A estas alturas de este mini #euroHDtrip en el que te ha dado por volver a algunos sitios en los que ya habías estado, empiezas a notar que se trata de un viaje diferente.

Nota: Diferente. Dícese de esa palabra comodín que usas en casi cualquier lado para darle un toque entre cool y místico al resto de la frase y que, con el paso de los post, las ciudades y la vida en sí, va perdiendo valor, sentido y hasta sensibilidad. Es como lo de poner muchas veces las palabras “sonrisas”, “sueños” o “especial”. Palabras que el día que nacieron venían cargadas de magia y que, con su excesivo uso a lo largo del tiempo, se van quedando vacías.

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Caes en que este viaje, se está caracterizando por revolver una serie de sensaciones que tenías por ahí ocultas. Puede que sea porque uno es más crítico con lo que conoce (con su casa) y da más margen a “lo raro” (esos lugares en los que todo está “al revés” pero que te parece bien).

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Dicho esto, después de un nuevo paso por “tu Berlín”, llegas a “tu Praga”, ciudad en la que viviste y trabajaste durante un tiempo. No mucho. Pero suficiente. Suficiente para que se convirtiese en una ciudad a la que siempre le has tenido un gran cariño. Suficiente para tener muchas ganas de volver. Suficiente para preocuparte en la distancia de lo que allí ocurría. Suficiente para poder hablar con cierto conocimiento de causa y sentirte un poco legitimado al hacerlo.

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Nunca fue un secreto que Praga es como una ciudad salida de un cuento. Después de esta visita, te ha quedado claro que no eres el único en pensarlo. Otros 10.000 turistas forman parte del cuento que, ahora, te hace menos gracia y te parece menos mágico (también). Y así, con esta introducción tan particular a la par que poco inspiradora… te lanzas a intentar pasear por la ex-capital del Reino de Bohemia y de la pacíficamente dividida Checoslovaquia.

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“Perdón… Excuse me… Sorry…” Te vas haciendo hueco mientras andas y piensas. Si allá por 2001 había bastantes turistas rondando por el casco histórico de esta ciudad, hoy en día cuesta bastante trabajo esquivarles. Están por todas partes. En grupos persiguiendo paraguas. En pareja. En familia. De despedida de soltero. En formato recién casados con cohorte de fotógrafos, ayudantes y maquilladores. A un lado y a otro. Amigos retándose a ver quién bebe más. Conduciendo coches de época de imitación. Echando carreras en bicicletas. Seegways. Patines de agua. Turistas. Miles de turistas. Los hay altos. Bajos. De aquí. De allá. Oyes hablar español, inglés, japonés. Hordas de gente que se han apoderado del centro ahuyentando a los fríos checos a beber cerveza algo más lejos. Algo más tranquilos.

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Recuerdas que ya hace 15 años, los checos ya eran bastante reservados en general. Percibías cierto recelo por su parte hacia el que venía de fuera y eso ahora, es mucho más evidente. Y lo entiendes. Entiendes que resulte molesto que tu ciudad esté literalmente “tomada” por la fuerza. Sin armas pero con cámaras de fotos de última generación.

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Además de resultarte difícil ver a un checo suelto a no ser que trabaje en el sector servicios, has percibido un notable cambio en la ciudad. Una gran cantidad de bares, restaurantes y tiendas de toda la vida, han desaparecido para dar lugar a sitios… más cool. Más de gusto occidental. Más comunes.

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De alguna manera, todo esto te apena y duele a partes iguales, pero no sabes si es una percepción que compartes con todos los que están por allí rondando o es solo tuya y debido al recuerdo que tenías de la ciudad. Praga no es así. No era así.

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Es aquí, repasando y repaseando los lugares de obligatorio peregrinaje como el Puente de Carlos, El Castillo, La Plaza Vieja, el Barrio Judío, etc… Aquí, donde te encuentras esquivando palos selfie y parando cada dos metros para no meterte dentro de una foto en la que no quieres estar y en la que no se te espera, cuando piensas en la pescadilla, el mordisco y la cola.

