Vaya por delante que Japón nos fascina increíblemente. Todo lo que te rodea es un derroche estético de tan buen gusto, que es imposible de asumir. El país, además de ser “de otro mundo”, tiene mil sitios que ver, se come maravillosamente y no es tan caro como la gente cree. Definitivamente, es un lugar único. Sobre todo, por los japoneses. Y es que, la última vez que estuvimos por aquí, nos fuimos con muchas sensaciones encontradas. Por un lado, nos quedamos encantados con la educación infinita de la gente, su honradez sin igual, su amabilidad sin limites y su civismo extremo. Por otro, nos fuimos dándole vueltas a la cabeza a esa forma de ver la vida tan particular en la que el buen funcionamiento de la sociedad está absolutamente por encima de la felicidad del individuo. Sin concesiones. Sin miramientos.

Pensamos mucho y muy fuerte (aún hoy) en esa ley no escrita de la “no confrontación” que todo el mundo lleva a la práctica hasta límites insospechados (a no ser que medie el alcohol y entonces se pueda liberar consentidamente la personalidad y pensamientos reales de cada uno). Seguimos hablando entre nosotros sobre la forma tan particular en la que en Japón se trata el amor, el sexo y las relaciones personales en general. Detrás de tanta perfección y cuando empiezas a rascar un poco, todo parece resultar reservado, a veces turbio e incluso de mal gusto pero, como todo está impregnado de “inofensivos dibujos”, no acaba resultando tan duro. Más bien, entrañable.

La última vez que estuvimos en Japón, nos quedamos con una extraña sensación de que todo el mundo “lleva una doble vida” o tiene una personalidad oculta: la educada y cívica que muestra en público y la de búsqueda de la satisfacción personal que esconde y protege por encima de todas las cosas. Nos llevamos la impresión de que es bastante difícil enterarte de qué es lo que pasa exactamente por la cabeza de un japonés cuando te sonríe y saluda tan amablemente.

Al final, después de no parar de observar, de preguntar a extranjeros que llevan mucho tiempo viviendo aquí y de charlar con algún japonés que otro, te acabas montando unas historias tan retorcidas tú solo, que acabas juzgando por encima de tus posibilidades y acusándoles (a todos), de llevar una vida gris, solitaria y nada feliz. Acabas acusándoles (entre otras cosas) de que son extremadamente serios, de que no se relacionan pasionalmente y que no dicen lo que piensan.

Ajá… ¿Y? ¿Qué es lo que te parece mal de todo eso? ¿A quién quieres crucificar exactamente? Una vez más, te ha traicionado el subconsciente. Pensabas que ya habías superado esa etapa, pero está claro que no. Vamos a mirarnos un poco hacia adentro a ver qué encontramos… ¿Qué te hace pensar que hablar casi gritando con tus amigos en el metro o en un restaurante es bueno y reconfortante para los que os rodean? ¿Por qué gritar de un coche a otro en un atasco debería ser digno de imitación y aplauso? ¿Qué hay de bueno en que la gente no de los buenos días, diga gracias o perdón? ¿Es realmente de listo y espabilado colarse o no respetar turno? ¿Qué tal está eso de tirar basura al suelo?  Y si nos ponemos a pensar sobre lo que en nuestro “modelo ideal” se hace mal de puertas hacia afuera… ¿qué será lo que se hace mal de puertas para adentro? ¿Qué habrá oculto? No te lo quieres ni imaginar.

Y en estas, que te encuentras de nuevo en Tokyo en pleno #chinchetaTrip. Un año y medio después. Aparentemente, todo sigue igual… pero no. Esta vez habéis venido tres. Y además, la gente que antes ni os miraba, ahora os sonríe. Se acerca. Pregunta. Se interesa. Pero no es por ti, “es por él”. Te has traído, sin saberlo, un “arma de contacto masivo”: un bebé kawaii (lindo o tierno en japonés), que derriba una y otra vez esa idea que te habías formado de que los japoneses, son fríos y serios.

