Darle la vuelta a la isla de Puerto Rico en coche, es una de esas cosas que hay que hacer sí o sí (ya que estás por aquí). Y resulta que en la parte noroeste de la isla (de Arecibo a Rincón), te espera una buena dosis de Naturaleza en estado puro.

Sales de San Juan sin tener claro al 100% qué es lo que te vas a encontrar. Sabes que habrá playas y surferos… pero poco más. Has planificado la ruta, pero no has indagado mucho sobre lo que hay en ella y cruzas los dedos para que los lugares te sorprendan por sí mismos. Llegas hasta Aguadilla y preguntas a la gente cuáles son los balnearios (playas) más interesantes a visitar.

Apuntas todos los nombres y vas de una a otra como si mañana se fuera a acabar el mundo: Shacks Beach, Surfers Beach, Survival Beach, Crash Boat Beach, Sandy Beach, Balneario Rincón… Entre playa y playa, te tomas un respiro visitando las Ruinas del Faro Borinquen y el Faro Punta Higüeras.

Nota: Llegados hasta aquí, tenemos que contarte un secreto. Estás leyendo el blog de una familia viajera con piel clase C. Es decir, con una capacidad para quemarnos cual noruego veraneando en Cádiz. Por eso, solemos no estar mucho tiempo bajo la acción del sol o nos tapamos como si fuéramos moradores del desierto. Dicho esto, hay que reconocer que la media de las playas tienen una nota muy alta. Veamos lo que dicen los jueces…

7 – 7,5 – 8 – 7 – 8,5 – 8 – 8

La realidad es que visualmente son muy bonitas, con poca gente y manteniendo aún ese punto auténtico que supone que no se pueda llegar a todas con facilidad y que no estén llenas de chiringuitos, restaurantes y vendedores ambulantes. Como en San Juan, cruzas los dedos para que “eso”, dure.

En esta zona, las olas suelen formar parte del paisaje y por ello, es muy normal ver surferos salpicando el mar constantemente. Durante estos días, además, coincide la visita de un frente frío que hace que el mar esté más bravo de lo normal. Tú, que has empezado tarde en esto del surf, te das cuenta de que vuelves a perder la oportunidad (tal y como pasó con el buceo en su momento) de soltar adrenalina a distancia para poder decir luego: “yo he surfeado en Puerto Rico”. De momento, tienes que conformarte con contemplar cómo lo hacen otros ya que tienes muy claro que no acabas de tener la destreza necesaria para salir con dignidad del intento. Además, si alguien tiene la mala idea de decirte más adelante “Bueno… surfeaste en Puerto Rico, ¿no?” tú ya tienes preparada una coartada: “Es que con el niño, no se puede”. Está claro que como “en eso de viajar”, los frenos son nuestros propios temores pero, poner al niño como excusa, no admite réplica posible. ¿Por qué no lo vas a utilizar tú también? Total, si él no puede decir que le apetece verte intentar surfear.

El caso es que te llama la atención que por aquí, cabalgar sobre las olas no tiene edad. Desde la costa, no puedes evitar seguir con la mirada a alguien durante un rato que por lo que sea, te llama la atención y que al salir, no le puedes quitar ojo a su colección de años. No está todo perdido… “aún queda tiempo para aprender a surfear con cierta dignidad”, piensas.

En vista de que no eres lo suficientemente surfero, que justo durante estos días hace más viento de lo normal y que no quieres ponerte rojo cual carabinero, toca buscar nuevos horizontes.

Antes de venir a Puerto Rico, te habían comentado que por esta zona había unas cuevas y preguntando, te dicen que vayas a Cueva Ventana. Miras en el mapa, y resulta que está en Arecibo. Un lugar que te pasaste de largo por venir directos hasta estas olas a las que no te atreves a enfrentarte. Es, en estos momentos, cuando piensas que eso de planificar un poco más las cosas, también tiene sus ventajas. Al día siguiente os subís en el coche y os vais a la cueva.