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Praga es una ciudad en la que realmente notas que estás de más. Otras ciudades europeas como Roma, París, Barcelona, Berlín… (por no extenderte en la lista) siguen su camino. Se trata de destinos recurrentes que, cada vez, se van haciendo algo más hostiles con el que viene de fuera. Piensas. “Sorry… Excuse me… Sorry…”

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Estás más inmerso que nunca en uno de los últimos estadios de lo que acabas de filosofar y bautizar como, “El despiadadooooo ciiiiiiclo turístiiiiiiiicooooooo”, ístico, ístico, ístico… O lo que es lo mismo, tu particular explicación y análisis de bajo presupuesto de algo que debió empezar hace muchos siglos y que repite constantemente errores (que tú también cometes) en distintos momentos y lugares. Allá va:

EL DESPIADADO CICLO TURÍSTICO

  1. Llega alguien de fuera por curiosidad o error a un lugar poco conocido.
  2. Los lugareños, halagados, regalan afecto al extranjero. Le miman y agasajan en señal de agradecimiento por la inesperada visita y por querer conocer su cultura.
  3. El visitante se enamora del lugar. De su autenticidad, de sus gentes, de su cultura, de las experiencias vividas. El extranjero se va con pena y los locales recuerdan su paso con cariño.
  4. A medida que el visitante habla de las maravillas del lugar conocido allende fronteras, empieza a llegar más gente poco a poco.
  5. Todo es ideal. Cunde la armonía. Los pájaros cantan. Los más pequeños son felices jugando y aprendiendo de los visitantes que les hacen fotos (antes, dibujos a carboncillo) mientras los mayores cocinan, comparten anécdotas y dan acomodo. Los visitantes agradecen cualquier tipo de hospitalidad generosamente con dinero u objetos extraños del más allá.
  6. Los lugareños se dan cuenta de que ese sitio en el que viven y que para ellos es normal, es muy atractivo e interesante para otras personas. Se plantean promover el lugar para atraer más gente y así generar algún tipo de nueva economía ya que, eso de trabajar el campo (o similar) es muy cansado y… “estuvo bien tener aquí al extranjero”.
  7. Cada vez llegan más y más visitantes. Los lugareños empiezan a pedir cierta compensación a cambio de alojamiento y comida mientras los visitantes aceptan gustosos ya que el precio es irrisorio a cambio de lo que reciben.
  8. Los más mayores empiezan a pensar que tienen en sus manos a la auténtica gallina de los huevos de oro y van subiendo los precios. A los visitantes les parece bien pero, según suben esos precios, empiezan a pedir más comodidades en las casas y platos más conocidos y a gusto de su paladar. Como todo el mundo quiere prosperar (y ganar dinero así es mucho más fácil que trabajar en el campo), se le da al visitante “lo que desea”.
  9. Al más listo del pueblo, con influencias y contactos o al de cierto nivel económico, se le ocurre importar/implementar varias ideas/negocios. Una especie de hotel, visitas guiadas, restaurantes, etc.
  10. Pasa el tiempo y cada vez vienen más viajeros. El dinero se invierte en que las infraestructuras sean mejores (para el visitante) a costa de “lo de siempre”. Visto y demostrado que los extranjeros tienen dinero de sobra, los niños piden monedas a cambio de fotos y a los mayores empieza a no hacerles gracia ser objetivo de objetivos. El querido extranjero se convierte en turista puro y duro y tiene una palabra con la que le nombran en tono algo peyorativo.
  11. Los lugareños que se subieron al carro de la prosperidad son felices. Tienen varios negocios que funcionan solos y se dedican a comprar las casas y propiedades de todos aquellos que no tuvieron ese empuje emprendedor y siguieron a lo suyo.
  12. Como siguen llegando más y más turistas, los precios suben y suben y los lugareños de a pie casi no pueden acceder a lo que antes tenían casi gratis. A saber: patrimonio cultural, patrimonio natural y entretenimiento/ocio.
  13. El lugar es muy famoso y no paran de llegar visitantes de todas partes para conocer “tan auténtico y especial lugar” del cual, todo sea dicho, cada vez queda menos.
  14. De la alegría y curiosidad por el que viene de fuera y pasando brevemente por el desconcierto, se ha llegado en tiempo récord al “no aprecio” en forma de malas caras, feos gestos y rudas contestaciones.
  15. Los lugareños empresarios contratan por un salario muy bajo a sus propios vecinos y a estos, no les queda otra que aceptar las condiciones para poder vivir donde siempre han vivido sus ancestros. Venden sus propiedades para poder comer y se mudan a las afueras mientras ven como las casas de sus abuelos, ahora son tiendas y restaurantes de moda.
  16. Los nuevos visitantes que llegan después de oír cantos de sirena, se sienten decepcionados con lo que se encuentran. Pagan precios muy altos por quedarse casi en el mismo tipo de hotel, comer el mismo tipo de comida y hacer el mismo tipo de cosas que hacen en sus lugares de origen. Además, el lugar está lleno de otros turistas y la gente local es muy muy antipática.
  17. Cada vez viene menos gente. A la desesperada y para mantener el tipo de vida e inversiones realizadas, los empresarios empiezan a promover actividades cada vez más estrafalarias que atraen a un tipo de turista cada vez menos cuidadoso con el entorno, la cultura local y el sentido común.
  18. La dura realidad supera a la ficción. Viendo una foto o un cuadro antiguo es casi imposible reconocer el lugar. Empiezan a cerrarse sitios. Casi no viene nadie  y el lugar es una triste sombra de lo que nunca tuvo que dejar de ser.
  19. Con el paso del tiempo, lugareños entusiastas de la vida y el bien, intentan a través de novedosas ideas y planes, volver a la esencia. A lo antiguo. Recuperar “lo que una vez fuimos”. El pueblo se une de nuevo y el lugar, con esfuerzo y tiempo, recupera parte de su encanto e historia.
  20. Se vuelve al punto 1.

