Del 7 al 10 de agosto // 21º // Manga larga protectora del sol de día y del frío de noche.

Aunque tu base de operaciones se encuentra en el pueblo de Leh, Ladakh es el nombre de la provincia que te dispones a explorar.

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Dicen los viajeros que llevan su propio medio de transporte que es la sensación que más se parece a la palabra “libertad”. Que no dependes de los horarios impuestos por otros, que paras y arrancas donde y cuando quieres, que llegas a lugares a los que no llega nadie. Que si te alcanza la noche duermes bajo las estrellas. Que si quieres puedes estar solo… “solo”, pero que el duro camino está lleno de otros que como tú van de un lugar a otro y que nunca te negarán una mano amiga porque saben lo que es la vida en la carretera.

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Y tú, firme defensor de viajar usando transportes públicos que te paran en esos malolientes bares de carretera y en los que compartes horas y horas con algunos desconocidos que acaban convirtiéndose en cómplices, te tragas todos tus argumentos cuando el Himalaya se cruza en tu camino. Esas montañas… “las montañas”.

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Desde Leh se organizan trekings impresionantes (e impresionantemente caros) con duración desde los 5 hasta los 15 días. No tienes tiempo suficiente para embarcarte en uno de ellos pero las ganas de recorrer esos paisajes de alguna manera se apoderan de ti.

Las opciones son las clásicas: transporte público de punto a punto con la posibilidad de poder observar el paisaje desde la ventanilla, autoestop sin paradas voluntarias, transporte privado con el consiguiente atraco a mano armada y una novedad en la zona… el alquiler de una moto y ya puestos que sea una Royald Enfield de 500 cc que es lo que se lleva.

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En la carretera a quien madruga… más horas de sol le ayudan. Así que despertador, desayuno potente, gafas de sol, pañuelo que filtre el polvo de la carretera, casco y al lío.

Nada más parar en la gasolinera de la salida de Leh, ya empiezas a disfrutar de la complicidad del resto de los conductores (y eso que pensabas que viajando en tu propio transporte no se podía interaccionar tanto con la gente). Todo el mundo ofrece su ayuda al amigo de la carretera: indicaciones para llegar adónde te diriges, paradas que no puedes perderte, cuánta gasolina vas a necesitar, dónde encontrarás la siguiente estación de servicio…

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En menos de 10 minutos estás en la puerta del primer monasterio de budismo-tibetano de tu vida: Spituk. No puedes evitar entender a los indios cuando se quedan mirándote fijamente sin pestañear porque ahora tú haces lo mismo con estos monjes tibetanos que tiene una increíble capacidad física para subir y bajar los escalones del monasterio-fortaleza que no en vano fue construido en alto.

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A tu salida, te cruzas con los caminantes que el bus público ha dejado en el parking y les observas sabiendo que mañana tú volverás a ser uno de ellos… pero hoy no. Vas a exprimir la Royald Enfield hasta Las Tierras de la Luna y vuelta. A medio gas. Disfrutando de cada subida, de cada kilómetro… de cada bache.

Curva a la derecha, curva a la izquierda, curva a la derecha… pueblito de 5 casas… curva a la derecha, recta para estirar las piernas… Pasas Nimmo, Basgo y al llegar a Saspol paras en una pequeña tienda en la que hay tres señores sonrientes de la zona. Do you have chai?” Las tres cabezas se mueven afirmativamente mientras paras el motor. El chai (té con leche, agua, laurel, cardamomo y azúcar) se alarga, porque como allí nunca para nadie, los señores tienen ganas de contarte cosas y de que pruebes el agua del Himalaya que es “mucho mejor que la embotellada”. Te piden que la próxima vez que vuelvas, sea en invierno. Son 25 grados bajo cero, pero todo es mucho más tranquilo. Y tú piensas: ¿aún más?

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En tu camino te acompaña el curso del río Indus hasta que en un momento dado, la carretera principal se corta y no queda más remedio que empezar a subir y subir y subir. Una hora y media de puerto de montaña. El río ahora ha quedado al fondo de la garganta. Abajo. Muy abajo. A tu derecha montaña y a tu izquierda barranco.

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Esas son las vistas que hay a tus pies mientras cruzas este paisaje lunar que tanto te recuerda a las películas de ciencia ficción. En cualquier momento podrían sobrevolar tu cabeza los vehículos de una carrera de vainas de Star Wars. Te acuerdas de las carreteras de Bolivia y Perú pero esta vez, eres tú el que tiene el control de la situación.

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Llegas hasta el monasterio de Lamayuru, donde después de comer tienes que darte la vuelta porque empieza a caer la luz. Te esperan otras tres horas de trayecto con puerto de montaña incluido. Esta vez no hay tiempo para paradas aderezadas con chai pero sí para llegar antes del cierre del conocido como monasterio más antiguo y emblemático de la zona: el monasterio de Alchi, famoso por la calidad de sus frescos que han cuidado para que no se estropeen por las lámparas de mantequilla de yack.

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La noche te alcanza justo unos kilómetros antes de regresar victorioso a Leh con el alma llena de viaje…

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Todavía te quedan unos días para explorar los alrededores, subir los 8 niveles del palacio del rey de Ladakh , pasear por los mercados tibetanos, recuperar el autoestop para llegar hasta el monasterio de Thikse (donde además se pueden presenciar los rezos de los monjes)…

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Todo te parece bien pero, en tu cabeza sigues dándole vueltas a lo que se siente cuando te mueves de una forma totalmente autosuficiente. Cada forma de viajar tiene sus ventajas y sus inconvenientes pero… ¿te estará pidiendo el cuerpo cambiar la tuya?

 

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8 Comentarios

  1. Madre mía, me estoy poniendo al día con estos posts y ya estoy soñando con ello, qué maravilla!! Aplausos llenos de envidia!
    Muack!!
    Alicia

  2. Hola, yo tuve la misma experiencia en el mismo lugar y ahora es el standart de mis viajes, como minimo bicicleta!! La india una vez vas… no hay vuelta atras!!!

    • La bicicleta me parece también una opción genial. Lo voy dejando caer de vez en cuando pero no me siguen mucho el rollo 😉 Aunque te confieso que tengo mis esperanzas… torres más altas han caído en esto de los viajes (jeje).

    • Gracias querido amig@! La zona es espectacular. Creo recordar que vosotros habéis pasado por India pero no estoy segura si os doy tiempo a llegar a esta zona. En cualquier caso… hay lugares que inspiran más que otros y este es uno de esos. Abrazos!

  3. Wow, eso de viajar por el Tibet con una Royal Enfield es el sueño de todo viajero! Qué envidia… 🙂

    • Hay que repetir/aumentar nuestra parte de sueño. Solo un día se nos hizo un poco corto la verdad. La próxima con más viajeros con los que compartir el trayecto motero. ¿Te apuntas?

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