Una vez allí, hacéis un recorrido más o menos “standard” viendo estalactitas y estalagmitas, pasando por varios espacios y, cuando ya te estabas arrepintiendo de no haber investigado cómo era la cueva… llegas hasta el final y se te ponen los ojos como dos aros de hula-hop (o como se escriba). Habías estado en varias cuevas pero, el redoble final con el que acaba esta, te deja descolocado. No te esperabas esas vistas. Esa altura. Esa perfección. Sacas la cámara (que llevabas guardada hace un rato) y te pones a disparar a “quemarroca”. Por favor… ¡googlealo! (Cueva Ventana Arecibo)

Aún alucinando con lo visto, quieres probar suerte de nuevo y le preguntas a la primera persona que ves lo siguiente: – “Hola… ¿por aquí cerca, qué más hay así interesante?” – “Pues aquí al lado hay un parque arqueológico y cerca de Arecibo está la Cueva del Indio”. Esto de las cuevas os ha encantado tanto, que os da por probar suerte de nuevo. Obviemos los detalles del traslado y demás y situémonos ya en “el lugar”…

“¡¡¡¿Pero esto qué es?!!!”

Varias formaciones rocosas que caen sobre el mar y luchan contra su oleaje, se repiten a lo largo y ancho de la costa perdiéndose en el horizonte. No tenías ni idea de que este sitio existía y, un momento… sale en “Piratas del Caribe” (y al parecer en otras tantas películas). Abrumados, esperáis pacientemente a que las nubes os den una tregua y dejen asomarse al sol para que lo ilumine todo bien. Sin duda, este paisaje merece que os lo llevéis de recuerdo en varias fotos que poder ver más adelante.

Va a ser difícil encontrar un tercer lugar inesperado pero… probáis de nuevo y el dueño de la casa en la que os estáis quedando os dice que en San Sebastián, está la cascada de Gozalandia. Más allá de que el nombre es fantástico, pensáis en el daño que os hizo la visita a Iguazú en su momento. Si decidís ir, es porque ahora hay un tercer viajero en el equipo y además de que le encanta el agua, hasta la fecha sólo ha podido ver la Berlin Falls de Sudáfrica y a cierta distancia.

De nuevo, toca sorpresa. La cascada de Gozalandia no es una… son dos. Y además, tienen un ambiente y una vida fuera de lo normal. La gente va allí a pasar el día. A escuchar música, bañarse, charlar, comer y saltar (en tirolina o desde la propia cascada). Todo es como muy… como siempre. Como eran las cascadas antes (supones): de la gente. Con la música por delante pero sin dejarse la basura detrás.

Demasiadas emociones para tan pocos días. Toca seguir camino hacia el sur… y preguntarle a todo el mundo que es lo que tenemos que ver.

Por cierto, haciendo de nuevo la maleta, es el momento en el que surge una promesa y una duda razonable. La promesa: hay que aprender a surfear con cierta dignidad. La duda razonable: si supiéramos “domar olas” y estuviéramos en un paraíso surfero… ¿habríamos visto todo lo demás?

 

7 Comentarios

  1. No tienen idea lo mucho que me he disfrutado este artículo. Lo disfruté más cuando cerraron con broche de oro en mi hermoso pueblo. Me llena de mucha alegría que hayan pasado unos días tan buenos en la isla del encanto. San Sebastián tiene mucho más para hacer y ver. Sigan disfrutando su vida viajera!

    • Este fin de semana dimos una charla justamente sobre estos dos últimos años de viaje y hablamos sobre tu isla. Fue una gran sorpresa. Nos gustó mucho descubrirla y especialmente después del paso del huracán. Conocer de primera mano lo que significa #PuertoRicoSeLevanta fue toda una lección para nosotros. ¡Un abrazo grande!

    • Van unos cuantos lugares en el artículo pero todos en la ruta entre Arecibo y Rincón. ¿No prefieres meterte en la ruta y tratar de encontrarlos? 😉

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