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Desde el mirador del Castillo y con Praga a tus pies, llegas a la conclusión de que esto del turismo es más o menos así (con sus evidentes matices). En un primer momento, te pones más del lugar de los lugareños. De los que sufren en sus carnes ser dominados. De los que se ven arrasados por las circunstancias. Circunstancias y consecuencias que en otras partes del mundo, son mucho peores.

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Por otro lado y “sin defender al turista sin corazón”, piensas que son los propios lugareños los que acaban vendiendo sus propiedades. Los que venden su cultura a cambio de dinero fácil. Los que se aprovechan de sus propios vecinos para ganar más y más dinero y no saben o quieren decir “no”.

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Y sobre todo, sobre todo… de lo que te das cuenta es que tú, tú mismo, eres lugareño y visitante a la vez (como eso de ser conductor y también peatón). Te das cuenta de que te gusta que te traten bien en los sitios a los que vas. Que te sonrían (aquí va de nuevo una palabra fácil comodín). Que quieres vivir experiencias únicas y especiales. Que no quieres que te miren mal. Que no te respondan mal. Que no te odien “por el camino”. Así que, te das cuenta que empieza por ti sonreír a los que vienen de fuera a conocer tu casa. Empieza por ti ayudar al visitante. Eso sí… no a cualquier precio. No a costa de lo que eres y lo que te rodea. Al mismo tiempo, caes en que no debes hacer en casa de otros lo que no quieres que hagan en la tuya. Te reafirmas en que debes ser respetuoso y cuidar los lugares que visitas para que estos, sigan siendo tan especiales (palabra comodín de nuevo). “Sorry… Excuse me…”

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“Praga, aunque hoy no me gustas tanto como ayer, te quiero por lo que un día fuiste para mí y tienes que saber que siempre siempre será así. No te preocupes, no pienso hablar mal de ti. Eso nunca. Pero me reservo el derecho a hablar mal de los que te visitan sin respetarte y de los que viven en ti y que con sus feos gestos, te crean mala fama y no te hacen (ni se hacen) ningún favor. Y eso, si es que le importa a alguien, vale para el resto de ciudades que me encantaban y que cada vez me gustan menos por unos… y por otros”.

