Por mucho que quieras aventura, lo de plantarte sin nada en una ciudad como Nueva York a ver qué encuentras no te parece una gran idea. Aunque tu preferencia era Brooklyn, porque siempre has oído que es un barrio muy interesante, encuentras un hotel en Queens con trivago. Según parece, tiene unas vistas maravillosas de Manhattan. En fin, “¿Por qué no?” Puede que lo de ir a un barrio del que no esperas nada, sea incluso más interesante. “Además, está bien comunicado con el centro”, te autoconsuelas al ver los comentarios de otros huéspedes. Pues ya está… reservado. Es un poco caro y tendrás que comer siempre fuera, pero te apetece el capricho y si eso, ya ahorrarás sobre la marcha por otro lado. Una vez en el avión, te relajas casi viendo una película y te duermes con ganas. Al llegar, pasas el control de pasaportes con alegría y gloria y te vas hasta el Air Train que recorre todas las terminales para llegar a Jamaica Station.
Desde allí, un tren te lleva a Woodside y luego, coges un metro hasta Queensboro Plaza. En solo una hora y por menos de 10$, te plantas en el hotel. Entras y la recepcionista te recibe con una sonrisa. Te da la llave y lo primero que haces al entrar en tu habitación, es asomarte al balcón ya que tienes unas vistas de Manhattan maravillosas. Allí te quedas durante un largo rato viendo como el día se transforma en noche y como la ilusión lo hace en sueño.
Al día siguiente, desayunando, no puedes evitar oír la conversación de una pareja que tienes en la mesa de al lado. Llevan casi una semana allí y se quejan del tiempo que les ha hecho y de que, a punto de irse, no han podido ver casi nada.
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Nota: la empresa a la que hacemos referencia en esta parte de la historia, forma parte de un acuerdo de colaboración. Eso sí, nuestras opiniones son independientes y están basadas en nuestra percepción real sobre el mismo. Este tipo de acuerdos puntuales nos permite monetizar parte del mucho tiempo de trabajo que invertimos en este blog.