En el metro, por la calle, en las tiendas, en los parques, en los restaurantes… en prácticamente todas las situaciones y momentos, él, consigue llegar donde tú no te habías ni acercado. Con una inocencia ajena a todo tipo de prejuicios. Con una mirada limpia del que “no sabe” y es feliz. Con una sonrisa que derrumba muros. Con la sana curiosidad del que no busca resquicios ocultos… taras residuales… comportamientos extremos.

Y es en ese momento, cuando te preguntas cuál es el modelo que quieres para tu hijo: uno en el que dos padres se pegan delante de otros niños durante un partidillo infantil de fútbol un sábado por la mañana u otro en el que todo el mundo espera a que se ponga verde el semáforo para dar ejemplo y porque “es lo que se debe de hacer”.

Está claro que no existe un modelo perfecto de sociedad y que todas tienen “sus cosillas”. Probablemente, lo que haya que hacer es quedarse con lo bueno de cada una e intentar “hacerlo tuyo” dando ejemplo. Así, puede que algún día y en todas partes, las cosas sean un poco mejor de lo que son, están o parecen.

Empiezas a pensar que está muy bien eso de querer enseñarle el mundo a tu hijo pero, tiene toda la pinta de que vas a aprender muchas cosas tú de él. Sin duda, viajar con niños es diferente.


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Este post forma parte de nuestro primer viaje en familia de 9 meses llamado chincheta trip. Si quieres leer otros artículos de la serie haz clic aquí.


 

 

 

 

9 Comentarios

  1. Me pareció sublime pasar en apenas líneas de “juzgar por encima de nuestras posibilidades” a “inocencia ajena a todo tipo de prejuicios”… Maravilloso!

  2. Hermoso post. Para tener en cuenta en mi inminente viaje a Japón, el que afrontaré (salvo una gran sorpresa) sin niños propios.

    Saludos

  3. Madre mía Ruben! Uno empieza a leer el post y las ganas de viajar van en aumento, las ganas de explorar y verse en situaciones fuera de “lo normal para un español”… y cuando más lees mas quiere uno viajar!

    Pero no acaba ahí… según avanza la lectura algo cambia pero no te das cuenta hasta que, casi al final del post de repente es como, ¡joer yo quiero ser padre! Menos mal que una cosa no quita la otra como bien demostrado esta hoy en día jeje. Ya solo me falta encontrar una mujer superviajeraYaventurera que me quiera y quiera ser mamá también! 😉

    Un abrazo familia!

    • Encontrar a esa compañera viajera aventurera ha sido la mayor dificultad para este gran viaje en el que llevamos seis años. Lo del niño… todo es ponerse

    • ¡Jajajaja! No he podido evitar entrometerme por aquí 🙂 A ver si nos vamos a haber equivocado y en vez de abrir un blog de viaje teníamos que dedicarnos a intentar que aumente la natalidad en el país… ¡Otro abrazo grande!

  4. Je je, sí, los niños son un arma de socialización masiva 😀 Yo soy de normal tímido tirando a muy tímido. Sin embargo, cuando tuve a mis niños, no pude evitar pasar el tiempo hablando con gente en el parque, en la guarde, en el cole, en la cola del pan, en… en todos lados! La verdad es que viene genial para vencer la timidez 😀

    Sobre el carácter japonés, qué puedo decir, es cierto que tienen esa mezcla de carácter reservado con una pátina de sociabilidad para que la cosa funcione, para que todo fluya. De hecho, no hay más que ver lo independientes que son sus relaciones: amigos, familia, trabajo. Pocas veces (nunca?) mezclan a unos con otros. Bueno, la verdad es que pese a todo no me disgusta nada su forma de ser 😀 En un país genial para turistear, para trabajar, para ¿vivir? Bueno, eso último ya no lo tengo tan claro…

    Buena estancia por el país del sol naciente familia!

    • Koke nos va a acercar aún más a la gente, eso está claro. Habrá que hacerse a la idea 🙂

      Son muy especiales los japoneses, sí. A mí tampoco me disgusta su forma de ser. Al menos, de turista, te lo ponen muy fácil. También es cierto que, si vives aquí y eres extranjero, te lo complican todo un poco. Así que, piénsatelo muy bien!

      🙂

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