Tenemos que reconocer que le hemos pillado el gusto a esto del intercambio de casas. Después de la curiosa experiencia parisina en casa de Benjamin y de la intensidad afectiva en la casa de Ángela y Ro en Bogotá, aparecíamos en Ciudad del Cabo con las expectativas muy altas. ¿Cómo sería Linda? ¿Y su casa? La realidad es que en esta ocasión, la relación personal no iba a ser tan intensa como en las anteriores. Linda optó por una comunicación mucho más anglosajona en la que la corrección y la privacidad están por encima de lo demás. Nos recibió, nos explicó cómo funcionaba todo y nos dejó a solas con… “la casa” (eso sí, iba preguntándonos si todo iba bien vía WhatsApp).

Durante estos años en los que los recuerdos de los lugares se amontonan en algún lugar de nuestras retinas, hay que reconocer que a veces, te metes en sitios en los que no quieres pasar más horas de las necesarias. Nos hemos encontrado hostels, guesthouses y casas que te obligan a salir a ver mundo ya que allí dentro, solo puedes deprimirte. Lugares en los que la frase “bueno, solo es para dormir”, cobran mayor sentido. Lugares a los que no volverías ni atado. Y luego… está la casa de Linda. Amplia. Luminosa. Espaciosa. Tranquila. Una casa que tiene de todo y más. Pero sobre todo, puesta para sentirte a gusto nada más entrar. ¡Si hasta había una mascota que nos recibía cada día!

Dicen que el auténtico lujo es el espacio, pero si encima hay cariño…

Cuando no paras de un lado a otro haciendo y deshaciendo la maleta día sí, día también, sintiendo como si huyeras de algo o alguien… se agradece tanta paz visual. Se agradece estar entre cuatro paredes que te atrapan y de las que no te apetece salir. Casi deseas que llueva para tener la excusa de “poder quedarte en casa”. Incluso te permites el lujo de echarte alguna que otra siesta a costa de perderte algún momento que recordar. Es curioso, ¿no? Espacios que te retienen vs. espacios que te echan y a los que no te apetece volver.

Sales a hacer la compra con la idea de que las cenas sean un poco más especiales de lo normal; miras por la ventana con una taza de café en la mano para ver el atardecer; pones música y te relajas a conciencia; incluso lees… un lujo que no te sueles permitir viajando.

“¿A dónde queréis llegar con todo esto?”

A que los espacios que te rodean, se te meten dentro. A que ponerle mimos a cada rincón, es darle la importancia que se merece al lugar donde más tiempo pasas. A que un entorno al que le has puesto cariño, hace que te vuelva un poco cuando más lo necesitas.

Después de los primeros 3.000 km en coche, justo en el ecuador del viaje por Sudáfrica, la casa de Linda se convertía durante 11 días en el lugar perfecto para reponer fuerzas y recuperar las ganas por echarse de nuevo a la carretera. Allí, a medio camino entre el centro de Ciudad del Cabo y el Cabo de Buena Esperanza. Allí, en Fish Hoek. Al lado del mar. De los pingüinos. De las ballenas. Allí, justo donde hubiéramos soñado estar antes de ir.

Si aún no sabes que es esto del intercambio de casas, te contamos todos los secretos.


Y dicho todo esto, si tienes alguna pregunta más sobre en qué consiste el intercambio de casas puedes dejarla en los comentarios. Por nuestra parte te dejamos algunas de las experiencias con fotos de las casas que hemos vivido en primera persona y los rituales que seguimos para hacer la casa “nuestra” lo antes posible:

Mi hogar es donde mi familia está.

Nuestra experiencia en París.

Nuestra experiencia en Bogotá.

Nuestra experiencia en Ciudad de el Cabo.

Nuestra experiencia en Buenos Aires.


Código ético: este post forma parte de un acuerdo de promoción con el servicio de la red de Home Exchange. Nuestras opiniones y lo que te contamos al respecto son libres y están basadas en nuestra experiencia real.

 

4 Comentarios

  1. Que maravilla!!! Gracias! Ahora con ganas de vivir esa experiencia de compartir casa con mi familia… Investigaré más sobre ese tema

  2. Je je, me recuerda a la experiencia “airbnb” salvando las distancias… Llegan, te dan la bienvenida y te dejan en su casa durante unos días (bueno, en Japón ni los veíamos.. todo era por whatsapp, llaves en el buzón, etc). Hay tantas formas de viajar si uno se lo propone. De hoteles ***** a dormir en un cibercafé pasando por mil cosas intermedias. Estos días estamos planeando el siguiente viaje familiar (a Roma) y hemos descubierto los “minihoteles”. Han aparecido cientos de B&B con apariencia de hotel pero que solo tienen entre 2 y 5 habitaciones/apartamentos, y una “recepción” (por llamarlo de alguna manera) unas horas al día. Para un grupo familiar como nosotros, es ideal, y mucho más barato y amplio que un hotel… Lo del intercambio de casas todavía nos da respeto, pero… quizás a la próxima? 😀

    Saludos!

    • Sí, en Japón es muy así. También nos pasó en Shanghai. El caso es que, lo de tener una casa céntrica y gratis… con niños, es un planazo. Ya no estamos para couchsurfing y a veces, el airbnb es muy caro. Interesante lo de los minihoteles. Nos lo apuntamos 🙂

      Un abrazote!

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