Inesperados lugares que ver, cosas que sentir y momentos mágicos que vivir en la Comarca Daroca.
A modo de introducción, nosotros, que siempre hemos sido de viajes largos a lugares muy muy lejanos, hemos de reconocer que nos encanta viajar de vez en cuando a lugares en “muy muy cercano”.
No solo nos gusta visitar alguno de los países que nos rodean como Portugal, Francia, Italia o Marruecos, sino dentro de “nuestros límites” (qué bonito usar una metáfora en lugar de la palabra “frontera”, ¿no?). Al fin y al cabo, España fue el segundo país más visitado del mundo en 2018. 82,6 millones de personas no pueden estar tan equivocadas.
Dentro de España y por no dar nombres, digamos que somos unos enamorados de ciudades y zonas que para nosotros (como para muchos), son cabeza de cartel. Sitios a los que volvemos una y otra vez y en los que, probablemente coincidiríamos con la mayoría de la gente al hacer un Top 10. Después, hay una serie de pendientes que nos encantaría revisitar con calma. Lugares que son notables teloneros disfrutando de un cómodo y plácido papel “secundario” y que esperan su oportunidad con el recurrente “la próxima vez que venga por esta zona, tengo que escaparme a…”. Por último, hemos de reconocer que tenemos un montón de “ignorados olvidados” que no aparecen en la lista (por desconocimiento). Pueblos y ciudades que tienen el problema de estar un poco a desmano o lejos de zonas de influencia. Sitios por los que, por aislados o de poco paso, no pasa nadie. Hasta que llegas más o menos por casualidad a uno de ellos y dices…
¿Pero por qué no he venido antes?
Esta es una pregunta tipo a modo de auto reproche que forma parte de la lista de reacciones más habituales. Y es que darte cuenta de que te mueves por el mundo buscando cosas “auténticas”, rincones donde no va nadie y costumbres que te sorprendan cuando las tienes a dos horas en coche, te descoloca. Por no decir otra cosa.
¿Daroca?
No lo vamos a negar, cuando surgió la posibilidad de ir a Daroca, tuvimos que buscar en un mapa dónde se encontraba (te ahorramos el trabajo: está en Aragón, a una hora al suroeste de Zaragoza). Y es que, después de recorrer en coche 8.500 kilómetros por la Costa Oeste o 5.600 por Sudáfrica persiguiendo avaladas esquinas, ¿qué son tres horas para ver si descubres algún tesoro? Además, estamos en una etapa de hacer escapadas de una o dos semanas e intentar ahorrar haciendo algún que otro trabajo para conseguir nuestro primigenio sueño de comprarnos una camper y recorrer África o hacer la Panamericana durante año y medio o dos (en esas estamos). Así a priori, todo encajaba. Turismo de la Comarca Daroca nos proponía ir a hacerles unos vídeos y unas fotos de la zona y de paso, conocíamos un lugar nuevo:
– ¿Una Comarca?
– ¡Como en el Señor de los Anillos!
– Uhala…
De alguna manera, buscábamos la magia en las palabras aún con la venda en los ojos y la injusta convicción de que “se trataba de un necesario paso para una meta mayor”. Intuíamos que nos íbamos a encontrar poca gente ya que nos dirijíamos a una zona de “la España vaciada” (un tema del que se habla mucho últimamente). A decir verdad, teníamos curiosidad por visitar uno de esos pueblos en los que casi no queda nadie. Como íbamos “por trabajo”, googleamos un poco y nos encontramos con murallas, tejados y castillos dignos de “Juego de Tronos”. La cosa se iba poniendo interesante. Por otra parte, fuera por decisión propia o no… qué suerte eso de poder “traviajar”, ¿no? Aunque sea cerca. Aunque sea en nuestro idioma. Aunque sea por solo una semana.