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Nota: la mayoría de las fotos que “no hacen honor ni justicia” a este post pero lo acompañan, han sido tomadas entre las 6 y las 8 de la mañana o forzando mucho el encuadre. No se trata de un sinsentido… es más bien un homenaje.

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Si te ha gustado este artículo, probablemente también te interese “El pueblo del que nunca te hablaremos”.

20 Comentarios

  1. MARÍA CADAVIECO Responder

    Joder, que se me han quitado las ganas de ir jajajjajajajaj este es un blog que invita a no viajar, a quedarse en casa con el gato. Es brooooma. Las fotos son preciosas pero entonces hay que madrugar, no? buffff

  2. Fui a Praga con un grupo de amigos en 2008…. Mis reflexiones allí fueron que el turismo les había arrebatado la ciudad, que entre el gentío y los elevados precios los checos no podían disfrutarla.
    Intentamos ser lo más respetuosos posibles, pero aún así, todos dejamos huellas en los sitios que visitamos….
    Me ha encantado tu post, recordar las sensaciones que me produjo ese viaje….

  3. Hola Rubén:
    Llevo varios días dándole vueltas a tu post (eso es bueno, ¿no? Que haga reflexionar). Estuve en Praga por primera vez hace un par de años y ya era tal y como lo describes, creo que nunca he visto algo tan exagerado como lo de tratar de cruzar el Puente de Carlos fuera de las 7 a.m.
    En realidad a lo que le doy vueltas es al ciclo que describes, ya que, por más que pienso, no soy capaz de encontrar ningún caso en el que se vuelva directamente al punto 1. Tal vez se me ocurren destinos que vuelven a un punto medio del ciclo, pero al principio del todo… No sé, lo veo difícil (o no caigo). En cualquier caso, ¡enhorabuena por la reflexión!

    • Hola Vanesa… Ante todo, gracias por las jornadas de reflexión Esta “teoría” no deja de ser una autocrítica cargada de cierta ironía y salpicada con un poco de exageración. Aun así… has oído que en Tailandia han cerrado la isla de Tachai (Koh Tachai) al turismo por tiempo indefinido debido a los daños causados? De alguna manera, esa vuelta al punto 1 es como “el fin de los dinosaurios”. Puede que en lugares como Uyuni acabe siendo un control reducido del paso diario de visitantes y mucho más caro. O, que se empiecen a practicar políticas turísticas como las de Bután. No sé, pero sigo viendo los devastadores efectos del turismo y como cambian los lugares con el paso del tiempo. Sin ir más lejos, ayer en Ella (Sri Lanka). Lo que me ocupa y preocupa ahora es que nosotros (algoquerecordar), con nuestra presencia, de alguna manera, también causamos cierto daño. Por mucho que intentemos repartir riqueza no comiendo siempre en el mismo sitio, durmiendo en guesthouses locales, siendo respetuosos con el medio ambiente, etc. Y así vamos por el mundo… reflexionando sobre él.

  4. Hola Ruben. Acabo de entrar por primera vez en vuestro blog y parece que tiene muy buena pinta. Felicidades.

    Morir de éxito o vivir del éxito? Esa es una cuestión que tiene muy difícil respuesta. Todo el mundo en Roma quiere ver la Fontana Di Trevi en su primer viaje a Roma. ¿Alguien ha dado un paseo por el gran canal en Venecia el día que hay dos cruceros atracados?, ¿El mercado de la Boqueria es el mejor sitio para hacer tu compra de fruta semanal?.

