Del 5 al 9 de noviembre // 27º // Nubes y claros… claro.
El listón está muy alto después de los increíbles dos meses (que degustar, recordar, regurgitar y volver a disfrutar) que has pasado en Japón… y lo sabes. Tenías en mente volver al sur de India pero, entre que el cambio puede ser demasiado brusco para tus frágiles emociones y que tienes muy cerca (y a buen precio) uno de esos países que no estaba en tu lista y que probablemente no lo esté nunca, te decides a meterlo en la ruta de un día para otro. Es lo que tiene la improvisación máxima en viaje. Improvisación… “made in Taiwan” (lo siento, tenía que decirlo).
Llegas a Taipei de buena y pronta mañana (casi madrugada). A decir verdad, no tienes ni idea de lo que hay por aquí. Si no sueles prepararte mucho los destinos para dejar que se defiendan solos y te sorpendan por sí mismos dejando a un lado las puñeteras excpectativas, Taiwan se lleva la palma en cuanto a poca preparación.
Más allá de lo que ves en el primer paseo (que te llama bastante la atención, por cierto): la Oficina Presidencial, el National Taiwan Museum, el Peace Memorial Park, el Chiang Kai-Shek Memorial Hall… te quedas con las sensaciones que el mismo te produce. Y es que, por momentos, estás entre China y Japón con algunos toques vietnamitas.
Sí, hay puestos de comida callejera con patos colgando al sol, pero todo está bastante limpio y parece funcionar como un reloj. Hay miles de scooters y pocas papeleras, pero la gente no te acosa por la calle intentando venderte cosas, además hay aceras paseables y cafeterías por todas partes.
Un barrio te lleva a otro y el paseo te deja a los pies del 101. Un edificio que habías visto en cientos de fotos y que domina la ciudad dejándote sin palabras. Subes al mirador de la Elephant Mountain y te quedas allí pegado contemplando cómo la noche le gana la batalla final al día.
En días sucesivos, mezclas la cultura tradicional (viendo los miles de jarrones, sellos y mapas del National Palace Museum) con la callejera y espontánea (que abunda en cada esquina del barrio de Songshan).
Te lanzas a deborar todo lo que pillas en el Night Market de Shillin y pruebas, claro que sí, el stinky tofu (tofu apestoso) que por cierto, hace honor tanto a su nombre como a su olor.
Cada día que pasas en Taipei, es una sorpresa por todo lo que te encuentras sin esperarlo. Esa mezcla tan extraña de tradición y convulsa historia reciente, con una gran dosis de inesperada creatividad asiática y espacios apacibles de un país que en tu ignorante cabeza… solo se dedicaba a fabricar en serie cosas que diseñaban otros.
Pensabas que la salida de Japón iba a ser muy dura y esta primera toma de contacto con la capital taiwanesa te devuelve la ilusión y te excita fuertemente (en el viajero sentido de la palabra). Tienes ganas de ver más. De darle la vuelta a esta pequeña isla que no estaba en tu agenda. De alegrarte a rabiar por la decisión de haber venido… La curiosidad que no tenías antes de llegar… ahora es más fuerte que tú. ¿Qué más sorpresas tiene Taiwan reservadas para ti?… No te va a quedar otra que ir a descubrirlas. Tres… dos… uno…
6 Comentarios
De los tres meses que pasé en la isla solo me crucé con cuatro viajeros occidentales, y dos de ellos eran amigos míos que vinieron a visitarme… Aún me pregunto por qué no hay más occidentales visitándolo. Me pareció un país que tiene de todo y su gente es maravillosa.
Es cierto que no nos encontramos mucho occidental por allí. Probablemente Taiwan tenga la gran losa encima de estar “al final de la lista” para mucha gente.
Que bueno , siempre con ganas de descubrir lugares y q os sorprendan y nosotros esperando con entusiasmo vuestros comentarios geniales
Las ganas siempre están ahí… y lo sabes!
Que bueno! Cuando me dijisteis que Taiwan era la siguiente me pareció genial, un sitio en absoluto habitual. A ver, a ver qué más cosas llegan!
Un país que “no esperabas visitar” tiene que darte cosas que no te esperas. Por definición 😉