Y llegó la magia
Con toda esta información a modo de introducción, nos ponemos rumbo hacia “la comarca” y llegamos a Anento, lugar que habíamos elegido para hacer base. La decisión fue puramente estratégica. A priori se trataba de un pueblo que pillaba en medio de todo y donde encontramos una casa con cocina a buen precio donde poder desayunar y cenar. Normalmente, intentamos evitar hacer todas las comidas fuera porque no, #nosomosricos. Y es en ese momento, entrando en Anento, cuando nos quedamos boquipláticos. Además de un cartel que nos avisa ya de que se trata de uno de los pueblo más bonitos de España… es que resulta que nos parece uno de los más bonitos que hemos visto en general. La puesta en escena es la siguiente: una montaña llena de cuevas con un castillo encima y pueblo debajo, calles perfectamente empedradas, casas con todo tipo de detalles y tejas, un sendero con una suave caminata hacia el Aguallueve (un fenómeno curioso en el que parece que el agua en forma de lluvia cae de la tierra), una iglesia con espectacular retablo dentro, 35 habitantes y toda la paz del mundo. La cosa ya no prometía, era oficialmente una realidad.
Fuimos de propio (lo que viene significando “a propósito”) a Cerveruela. Un pueblo al que llaman la isla por estar casi completamente rodeado por un pequeño río y en el que algunas casas, parecen salir de la piedra. Fuimos a hacer acopio de calles con encanto que recorres a solas mientras oyes pájaros y ese continuo riachuelar del agua que te acompaña y adormece. Mientras, una cerveza artesanal, unas migas, un café… Y así, entre unas casas y otras, pequeños grandes viajeros caían fulminados después de haberse metido con ropa en el agua, revolcado por el suelo y dado de comer a las vacas, cerdos, patos y gallinas de la granja escuela más cercana.
Pero un momento… “¡que tenemos que hacer fotos de esto!” Habíamos ido a trabajar y el viaje se nos estaba llevando por delante. Después de algunos planos apresurados por aquí y unas fotos improvisadas por allá, volvíamos lentamente (claro) a casa. Parando en entre los llamativos rojos e intensos verdes del suelo de Campo Romanos. Bajo el vuelo de bandadas de pájaros que se despiden del sol. Llegando última hora de la tarde y casi primera de la noche. Cuando los rebaños se recogen empujando pastor y arrastrando perros. Cuando empiezan a aparecer las primeras de las muchas estrellas que aquí, sí decoran el cielo de noche.
Nosotros, que de ornitología sabemos entre poco y nada, sí nos consideramos semi expertos cinturón azul en cuanto al lado estético de las cosas, sus ocupantes y entornos. Aficionados nivel plata en lo que a desparramar la vista con extremo derroche se refiere. Lo de disfrutar con ignorancia del vuelo de las aves, nos llama poderosamente la atención. De las Hoces Del Río Piedra, entre meandros de cortados verticales donde viven y vuelan buitres a solas, a la Laguna Gallocanta. Donde entre noviembre y febrero, decenas de miles de grullas vienen a veranear en invierno regalando momentos a los ojos de curiosos y expertos. Allí, entre pueblos como Tornos y Berrueco, da gusto suponer cómo pasan las horas y ganar el tiempo hasta que se pone el sol.
Aún quedaba mucho por ver. El Pinsapar de Orcajo era nuestra siguiente parada. Un aislado y amplio bosque de abetos pinsapos durante el que solo estuvimos tres. Entre piñas y caminos. Sobre marrón y bajo verde. Alrededor del viento que movía las hojas suavemente. Como a cámara lenta. Como todo se mueve por allí.
Y Daroca. Propiamente dicha. Esa ciudad para muchos pueblo. Ignorante entre murallas de su dichosa condición de lugar mágico. Casi anónimo lugar si estuviera en otro espacio… pongamos 2.000 kilómetros al noreste, sería punto de encuentro y peregrinaje. Paredes aparentemente improvisadas que estrechan calles que no llevan a ningún lugar y a todos a la vez. Tejados que te miran de arriba a abajo y miradores desde los que devolver el aprecio.
