Te dejas llevar por la corriente hasta que decides hacer algo al respecto. Rubén, recuerda sus viajes a.L. (antes de Lucy) así…

Nací en Canarias y a los tres meses me llevaron a crecer a Barcelona. Con ocho años, vuelta a Tenerife y con trece nueva mudanza a Gran Canaria. Allí, durante dos años, tuve mi propio puesto en el rastro vendiendo cintas pirata (lo puedo decir ya porque habrá prescrito) para mis gastos. Hubo un viaje con el cole a Madrid, Oporto y Galicia. Me pareció lo más. Desde muy pequeño oi a mi padre decir que su sueño era vivir cada 6 meses en un país distinto para aprender el idioma e ir a Nueva York.

Con 19 me fui a estudiar a Madrid. Trabajé de camarero y con 24 acabé la carrera de publicidad y rr.pp. Para entonces había vivido en 17 casas distintas. Siempre he pensado que aquel ajetreo vestido de poco apego a los lugares y no muchos amigos “de siempre”, se me tuvo que quedar en alguna parte.

Me creí el timo de que el trabajo dignifica y que “triunfar” profesionalmente, es de lo más importante en la vida así que empecé a trabajar “de gratis” en publicidad persiguiendo un sueño erróneo: ganar un león en Cannes (seguro que no sabes lo que es, ni falta que hace).

ruben

Además de que en la agencia no me dejaban coger un mes de vacaciones entero, por mi condición de canario sin acento en la península, cada año me reservaba una semana de vacaciones en Navidad y al menos otras dos en verano para volver a casa. A mis ganas de viajar lejos les faltaba tiempo, pero lo primero era lo primero.

Sin buscarlo, surgió la posibilidad de ir a trabajar y vivir a Praga durante algo menos de un año con mi pareja de entonces. La publicidad me daba un premio inesperado. Para mí, fue una experiencia definitiva que terminó con la enfermedad terminal de mi padre. “Que tengas una buena vida”, fue lo último que me dijo. No pudo cumplir sus sueños porque trabajó todo el tiempo para cumplir el objetivo de que a su familia no le faltara de nada. Con el tiempo me he dado cuenta de que me habría gustado más ser parte de sus sueños que de sus obligaciones.

estocolmo

Las interminables horas trabajando en campañas que si no salían, parecía que se acabaría el mundo, se mezclaban a las tantas con gin-tonics en el mismo bar y frente aquel mismo enorme mapamundi pintado en la pared que parecía que me hablaba.

Cada noche allí, era un quiero y no puedo. Me repetía para adentro que tenía que dar la vuelta al mundo. Antes de que fuera tarde.

En un periodo de cuatro años, le propuse a tres personas aquella huída hacia adelante (un amigo de siempre, otra pareja y un amigo que ya no es ni conocido). Nadie se atrevió a irse conmigo. Ni yo a irme solo.

Durante años me conformé con escapadas “cerca”. Bocanadas de aire express. Berlín, Londres, París, Budapest… Por ahí se coló Nueva York (sueño heredado cumplido) en modo dobles parejas y Buenos Aires por trabajo. Siempre ciudades. Siempre con muchas estrellas para disfrutar por fuera, pero con poco tiempo para sentir por dentro. Tiritas y vendas. Apagafuegos. Escapadas para hoy, poco que recordar para mañana.

Mientras me compraba cosas que realmente no necesitaba, buscaba señales sin respuesta en todos los mapas que caían en mis manos y ojos. “Dar la vuelta al mundo… viajar durante un año… Tengo que hacerlo… Algún día”.

Para entonces había vivido en 27 casas e iba por mi séptima agencia (de ninguna me echaron, siempre me fui yo).

lisboa

Cada día más, era un día menos. Aquella interminable cuesta, parecía no parar de empinarse según pasaba el tiempo. Piso en La Latina, coche, moto y una bolsa de palos de golf no sé muy bien para qué, porque se me daba fatal. Atrapado en “la vida que hay que tener”. Con su hipoteca, su canal+ y sus facturas a juego.

Cuando me hice realizador, tuve más tiempo para mí y más dinero para viajar. No podía planificar nada a largo plazo ni por mucho tiempo, pero me podía ir de un día para otro “a donde quería”. Marrakech, Estambul, Estocolmo, Lisboa, Roma, Venecia… otra vez Berlín, otra vez Londres… Seguían siendo ciudades. Seguía siendo un quiero y no, “no puedo”.

Mientras pasaba por la vida, escribí un libro, “Entre garbanzos” e hice un par de exposiciones de fotos, “In-fraganti” y “Fotorias”.

Un día, entró un nuevo proyecto. Rodar un anuncio para la Iglesia. Y apareció ELLA. Mi gran Gran Premio.

Entre reuniones y rodaje, hablamos de viajes. Según decía, era mochilera, pero a simple vista no me lo parecía mucho. Al menos, por lo que yo suponía entonces que era aquello de ser mochilera/o. Frente a un café, le dije que quería dar la vuelta al mundo durante un año. Que creía que por 30.000€ se podía hacer. Ella me dijo que ella pensaba que por 7.000€. Casi sin conocerla y a la desesperada, le dije que si nos íbamos juntos y a ver en qué quedaba la cosa. Me dijo que no con frialdad y dando donde más duele. Dos años después, nos íbamos juntos durante un mes a Vietnam y Camboya. Mi primer viaje a Asia. Mi primer viaje “largo”. Mi primer viaje de mochilero. Mi primer viaje interior con “ELLA”.

Las “dos cosas” que más me han costado en la vida han sido lanzarme a viajar por el mundo sin calendario ni fecha de vuelta y aquella mujer que le dio la vuelta a mi mundo y a mi vida entera y que me acompañaría para ponerlo todo patas arriba (aún hoy). Dos sueños que llegaron juntos y siguen juntos (con hijo incluido que, por otra parte, forma parte de ambos sueños y está lejos de ser una obligación).

 

¿Quieres leer cómo fueron los viajes de Lucy a.R. (antes de Rubén)?

1 Comentario

  1. Hola, me encantó leer la historia de Rubén. Ahora voy a leer la de Lucy. Les mando un abrazo.

Dejar un comentario