La realidad es que uno de los pendientes que aún teníamos, era “el dichoso” avistamiento de ballenas.

Lo intentamos durante la vuelta al mundo en Mompiche (Ecuador). Íbamos en una pequeña lancha a la que al poco de salir se le estropeo el motor, y hubo que volver. Después, durante el massalaHDtrip, lo reintentamos en Mirissa (Sri Lanka). Supuestamente, un lugar en el que se podían ver ballenas con cierta facilidad… “pero a qué precio”. Íbamos en un barco con capacidad para unas 40 o 50 personas y lo peor es que, delante, detrás y a los lados, venían otros veinte barcos más. Aunque “intuimos” un par de ballenas a bastante distancia, la experiencia fue horrible. Prometimos no repetir nunca más semejante persecución. Después de matarlas o encerrarlas en un acuario, esto debe de ser lo peor que se les puede hacer a estos increíbles seres.

Como a la tercera va la vencida, al finalizar aquel viaje lo “tri-intentamos” de nuevo en casa. Concretamente en La Gomera. Esa pequeña isla a la que nadie le hace mucho caso aún y que esconde un buen puñado de lugares mágicos. Pues bien, por sus aguas también hay multitud de delfines y cetáceos que en principio, se dejan ver con asiduidad. Nos informamos bien de “cómo lo hacían” y la verdad es que su modus operandi basado en el respeto nos pareció más que correcto. Una sola embarcación para 12 personas que no perseguía ballenas a todo motor. Todo en orden con la moral y el medio ambiente peeeeeero el caso es que aquel día, no vimos ni media aleta.

Esperanza perdida

Poco a poco fue pasando el tiempo y se sumó un nuevo viajero al equipo. A pesar de intentar enarbolar la bandera de que “todo sigue igual”, hay cosas que sí que asumes que no se pueden hacer con un bebé (a no ser que sea por turnos): bucear, montar en helicóptero, surf, trekkings de 5 días a 5.000 metros de altura, etc. Aunque intentas hacer todo lo posible para que el mundo cale dentro del pequeño, sabes que experiencias como la de adentrarse en alta mar en una pequeña lancha, es algo que tendrá que esperar. Si a eso le sumamos que parece que las ballenas no quieren saber nada de nosotros, llegas a la conclusión de que tu camino y su buceo, no están destinados a encontrarse. Lo asumes y listo: las ballenas, en fotos y en documentales.

Señales

En la hoja de ruta del Chincheta Trip, Sudáfrica era el sexto país a visitar. En tu cabeza, ibas a ver leones, elefantes, jirafas, etc. Tenías entendido que había ballenas pero, conociendo el historial, no ibas a mover un músculo para ello. Ballenas y tú, no. Fin. Se acabó… o eso pensábamos. La causalidad hizo que justo un mes antes, estando en la Comuna 13 de Medellín, parásemos a comer en la Fonda y Piqueteadero el Arriero y nos encontrásemos a Duncan (un sudafricano que iba de vez en cuando a Colombia a enseñar inglés). El caso es que Duncan, había nacido en Hermanus y contaba que había que ir porque “las ballenas se ven desde la costa con mucha facilidad”. A ver, una vez que has perdido la ilusión por hacer algo, ¿qué posibilidades hay de que te encuentres en el lugar más inesperado justo a la persona que te anime a querer intentarlo de nuevo? Tras semejante revelación, Hermanus iba a estar en la ruta del road trip por Sudáfrica sí o sí.

¿Será verdad?

Después de salir de Johannesburgo, pasar por la Panorama Route en dirección al Parque Nacional Kruger, entrar a Suazilandia y cruzar Sudáfrica entera hasta Ciudad del Cabo, el objetivo de llegar a Hermanus se iba a hacer realidad. Las expectativas habían ido in crescendo con el paso de los kilómetros. ¿Sería posible ver ballenas sin subirnos a un barco? ¿Estarían tan cerca de la costa como para verlas a simple vista? Parecía imposible, pero había que intentarlo.

