Por si como nosotros no conocías el pueblo de La Hiruela, te recomendamos que te pases por allí. Te lo decimos desde nuestro “efímero y honorable cargo de embajadores”.
Por alguna extraña razón, el entorno y las circunstancias nos están mandando señales últimamente. Después de pasar una semana mágica en la Comarca Daroca (una de esas vaciadas zonas que segundean por España), recibimos un mail por parte de Escapadarural proponiéndonos como embajadores por La Hiruela para defender su candidatura a #CapitalTurismoRural. Repetimos: ¡em-ba-ja-do-res! (sí, has releído bien).
Honor y causa
A ver, no todos los días te proponen como embajador. Así que, en ese rincón al fondo de la esquina izquierda del ventrículo derecho de nuestro amateur corazoncito de micronano influencer con ínfulas donde se aloja nuestro mini ego… ya nos veíamos en plena barbacoa de bienvenida agarrando con estilo una bola de Ferrero Rocher.
Dijimos que sí y a La Hiruela que nos fuimos. Por un lado, se trataba de conocer un lugar desconocido para nosotros y que partía con el cartel de interesante. Por otro, el de “ayudar” un poco pequeñito, a que este tipo de lugares no se pierdan. El drama de “la España Vaciada” nos toca mucho últimamente y esperamos que revierta. Por el bien de los propios pueblos, por el de las personas que viven allí desde siempre y por la salud de los que apuesten por una vida mejor haciendo el camino de vuelta “ciudades-pueblo”.
Como somos muy de dejarnos sorpender y no mirar en exceso con qué nos íbamos a encontrar, nos conformamos con mirar en el mapa “dónde quedaba” nuestra efímera embajada porque, a decir verdad, no teníamos ni idea.
(Paréntesis)
Para que puedas situarte, te quitamos un poco de trabajo y buscamos esto por ti: La Hiruela es un pueblo situado en plena Sierra del Rincón, al norte del norte de Madrid. Con una población de menos de 100 personas censadas y unas 35 viviendo a full time allí, es el tercer municipio menos poblado de la Comunidad. Buscando un poco en la web de Turismo de la Hiruela, nos encontramos con el siguiente y maravilloso extracto: “No existe ningún dato sobre la fundación del pueblo ni sobre el origen de su nombre pero, posiblemente, el primer asentamiento se produjo entre los siglos XII y XIII. Gozó de cierta autonomía y tuvo fuero de Villazgo, adquiriendo derecho a rollo o picota, y obteniendo su cañada rango de Real”. Solo por esta última frase, ya habríamos ido en calidad de “soldado raso”.
Hemos de reconocer (una vez más), que nada más llegar nos volvimos a sentir un poco más analfabetos en lo que a conocimiento de lugares con encanto de nuestro propio país se refiere. Visitar nuevos rincones de “Muy Muy Cercano” volvía a ser una sorpresa. A primera vista, La Hiruela es otro pueblo salido de un capítulo de Juego de Tronos. Es decir, ¿hace falta irse a 8.000 km para buscar algo especial teniéndolo aquí al lado? Probablemente no.
Nota: igualmente, la cabra tira al monte ya que en breve… tenemos un par de viajes (uno a 1.477 km y otro a 3.508 km). ¡Qué le vamos a hacer! No aprendemos ni aunque nos lo pongan delante “several times”.
Una vez reasumida nuestra limitación a este respecto del cerca vs. lejos, nos dedicamos a intentar hacer lo que mejor se nos da sea donde sea: quedarnos con lo mejor de cada lugar e intentar dejar un bonito recuerdo.
Todo precioso. Todo cuidado.
Empezamos a pasear por el pueblo como aquel que se imagina viviendo allí, intentando tomar conciencia de la realidad que supone “la España Vaciada” para este tipo de lugares y con ganas de charlar con todo el que se nos pusiera delante (aunque no fueran muchos).
Plaza, campanario, bar… y demás clásicos de buen ver. A lo más o menos esperado a nivel estético (ya que, no lo olvidemos, íbamos a un pueblo nominado a Capital del Turismo Rural) como: misteriosas y grandes casas con apiladas paredes de piedra que te dejan ídem, pequeñas puertas de madera de las que esperas que de un momento a otro salga un hobbit a saludar, museo etnológico, fuentes de agua infinita, tranquilidad contagiosa y pegajoso silencio… Hay que sumarle el interés de la zona en sí. Varios senderos perfectamente señalizados para andar o montar en bici, antiguo colmenar de corchos, molino harinero a orillas del río Jarama, etc.
Pero lo que más llama la atención de La Hiruela, es el gusto y cuidado por hacer el pueblo mucho más… habitable. Para ello, se han construido sendos parques para niños de “última generación”, un impoluto campo de fútbol de césped artificial, aparatos de ejercicio para mayores, etc. Llega perfectamente la intención de conseguir un pueblo atractivo para los de dentro y los de fuera. Tanto, que inevitablemente se te pasa la idea de “formar parte de”.
Misión cumplida
De momento, todo el cariño puesto en atraer un turismo responsable de fin de semana, va encaminado a una empresa mayor. Revitalizar este precioso pueblo para llenarlo de vida.
Este tipo de lugares, hace que nuestro egoísmo viajero vuelva a aflorar y es que, si no fuera por el compromiso adquirido y por el interés de sus habitantes de “rellenar un pueblo condenado al vaciado”… habríamos preferido mantenerlo en secreto.
Pero como nos han tratado tan bien y el pueblo nos ha parecido tan bonito y bien cuidado, no solo te recomendamos ir, sino votarlo como #CapitalTurismoRural de 2019. Aunque la competencia es dura, este pueblo tiene “algo”. Nosotros ya lo hemos hecho, claro (vaya embajadores si no).
De nuestro paso, esperamos haber cumplido nuestro objetivo de dejar un bonito recuerdo en Sandra, Rubén, Liv, Audrey, Ángel, Elena, Ignacio, Gustavo… No ya como embajadores, sino como visitantes. Nosotros, de este fin de semana, nos llevamos haber conocido un pueblo que no se puede perder y esa maravillosa sensación de pensar que perfectamente podríamos vivir allí.
Dónde dormir:
Hotel rural Papamoscas: pequeño hotelito de cuatro habitaciones con cocina que llevan con mucho cariño Sandra y Rubén. Una pareja valenciana que junto a sus hijas Liv y Audrey, se mudaron al pueblo en febrero atraídos por su belleza y posibilidades.
Casa Aldaba: tres apartamentos con preciosa decoración, cocina equipada, ducha con hidromasaje y chimenea.
Casa Bulín: tres casas independientes entre 4 y 7 personas equipadas con todo lo necesario.
Dónde comer:
Bar restaurante La Hiruela: atendido por Elena y de ambiente distendido, este bar tiene raciones, bocadillos y menú. Ideal para tomar una cerveza o un café en su terraza con vistas a la iglesia.
Restaurante Casa Aldaba: uno de nuestros mayores descubrimientos gastronómicos de los últimos tiempos. Carta pensada con mucho gusto y muy bien elaborada. Caparrones, jabalí, alcachofas, patata seca… Aún hoy nos parece sorpendente que este pedazo de restaurante esté en La Hiruela y no en el centro de Madrid.
Bola Extra
Mención aparte merece esa sensación (obvia) de que el pequeño de la familia es más feliz… “suelto”. Esto te lo da cualquier lugar alejado de una gran ciudad, sí. Pero es eso mismo, lo de alejarnos de los atascos y las colas para todo, lo que propicia momentos especiales con suma facilidad. No nos extenderemos mucho sobre el tema. Solo pondremos una foto para intentar explicarlo…