nuevo lugar, qué le llama la atención y sobre todo: cómo es la experiencia desde su punto de vista. Ver una ciudad como bebé (desde el carrito o el porteo) es, de alguna manera, una visión parcial y con cierta censura de un lugar del que te llevas solo un trozo. La parte que te ponen. Lo demás, queda en el lado que ciega el sol.

Según vas caminando, no dejas de mirar hacia arriba por primerísima primera vez. Intentando ver Palma como un bebé. Desde un ángulo diferente que, dicho de paso, te llama mucho la atención: palmeras que se te tiran encima; balcones que se sujetan unos con otros; cornisas que recortan el cielo en diferentes ángulos y farolas que marcan en silencio el camino de ida, para iluminar luego el de vuelta.

Si ahora está muy de moda ver las ciudades desde arriba a golpe de drone, no parece estar nada mal verlas desde abajo “mecido en carrito”.

Aunque no tienes agenda y no llevas nada preparado (más que tus piernas), tres días paseando por Palma dan para mucho. Dan para no saber por dónde vas exactamente y aparecer en un lugar que no te esperas; para pasar varias veces por el mismo sitio como si te metieras por un agujero en el espacio o para sentarte a ver pasar a los que vienen y van. Eso es lo que querías y lo tienes. Los pasos, el instinto, alguna recomendación previa, la casualidad y la música, hacen el resto.

Bajo el sol que más calienta y la sombra que más enfría, los pasos os llevan  del muelle deportivo a la Plaza Mayor pasando por Es Baluard y el Borne. Entre yates y molinos. El instinto os mueve de la Plaza de España, a la Basílica de San Francesc y os sienta delante de una ensaimada a media mañana y de un vermut a mediodía. Las recomendaciones os aconsejan ver el mercado del Olivar y comer en el de Santa Catalina. Y así, siesta mediante en el hotel, pasean las horas…

Justo cuando el sol, más que quemar, ilumina, salís de nuevo. La casualidad y la música de las actuaciones callejeras os llevan de un graffiti a otro y de allí, hasta la Almudaina y la Catedral. Sin palabras. El entorno y el césped del Parc de la Mar, se prestan a todo tipo de juegos y a hacerle cientos de fotos “al niño” (de esas con las que los padres luego damos el coñazo a los amigos).

Queda demostrado que aunque andar sin objetivos es una sensación bastante especial, en una ciudad como Palma acabas llegando igualmente a todos los sitios. Recorriendo las mil y una callejuelas que serpentean tu ruta. Repaseándolas con gusto. Hasta dos y tres veces. Hasta dos o tres días. Eso sí, siempre ante “la atenta y altiva mirada” del Castillo de Beliver.

Al día siguiente y al otro, os da absolutamente igual volver a doblar las mismas esquinas (ojo, no se ven igual en un sentido que en otro); cruzar las mismas plazas (no se parecen entrando por diferentes calles) y recorrer las mismas calles (cambian, según la acera por la que vayas).

Sientes que se ha cumplido el objetivo con creces: ¿querías buen tiempo para pasear tranquilos sin achicharraros hasta el infinito y más acá? Pues eso os habéis llevado. Además, habéis redescubierto Palma desde otro ángulo. Uno que se os había pasado por alto y que, a partir de ahora, vais a tener que empezar a tener muy en cuenta.

Nota: para ser sinceros, y a pesar de lo mucho que al pequeño viajero le han gustado los tejados de Palma, lo que más de lo que más le ha encantado de la ciudad es jugar sobre el césped frente a la catedral y unos pequeños molinos de viento de colores que giraban nerviosos en un balcón. Y es que, la primera lección que hemos aprendido es que si tú estás bien, él está bien. Nosotros, encerrados en casa, no estamos bien.

Guía rápida de Palma de los sitios que más nos han llamado la atención:

 

Dónde picar:

– Orxateria i Xocolateria Ca’n Joan de S’aigo (fundada en 1700) // Carer de Ca’n Sanç, 10: ensaimadas, cuartos, palmeras, helados artesanos y chocolate caliente.
– Bar Bosch // Plaza del Rey Joan Carlos I, 6: bocadillos de sobrasada, jamón, queso, etc. (las llamadas langostas).
– Sifoneria Tenda // Correr Santa Clara, 4: sitio peculiar con una amplia carta de vinos.

Dónde comer:

– Bar Flexas // Correr Llotjeta, 12: cocina fusión con ingredientes autóctonos y buen vino.
– Mercado de Santa Catalina // Plaça de la Navegació, s/n: una vez dentro, puedes hacer un recorrido picando por sus puestos. Bar Joan Frau (tapas de cocina tradicional mallorquina); Bar Des Mercat (lo compras fresco en la pescadería y te lo hacen a la parrilla); Charcutería Selecta Izquierdo (degustación de embutidos de la tierra y quesos internacionales).
– Vermutería La Rosa // Carrer de la Rosa, 5 (abre en domingo): conservas, croquetones, pulpo… y claro, vermut.

Dónde cenar:

– Patrón Lunares // Carrer de la Fabrica, 30: un sitio curioso con curiosa comida y encima, rica.

Dónde dormir:

– Can Blau Homes // Carrer de la Sala dels Flassaders, 6: abierto en 2014, se trata de un lujo de lugar muy especial. Apartamentos independientes con cocina y piscina en la azotea. Mejor ubicación imposible.

 

Nota: este viaje ha sido financiado por la Fundación de Turismo de Palma para que contáramos nuestra visión de la ciudad. Todas las opiniones y recomendaciones aquí publicadas son libres y sin revisión previa.

Aquí te dejamos las experiencias de nuestros compañeros de viaje:

-Un paseo fotográfico con Los viajes de Ali.

-Unir puntos en Palma con Viajador.

-Librerías de Palma con Ahora toca viajar.

 

14 Comentarios

  1. A Kike le han encantado los molinillos de viento y a mí el post y las fotos, todo con un punto de vista muy original. Pero sobre todo con una idea, aprende a viajar es ponerse en la piel de otro, sea la de un bebé en Palma o la de un vendedor callejero en Bangkok.

    Muy inspirador!!!!

    • Gracias Palo. Sin duda, entramos en una nueva dimensión. A ver qué nos deparan los nuevos viajes que tenemos en mente 😉

  2. La verdad que es super curioso viajar desde la mirada de un bebé. Este finde hemos estado con una pareja y su hijo y descubrimos una Cádiz completamente diferente. Nos gustó aunque por ahora no permanentemente

  3. Me encanta la perspectiva de Jorge!! Me rompéis esquemas, me inspiráis, me animáis, aunque todavía estoy en esa frontera de… viaje largo o bebe en casa?? Porqué no las dos….!!? Jmmm Con ganas de seguiros a los 3!!!

  4. Poco a poco le irán llamando la atención otras cosas. Cosas que sólo se ven en el sitio al que vais. O bien cosas que hay en todos lados. Otros niños, aunque tengan los ojos achinados. El ganado, aunque tenga los cuernos más largos. Otro tempo, que tendrá más colores y una música menos lúgubre. Y, luego, cómo habla la gente. Y qué comen. Y cómo sonríen… casi siempre.
    Pero, sobre todo, como decís, lo feliz que es su familia cuando se mueve.
    Hay que moverse.

    • Qué ganas de vivir todas esas cosas. Pero sin prisas. No queremos que ya nos diga que quiere viajar solo. A disfrutar de cada momento… y ¡a moverse!

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