Te duchas, te preparas y te das cuenta de que no tienes nada para desayunar. Sin un café no eres persona. Decides salir a buscar un sitio para tomar algo. A menos de dos manzanas descubres una calle con varios bares muy interesantes. Entras en uno de ellos y aunque todo te parece caro, te pides un café aguado (“¡vaya!”) y un bagel con aguacate y salmón. Sin duda, lo de tener un piso con cocina te va a venir muy bien, pero va a hacer falta una compra con cierta urgencia. El camarero te pregunta que de dónde eres y cuando respondes, la chica que tienes sentada a tu lado te dice que ella estudió allí un verano. Te aconseja que te des una vuelta por el barrio ya que hay bastantes cosas interesantes que ver. Habláis durante un rato e incluso os intercambiáis los teléfonos por si acaso…