Después de koketear por el mundo con japoneses, chinos, yanquis, parisinos, colombianos y sudafricanos, llegábamos a Buenos Aires donde ya sabíamos que, entre porteños, íbamos a estar como en casa. Donde contábamos con tener calorcito asegurado. Donde los detalles que recibíamos (probablemente inmerecidos), se nos acumulaban día tras día. Pocas cosas más se pueden decir cuando hay gente que se cruza la ciudad solo para verte, te preparan varios asados o te abruman con el cariño derramado en un cumpleaños inesperado.

Mientras piensas que se trata de un gran final para el #chinchetaTrip, caes en la cuenta de que “eso no cuenta”. La idea de este pequeño experimento es otra. Se supone que, a través de los ojos de un bebé, teníamos que transmitir las sensaciones que recibíamos sobre cómo nos acogía la gente en los lugares que íbamos visitando. ¿Qué rigor tiene comparar sitios en los que prácticamente no conocíamos a nadie con lo que casi es nuestra segunda casa?

No queda otra. Hay que ser justos y hacer que todos los puntos sumados desaparezcan del casillero (aunque no de nuestros corazones), para empezar a mirar alrededor con un poco más de objetividad. Tan estrecho te queda el traje de justiciero, que te pasas de exigente y pareces no apreciar que a la gente le falta tiempo para ceder el sitio en el autobús, que tanto los niños como los mayores se interesan por el pequeño o que rápidamente se genera una conversación para saber de dónde venimos.

Y como piensas que sobre todo aquí, no sois tan exóticos (mismo idioma, parecidos razonables, semejante espíritu…), te preguntas por primera vez (un poco tarde) el porqué. ¿Por qué la gente se acerca más, si total… no somos tan especiales?

Breve inciso…

A todo esto, mientras tanto, me voy a hacer fotos a San Telmo y a Lucy y Koke, que se quedan en el Parque de las Heras, se les acerca “otro padre” con ganas de charla:

– Ché… qué lindo bebé. ¿Y el papá?

– Está haciendo fotos.

– ¿Por aquí?

– No, en San Telmo.

– ¿Y es muy grande?

A ver, reconozcámoslo, ¿no son entrañables? Si es que cuando sacan el italiano que llevan dentro y encima con el mismo idioma y ese acento… es para quererlos mucho. Sigamos.

¡Somos de fuera!

Esa es la conclusión. Ha sido así desde el principio. Siempre. Desde el día uno del viaje hasta el final. A la gente le llama mucho la atención que vayas a conocer su país con un bebé tan pequeño. Si lo piensas bien… tiene sentido. Y es que, en un momento en el que empezamos a demonizar los daños colaterales que provoca el turismo, que una familia venga con su bebé de un año a conocer tu país, es la excepción que confirma la regla. Es como la kriptonita del rechazo a la invasión. El antídoto al proteccionismo. Es un agujero de tres metros de ancho en el muro más alto y grueso de la más impenetrable frontera. Si un bebé es una debilidad, un bebé extranjero es una singularidad. Un imán talismán que hemos llevado con nosotros durante todo el viaje casi sin saberlo.

 

¿Quieres pruebas científicas?

¿Quieres saber cómo podemos estar tan seguros? Porque los coches de Buenos Aires, que nunca suelen parar en los pasos de peatones, tampoco lo hacían con nosotros. Difícil saber así si el bebé es extranjero o no.

No sé si este “koketeandocon” ha sido lo suficientemente representativo o no, pero a nosotros, nos ha servido de pretexto para prestarle aún más atención a la gente. Nos ha servido para darnos cuenta, una vez más, que cada viaje es distinto. Que los destinos y lo que te pasa en ellos, suele depender de cómo tú te muestras a ellos. Que, en general, mostrando tu cara más amable… lo que te vuelve es siempre mucho mejor.

Volveremos

Habitantes de Buenos Aires, porteños todos: aunque esta vez nos habéis mimado un poco más de lo habitual, os agradecemos de nuevo que siempre siempre nos cuidéis tanto. No nos dejáis otra opción… vamos a tener que seguir hablando bien de vosotros (y ya van tres).

 

 


Si te ha gustado este post, puede que te interese leer:

-Koketeando con los japoneses.

-Koketeando con los chinos.

-Koketeando con los yanquis.

-Koketeando con los parisinos.

-Koketeando con los colombianos.

-Koketeando con los sudafricanos.


Este post forma parte de nuestro primer viaje en familia de 9 meses llamado chincheta trip. Si quieres leer otros artículos de la serie haz clic aquí.


 

3 Comentarios

  1. Voy a echar de menos la saga de koketeando por el mundo… Un punto de vista diferente que rezuma cariño por donde lo mires. Ahora toca el de koketeando con los madrileños 😉

    • Es que al final… nos metemos a hacer series de cosas (como con las tontunasviajeras) que algún día se tienen que acabar. Por no cansarnos y no cansar. Lo de los madrileños nos lo vamos a pensar. Sería un reto porque, hay que ver lo difícil que es encontrar un madrileño en Madrid! ☺️

    • Reconozco que yo también los voy a echar de menos. De vez en cuando me los leo así de refilón y me sacan una sonrisilla 🙂

Dejar un comentario