    Todo el mundo queremos ver los sitios mas típicos de los destinos y todos vamos. Pocos viajeros. Yo me incluyo. Pensamos en la sostenibilidad y la masificación del destino. Nos limitamos a ir y vamos y pagamos el peaje d una masificación de la que todos somo cómplices.

    Es verdad que a estas alturas Hay ciudades en las que es difícil encontrar un lugar poco masificado en el que el lugareño no te mire mal con cara de hastío. Pero que se puede hacer contra eso? No ir? Quizá si. Por que no.

    Y los gobiernos que invirtieron millones en promocionar su ciudad. Van a hacer algo al respecto. O hablan del problema con la boca pequeña.

    Creo que hay muchas incógnitas en la ecuación. Pero si de verdad algunos destinos quieren ser sostenible. Creo que no quedaría otra que limitar accesos como en Cinque Terre, en Italia. Este verano se esta limitando el acceso a los turistas porque los lugareños temen por su supervivencia cultural.

    ¿Estaría Barcelona dispuesta a eso? o Venecia? o Roma? O Praga?

    Un saludo viajero.

    • Pues me parece bien… y no. Es como el caso de Bután. Tiene su razón de ser, su fundamento, su explicación… y no. Cada caso tiene su explicación. En el caso del Cinqueterre es verdad que allí, no cabe mucha mucha gente por mucho que sean 5 pueblos. Peeeeero… cuándo empezaron a promocionarlo y a abrir tiendas con souvenirs ridículos y pizzas de oferta? Cuándo empezaron a llamar al turismo con esas fotos tan llamativas de pueblos de colores al borde del mar? Era muy fácil ver publicidad en catálogos del lugar. Pero ahora… uyssss… ahora viene muuuuuucha gente y se quejan los vecinos y ya no nos va bien. Pues eso es lo que hay. No haber vendido casas para hacer tiendas, hostels y restaurantes para guiris. Dicho esto, el caso de Bután tampoco me emociona. 250$ por día de estancia para preservar la cultura? No hacía falta eso. No des permisos para bares con happy hour ni tours en seegway y ya habrás conseguido mucho. En definitiva, no te vendas. Y si te vendes, no te quejes. Por otra parte… si visitas, consume “local”. Respeta. Observa. Disfruta con distancia. No exijas “lo tuyo” estando fuera. Pero bueno, esta es una opinión. Y no, Barcelona, Venecia o Roma no están dispuesta a eso porque el turismo, es muy muy importante para esas ciudades. O, al menos, para quienes las controlan.

  5. Sabemos de lo que hablas…hemos sentido eso de no poder hacer una foto….eso de la aglomeración, los paraguas etc. Las expectativas eran muy altas sobre esta ciudad y rozaron a lo “esperado” porque la ciudad es de cuento, cierto, pero había momentos que te apetecía cerrar el libro. La mejores horas a primera y última hora del día y te enamoras de cada esquina!
    Buena reflexión la de la “invasión”.
    Un abrazo guapos

  6. Me da mucha pena leer y ver estas cosas por dos cosas, la primera, la ciudad se convierte en un parque temático y los que siempre han vivido allí se desesperan (en Barcelona está pasando lo mismo). La segunda razón es que me arrepiento de no haber viajado más y descubrir estos sitios antes de la llegada de las hordas de turistas 🙁

    Europa te tengo tan abandonada que me lo pierdo todo. Pasará lo mismo con Dubrovnik por el efecto Juego de Tronos?

    • Pasa lo mismo con muchos lugares. Y lo peor, es que esos otros lugares cambian para siempre más de la cuenta. Lo importante es ser conscientes (creo) de que si nos molesta a nosotros “la invasión” en casa, debemos tener cuidado cuando salimos fuera y no ceder a los cantos de sirena del happy hour. Así, los sitios (aunque con mucha gente), puede que sean más soportables para todos.

