Actualizado 5/3/2018

¿Sapa o Mai Chau?

Nos habían hablado de otra posible zona de montaña menos turística (Mai Chau). Al final nos decidimos por ir a Sapa porque las montañas son más altas y a nosotros nos gusta eso de subir. ¿Qué hubiera pasado si la decisión hubiera sido al revés? Probablemente todo hubiera sido distinto. Elegir significa renunciar, pero como nunca sabremos qué habría pasado me gusta pensar que la elección final siempre es la mejor, para ti por lo menos.

Para llegar a las montañas en autobús la carretera es….pues… una carretera vietnamita. Tardamos unas 10 horas en total pero todo hay que decirlo: fue la primera vez que veíamos las enormes extensiones de arrozales así que íbamos emocionados. Luego a lo largo del viaje fue bajando esa capacidad de sorpresa por el omnipresente arrozal, pero en este punto “nos lo flipamos”.

Las poblaciones autóctonas

En estas montañas viven multitud de “tribus” autóctonas que se han mantenido durante años ajenas a la civilización. De hecho las mujeres nos contaron que cuando están próximas a dar a luz se bajan a la ciudad con algún familiar para tener acceso rápido a los médicos y así vienen los niños al mundo. Sin todo el proceso de seguimiento previo al que estamos acostumbrados. Sapa está lleno de mujeres de metro y medio con traje tradicional dispuestas a llevarte a su pueblo, por un módico precio. Midiendo 1,63m te sientes un gigante, pero con sus pequeñas piernas y unas zapatillas de deporte comunes te dejan atrás en 5 minutos cuado empiezan a subir la montaña. Esta fue la primera vez que vimos un verdadero meithai como forma de porteo.

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Alquilar una moto y recorrer la zona

La ciudad de Sapa es bastante turística y desde ella se pueden organizar diferentes excursiones de trecking en grupo. El primer día fue de moto. Todavía quedaban ganas de seguir disfrutando aún más de la visión de los arrozales. Son muy baratas y se pueden alquilar con “casco”, por decirle algo, en todas partes.

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Un trecking sin más turistas

Después del día de moto a nuestro aire meternos en una excursión organizada no nos apetecía nada, así que nuestra negociación fue clara: queremos hacer un trecking, en el que no nos encontremos a nadie más que a nosotros mismos y a los locales por el camino, aunque sea más duro.

Dicho y hecho. Nuestra guía una chica de 18 años, Bibi (contactamos con ella a través del hostel Cat Cat) cumple lo que había prometido. Nos obliga a quitarnos las botas para cruzar el río, nos lleva por pueblos en los que los niños se asustan al vernos pasar e incluso tenemos una conversación con un anciano al que le pedimos permiso para hacer una foto y se negó por miedo a la propia cámara. Otra cara de Vietnam que nos gustó conocer.

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Bibi nos enseñó de qué manera se convierten las fibras vegetales de las plantas de la zona en hilos para tejer la ropa y cómo consiguen los colorantes naturales para teñirlas. Fue cuando comprendimos por qué en el pueblo había tantas mujeres con las manos y la cara manchadas de color azul.

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El día terminó en la Cascada de Plata. No es que fueran las cataratas de Iguazú pero después de las más de 5 horas de subida nos pareció preciosa. ¡Subjetividades del viajero!

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Este post forma parte del viaje que hicimos por Vietnam y Camboya durante un mes que bautizamos como “las últimas vacaciones”. Si quieres leer el resto de los artículos de esta serie haz click aquí.

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