Y apareció la gente
No podemos ni vamos a ocultar que pensábamos encontrarnos tipos cargados de tópicos y tipas típicas. Ellas sentadas frente a sus casas. Charlando sin más. Ellos a golpe de petanca o similar. Y sí, aparecieron los últimos pobladores. No tan previsibles. No tan aislados. Nos preguntaban cosas. Y se interesaban. Y se les intuía bien. Sin necesitar el tráfico y el barullo. Pero además, aparecieron personas sueltas que nos sorprendieron en su discurso. Gente justificadamente dichosa en su alejamiento. Personajes mágicamente majicos que fuimos conociendo. Nombres encontrados que se habían ido, pero vuelto… porque habían visto y comparado. Individuos presos de un injusto complejo de abandono. Y es que, ¿cómo se ha de sentir el que sabe que lo que tiene vale y nota que no es apreciado en justa medida?
Siendo sinceros…
La Comarca Daroca debería de ser uno de esos lugares que encontramos a golpe de búsqueda y que pensamos que deberían de mantenerse en secreto. Pero ese no era el trato. Así que por un lado, nos llevamos toda la magia que pudimos y por otro, la convertimos en palabras e imágenes en un video que fue puro placer hacer y que habla por nosotros.
Moraleja y/o aprendizaje
Como de otros tantos sitios, de Daroca nos llevamos la sensación de que por aquí, por “Muy Muy Cercano”, hay mil lugares que nos esperan y que queremos seguir conociendo entre escapadas y futuros viajes de largo recorrido. Queda por escrito. Queda prometido. Nos fuimos con la certeza de que no es imprescindible irse lejos para sentir cosas. Que no hace falta perderse mucho para encontrar tesoros ocultos. Que nos queda mucho por ver.
Mapas y otras cosas prácticas
Es justo darle al que nos regaló la oportunidad de conocer un sitio mágico e inesperado, aquello que esperaba. De ahí el mapa que hemos hecho con cariño. De allí algunas recomendaciones más abajo para dormir y comer. Aquí, un lugar un poco menos secreto que merece no vaciarse.
Lo que probamos y más nos gustó en la Comarca Daroca:
Refugio del Sol (Anento): nuestro centro base. Nuestra casa antes de cada día y durante cada noche. De la mano de Isabel y Javier, teníamos todo lo que necesitábamos y encima, bonito para nosotros y con juguetes para él.
Granja escuela El Tío Carrascón (Cerveruela): amoroso lugar que lleva una familia de padres e hijas donde se puede comer, dormir y, sobre todo, ver cómo los pequeños urbanitas, se mezclan con los animales durante un rato.
Pastelería Manuel Segura (Daroca): maravilloso y dulce mundo en el que comprar mudéjares y almojábanas una y otra vez.
Restaurante Ruejo en Cienbalcones (Daroca): para comer en plan bien y muy rico.
Lo que nos dijeron que está muy bien, pero no pudimos ir:
Restaur-arte La huella (Gallocanta): Todo el mundo nos preguntó si habíamos ido o nos aconsejó que fuéramos. Por uno u otro motivo no pudo ser, pero ahí queda.
3 Comentarios
Estoy encantado, en cuanto pase la cobid19 nos embarcamos con la AC a verlo, lo tenemos relativamente cerca (unos 500Km, a 13,8 l/km x 1.089€/l serán unos 80€ ida i vuelta a Palamós). Pan comido. Tengo en el congelador 2 fideuas de gambas, varias raciones de pollo en escabeche…….. alla que me voy.
Un abrazo Jordi
Con ese congelador tan bien preparado podeis llegar a cualquier parte. Lo de las grullas que nosotros todavía no lo hemos visto en vivo y en directo debe ser espectacular.
Rubén, cómo decirte que este post me ha dejado sin palabras, casi me ha emocionado. Qué manera de hacer arte y magia, aunque, como dices, el lugar ya es mágico por sí mismo. Me has llevado con tus palabras y tus fotos hasta mi región, esas piedras rojas, esos sonidos después de comer en el bar del pueblo, esos paseos.. Me ha encantado, veo que os lo pasastéis genial 🙂