  7. Que gran post!
    Hace dos años Praga ya era justo lo que describes… de hecho yo fui uno de esos seguidores de paraguas (y en español que me vino de perlas).
    Cierto es que fuimos en pareja, a nuestro rollo y evitando un poco coincidir con las masas aún así… Justo lo que describes. Cierto también que nunca pensé como era antes del primer paso del Despiadado ciclo turístico y todos esos cambios por los que se ve afectada Praga (de entre otras en la lista…)

    Personalmente:
    Tengo Praga idealizada (y lo reconozco) por la magia que nos envolvía a mi ex y a mi durante la semana que estuvimos ahí. Por ende y desde mi punto de vista fue todo tan idílico que era necesario leer algo parecido a este post y así salir de esa magia que nubla mis recuerdos para darme cuenta que efectivamente no fue más que eso, una ciudad turisteada por tropecientos turistas y nosotros.

    Pues eso… Gracias crack! Muy buena reflexión!

    • Daniel… los sitios no son especiales por el lugar en sí, sino por las experiencias que vives en ellos. Eso es lo que hace que India para algunos sea especial y otros la odien. Los momentos, la compañía, las anécdotas… A mí me ha encantado ir con Lucy (ella no conocía la ciudad) pero, no ha sido lo que ella esperaba. Ni lo que yo recordaba. Abrazos!

      • Las distancias se han acortado y está en “tendencia” visitar lugares “icónicos” y hacer un “check” en la gran lista de destinos antes de morir. Viajes contra reloj…sin tiempo, sin respeto ni interes por captar el alma del lugar.

  8. Tuve la oportunidad de vivir en Praga entre 2001 y 2002 realizando mi Servicio de Voluntariado Europeo. Fue la primera vez que tuve una experiencia en el extranjero. Y sin duda fue junto a la vuelta al mundo de enunsalondete (blog en el que lo cuento) la mejor experiencia de mi vida.
    Desde entonces he vuelto una sola vez a Praga, fue hace 10 años, fue en invierno y no noté un exceso de turistas.
    Desde entonces cada año pienso que debo volver a Praga, a su puente, a su metro, a Modrany (el barrio periférico en el que vivía) a sus salchichas de la plaza wenceslao. Pero nunca me decido.
    Pero hoy lo tengo claro. Debo volver y ver cómo han cambiado las cosas. Viajar es ver cómo le pasa el tiempo a esos sitios que una vez nos emocionaron.

    • Cuéntanos qué tal es para ti esa vuelta. A ver si coincidimos o no. Al fin y al cabo, vivimos allí el mismo año según parece 😉

  9. Ay, nooooo. Lo sabía pero no quería leerlo. Y he picado movida por el morbo, lo confieso. Esto es por lo que quiero y no quiero volver a esa Praga mitificada en mi recuerdo. Praga fue mi primera ciudad, mi primer viaje fuera de España en marzo de 2002. Me tuve que hacer pasaporte y pasar la frontera por aquello de que no era UE. Me encontré con una ciudad mágica que me enamoró al instante, apenas turistas, comer en el centro con una cerveza costaba 3 euros al cambio… Desde entonces es mi ciudad mito. Es verdad que los checos eran reservados pero nunca diría que “bordes”. Amigos que han ido después me han hablado de “otra Praga” saturada de turistas, por la que no se puede ni andar… ¿Ver el atardecer en el Puente Karluv sobre el río Moldava con el señor del acordeón? Imposible. Aún así, sé que más pronto que tarde volveré. Y, como Rubén, la seguiré queriendo aunque ya no sea la misma… C´est la vie.
    Un abrazo

    • Mmmmhhh… interesante incertidumbre, no? La duda sobre volver y arriesgarte a quemar bonitos recuerdos o la posibilidad de revivirlos.

  10. Un post un poco triste, pero cierto. Cuando escuchas eso de “A X no se puede ir, es demasiado turístico” habríamos de preguntarnos muchas cosas al respecto.

  11. Yo estuve por primera vez con 14 años poco después de la caída del muro. he vuelto 3 veces más, la última hace 5 años y aunque me sigue pareciendo una ciudad increíble no he vuelto a notar la magia de la primera vez.

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