Pongamos que la vida en Buenos Aires se ha puesto por las nubes y que nos da por irnos 40 días para allá. Entonces surge la pregunta: ¿dónde vamos a quedarnos? Es cierto que tenemos muy buenos amigos que ya antes de ir, nos ofrecieron quedarnos con ellos el tiempo que quisiéramos. Amigos que, estando ya en su casa, iban a montar a escondidas un cumpleaños increíble a nuestro canijo imposible de olvidar. Amigos que nos iban a hacer un asado, que nos ayudarían a organizar la premiere de “El síndrome del eterno viajero II” (dentro de poco habrá noticias sobre esto), que nos llevarían a varios rincones de la ciudad… En definitiva, amigos que queremos seguir manteniendo durante muchos años y a los que no podíamos castigar con nuestra presencia más de lo necesario. Si dicen que las visitas a partir del tercer día apestan, ¿qué pasaría después de cuarenta?

En fin, como no queríamos comprobar hasta que punto (extremo) nos querían, ni ir de prestado de un lado a otro cada tres días para tener que irnos antes de caer mal a todo el que se nos pusiera por delante… volvimos a recurrir al intercambio de casas. Un recurso en el que (después de haberlo probado en París, Bogotá y Ciudad del Cabo), podemos considerarnos “veteranos”.

Y así… fue como llegamos a la casa de Graciela

O mejor dicho, a la piscina pileta de su edificio. Y es que, si se suele decir eso de “bueno, el hotel lo queremos solo para dormir porque vamos a estar todo el día por ahí”, nosotros volvíamos a la casa un poco antes para poder estar en la piscina pileta. No podemos negar que en Buenos Aires, tanto en noviembre como en diciembre, hace bastante calor así que, se trataba de todo un lujo en el mismo barrio de Palermo. Rodeados de parques y con una combinación de autobuses colectivos inmejorable.

Y te preguntarás… ¿era necesaria la piscina pileta? ¿Vosotros no eráis de la Cofradía del Puño Cerrado? ¿Dónde quedó todo aquello del mochileo low-cost? ¿Qué hay de aquello de que dar la vuelta al mundo no es tan caro como parece?

Vale, vale… calma. “Tienes razón”. No es imprescindible tener una piscina para ir a Buenos Aires, pero resulta que cuando vas con un bebé al que le metes bastante caña cada día llevándole de un lado a otro, no está de más que la tarde sea para él con algo que le encanta. También es cierto que en esta metamorfosis de viaje en pareja a viaje en familia, te haces un poco más exigente. Así como ya no te apetece tanto ir a las dos de la mañana a una estación perdida de donde salen los autobuses colectivos más baratos para pegarte 18 horas dentro… tampoco te apetece meterte en cualquier sitio. Es imposible negarlo: buscas un poco más de comodidad. Si antes no te importaba tanto dormir en cualquier lado compartiendo baños casi limpios, ahora prefieres tener algunas cosas más controladas. En cuanto al dinero, ¿cómo tenemos que decirlo? El intercambio de casas es gratuito y además, también es verdad que si nos damos algún que otro lujo para estar más cómodos, nos lo quitamos de otro lado. Al final, nadie como uno mismo sabe a qué está dispuesto renunciar y a qué no. Piénsalo bien… ¿eres de esas personas que dicen “a mí mi cervecita diaria que no me la quiten, que estoy de vacaciones”? Pues según dónde, eso sí que es un lujazo.

En resumen… quiero suponer que no nos estamos acomodando en exceso, si no que nos estamos adaptando a esto de viajar en familia. Ahora hay que pensar en que, además de que ya no somos dos, “al tercero” también le gustan ciertas cosas. Y a esas cosas, hay que buscarles hueco. Probablemente, renunciando a otras. Intentando buscar la forma ideal. Intentando mantener el equilibrio. Intentando, como sea… seguir viajando y regalándole y regalándonos el mundo.

Por cierto… también había sauna. Pero no la usamos ni una vez.


Y dicho todo esto, si tienes alguna pregunta más sobre en qué consiste el intercambio de casas puedes dejarla en los comentarios. Por nuestra parte te dejamos algunas de las experiencias con fotos de las casas que hemos vivido en primera persona y los rituales que seguimos para hacer la casa “nuestra” lo antes posible:

Mi hogar es donde mi familia está.

Nuestra experiencia en París.

Nuestra experiencia en Bogotá.

Nuestra experiencia en Ciudad de el Cabo.


Código ético: este post forma parte de un acuerdo de promoción con el servicio de la red de Home Exchange. Nuestras opiniones y lo que te contamos al respecto son libres y están basadas en nuestra experiencia real.

 

6 Comentarios

  1. Viajar con peques es diferente, hay que hacer hueco para sus necesidades entre las que se incluye la comodidad. ¿A quién no le gusta disfrutar de cosas buenas? ¿Y por qué no hacerlo? Disfrutad, os lo merecéis 🙂

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