¡Cara!

Te levantas y como lo lanzado es deuda, te vas a ver la parte este de Manhattan. Paseando, te encuentras con el singular Flat Iron que te hipnotiza con su magia que va de menos a más. Un poco más allá, concretamente en el 889 de Broadway, te llama la atención una tienda de platos que se llama Fishs Eddy. Te dan ganas de comprarte un plato de cada, pero al final te quedas con uno enorme que simula un mapa topográfico.

Después, cruzas un mercadillo que te encuentras en Union Square y una vez llegas al East Village, te dedicas a perderte por sus calles entrando en todos los jardines comunitarios que puedes. Bares, tiendas, balcones… todo tiene un sabor especial en este barrio.

Hablando de sabor, a estas alturas del día tienes un hambre enorme y, por casualidad o causalidad, apareces delante del Katz´s Delicatessen donde te comes un sandwich de pastrami como hizo Meg Ryan en la película “Cuando Harry encontró a Sally”, pero sin happy end.

Como aún es pronto, miras el mapa y ves que estás muy cerca de Chinatown, Nolita y el SoHo. Allá que te vas. A ver todo tipo de puestos callejeros con patos colgando, tiendas de tendencias y boutiques de precios inalcanzables.

Si algo tiene esta ciudad, es que te empuja a comprar compulsivamente, y bueno… algún capricho cae. No ha estado nada mal el día. De vuelta a New Jersey y ya con la noche encima, paseas un poco por el barrio y te encuentras con el Barcade.

Un garito retro en el que puedes tomarte una cerveza y jugar a una de las extintas máquinas clásicas de videojuegos de los años 80. Te vas a casa y en la cama, con la tele de fondo, piensas en qué te apetece hacer al día siguiente ya que solo te quedan un par de días y el domingo lo tienes reservado para intentar ver una misa de gospel e ir a Central Park.

 

1- Entregarte a la cultura visitando el MoMA y el Museo Metropolitano de Arte.

 

2- Visitar la Estatua de la Libertad y la zona de Williamsburg en Brooklyn.