Y entonces…

Hermanus nos recibió con un día gris, algo lluvioso y con mucho oleaje. Por nuestra escasa experiencia, aquellas eran unas malas condiciones para que las ballenas se acercaran a saludar… Y así fue. Como de costumbre, no vimos ni media ballena y encima, pasamos bastante frío azotados por el viento. De nuevo, se cumplía la profecía: “contigo no bicho”. Con la desesperanza en forma de resignación, cruzamos los dedos para que al día siguiente (o al otro) hiciera buen tiempo. Una vez más, la ventaja de viajar lento permitía que nos pudiéramos quedar allí el tiempo que hiciera falta. Sin prisas y “sin jugárnoslo todo a un día de excursión de ida y vuelta”.

Como el castigo emocional ya había sido suficiente y el destino excesivamente caprichoso, al día siguiente por fin se alinearon los planetas (y las estrellas de mar). Un sol de justicia (y nunca mejor dicho), hizo acto de presencia atrayendo un mar bastante calmado. Desde primera hora, la gente se fue acercando a lo largo y ancho del paseo de la bahía. Sin estrés. Con sitio para todos. Con toda la ilusión y la vista puestas en el inmenso mar que teníamos delante.

Llegó el momento

Sin el injustificado retraso que los cantantes infringen a sus seguidores antes de un concierto como para darse importancia, las ballenas empezaron puntuales el show. Por un lado de la bahía… y por el otro. Tres por allí. Dos por acá. Respirando. Golpeando las aletas contra la superficie. Levantando la cola antes de sumergirse. Asomándose. Saltando. Era como ver fuegos artificiales: “sssssshhhu… splashhhh… oooohhhhh”. Allí estaban. Frente a todos nosotros. A escasos metros. Regalando el repertorio completo a los cientos de bocas abiertas que había en la costa y a sus respectivas cámaras que, a ráfagas, inmortalizaban cada uno de los momentos.

Por fin ocurría. Veíamos ballenas sin estresarlas al perseguirlas. En su hábitat natural. Libres. Haciendo lo que querían. Regalándonos un sin fin de instantes que recordar. Y ojo… no solo nos hizo ilusión a nosotros. Al pequeño también. Cuando Koke vio saltar a una, no paró de mirar al mar señalándolas cada vez que asomaban la cabeza. Para todos aquellos que siguen diciendo eso de “Total, si no se va a acordar”, hemos de seguir diciendo que en ese momento (como con el resto de animales de Sudáfrica), se lo pasó en grande y que nosotros, sí que vamos a recordar su cara al ver ballenas con solo 11 meses de vida.

Recomendaciones

Si la visita a Ciudad del Cabo en Sudáfrica es casi obligada, recorrer los 120 kilómetros que hay hasta llegar a Hermanus también (144 km si vas por la costa, lo cual recomendamos). Epor algo es el primer lugar del mundo en avistamiento de ballenas. El mejor momento para ver a las ballenas francas australes en la Bahía Walker es en invierno y primavera (de junio a noviembre). Se puede encontrar alojamiento con facilidad y hay multitud de restaurantes y servicios. El paseo a lo largo de la bahía es realmente idílico y está muy bien preparado para recorrerlo y sentarse de vez en cuando a esperar a que las ballenas aparezcan a saludar. Es un espectáculo… para todos.

 

7 Comentarios

  1. Pingback: Avistamiento de delfines en libertad en Tenerife - Viajar Lo Cura Todo

  2. Bua qué pasada! Cuando estuvimos en Islandia teníamos una salida para ver orcas, respetando todas las medidas de serguridad en el acercamiento. Pero dos días antes nos enviaron un mail cancelando esa y las de los dos días siguientes por mala previsión del viento. Tengo esa espinita clavada aún, pero a ver si en enero tengo más suerte en Tenerife.
    Me imagino la cara de Koke, si a los myores nos hace ilusión verlas!

      • Gracias Rubén por tu artículo, me ha encantado. Nosotros vamos a Ciudad del Cabo en Diciembre de ese año. Te quería preguntar en que fecha vistes las ballenas. Yo puedo ir a Hermanus el día 2 de diciembre o el 4 de diciembre pero no sé si ya para esa fecha podremos ver las ballenas o no. Gracias de antemano.

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