De la saga “Koketeando con” del #chinchetaTrip… llega el sexto episodio y, por lo tanto, el turno de los sudafricanos. Teniendo en cuenta de qué va esta saga, es normal esperar que una vez más, contemos a través de la relación de los locales con un bebé, cómo percibimos nosotros la simpatía, ternura y cariño de dicha gente (de una forma totalmente subjetiva y sesgada, claro).

Y sí… a grandes rasgos podemos decir que todos (unos y otros (porque allí sigue habiendo “unos y otros”)) fueron más que agradables con nosotros atraídos por el encanto de un pequeño canijo que saluda y llama constantemente la atención de todo el que ve.

Pero el caso es que no toca hablar ni de unos, ni de los otros. Toca hablar de… “ellos”.

Desde el primer momento, se mostraron cercanos. Muy próximos. Como si la presencia de extranjeros no les molestara lo más mínimo.

No sabríamos decir quién ni cuándo fue más atento. ¿Los pingüinos de Boulders Beach que paseaban a nuestro alrededor? ¿Las ballenas de Hermanus que pasaban a saludar una y otra vez? ¿Las jirafas del Parque Kruger?

Todos los “animales salvajes” que conocimos viviendo en son de paz con libertad y a los que los humanos tristemente cada vez acorralamos más y más, nunca nunca se ocultaron. A pesar de colarnos en su casa sin preguntar… nunca se enfadaron. A pesar de hacerles fotos a discreción sin discreción… nunca se irritaron.

Y mientras tanto, allí estaba Koke. Koketeando con todo. Con la boca abierta al tener una jirafa a dos metros de distancia. Alucinando al ver una manada de elefantes cruzar delante de nosotros. Señalando con emoción al divisar a una ballena saltando en el agua. Observando con detalle todos los detalles del cuerpo de un lobo marino bañándose delante de él. No perdiendo ojo de ese gracioso cuerpo lleno de plumas que persigue a toda velocidad la cabeza de un avestruz.

Allí. Justo allí estaba Koke. Koke sin miedo.

Y seguro seguro que alguna hiena se fue jocosa a comentar con alguna compañera de jauría que detrás de un pequeño humano blanquito, había visto unos padres a los que se les caía la baba sin freno. Con frenesí. Unos padres que aún a día de hoy, se alegran de haber ido a Sudáfrica con su bebé de 10 meses a pesar de lo peligrosisisisisisima que era, de “los peros” y de los mosquitos que nunca vieron. Unos padres que a pesar de retumbarles cual repelente canción de verano (y contra su voluntad) la dichosa frasecita de “total, si no se va a acordar”nunca olvidarán aquella pequeña cara que sujetaba semejante sonrisa.

Y todo aquello: sensaciones, recuerdos, fotos y más… gracias una vez más, al vicio de koketear con los habitantes locales.

 

 


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Este post forma parte de nuestro primer viaje en familia de 9 meses llamado chincheta trip. Si quieres leer otros artículos de la serie haz clic aquí.


 

2 Comentarios

  1. Muy interesantes los habitantes locales de Sudáfrica. Me ha apetecido mucho ir a conocerlos con calma ya que parecen buena gente. Gracias por presentármelos. Un saludo!

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