Cuenta la leyenda que hasta hace no mucho, tu pasaporte era ese librito caoba del que casi no tenías conocimiento, relación, ni causa. Estaba en casa, sí, pero no formaba parte de tu vida. Solo recurrías a él en excepcionales ocasiones y siempre se mantenía en perfectas condiciones. Joven, terso, impoluto. No pasaban los años por él. Tampoco los viajes. Y es que tu pasaporte, hasta hace poco, era EL PASAPORTE. Como si solo hubiera uno para toda la vida. Incaducable. Imperturbable. Eterno… The special passsport one.

Y un día, “le llega la hora” de por fin, lanzarse a conocer mundo. Escurridizo como nadie, es experto en perderse entre los cajones (su habitat natural). Como lo sacas a pasear muy de vez en cuando, decide vengarse de tu indiferencia con la clase, el estilo y la notoriedad que dan las prisas y el buscar las cosas en el último momento… “¡¿Pero dónde está mi XXXX pasaporte?!”, gritas a las cuatro paredes. Como si fuera culpa suya. Como si no fuera tu responsabilidad saber dónde está. Y… “oh, no”. Está, claro que está… pero caducado. Ha ocurrido “lo imposible”. Te tienes que separar de aquel pasaporte que te había acompañado durante toda la vida de mudanza en mudanza, de cajón en cajón, de pareja en pareja… Casi sin honores y sin derramar ni una lágrima, te vas a renovarlo a toda necesidad (citas previas, colas y huellas mediante). Ya con el nuevo pasaporte en mano te planteas tirar el otro pero, en un segundo de compasión, lo devuelves a su sitio. Aquel del que nunca le dejaste salir. Aquel cajón que todo lo pierde. Qué existencia más dura la de un pasaporte que nunca llegó a viajar.

Y así, sin tiempo para despedidas, te vas de viaje largo de un día para otro con un nuevo pasaporte al que casi no conoces y con el que no te une nada. Nada de nada. El anterior te caía bien. Llevaba mucho tiempo contigo y te hacía parecer joven… incluso con pelo. Este, te trata de usted. Es como mirarse al espejo. Un espejo que te dice “cada vez te queda menos tiempo… aprovéchalo”. Mal empezamos, así que… mejor será que cada uno ponga un poco de su parte.

Gastados esos primeros tensos momentos de una relación a la fuerza, empiezas a sentir cosas que jamás te habían rondado antes. En cada país en el que estáis a punto de entrar, se repiten unos momentos protocolarios que memorizas casi tanto como la mejor puesta de sol. Acaricias tu pasaporte y pones tu destino en sus páginas. Confías a ciegas en él. Empiezas a pensar que tienes suerte de contar con un documento tan respetado y que nunca te deja mal.

Sieeeeeeeeeempre pasa igual… mientras esperas a que la mochila salga por la cinta, te quedas durante unos minutos a solas contemplando esa nueva muesca en el camino. Cada sello es motivo de orgullo. Quieres que lo pongan bien. A juego con los que ya están y dejando espacio para los que vendrán. Todos te parecen bonitos y las fechas que entran y salen, se convierten en especiales.

Un sello o visado es el principio de todo. Al verlo, se te remueven los estomaguillos solo de pensar lo que viene. Lugares, gentes, comidas, experiencias… Y luego, otro sello de despedida a modo paréntesis. Uno que cierra un periodo a cal y canto. Imborrable. Inamovible. Algo que recordar.

Tú, que creías que tu anterior pasaporte era para toda la vida, y resulta que con este estás descubriendo un mundo de sensaciones desconocidas para ti. Se está convirtiendo en un compañero de viaje muy especial. Un cómplice. Jamás pensaste que serías capaz de memorizar el número de un pasaporte… y ha ocurrido.

Van pasando los países y ese inseparable y pequeño libro caoba cuyas páginas estaban llenas de animales hasta hace bien poco, se van llenando de sellos a una velocidad que da vértigo. Poco a poco llegan las señales. “Cada vez que te ponen un país” ocupando una página limpia que podría ser para un visado (habiendo espacio en otras ya empezadas), sientes que en el mundo hay un camarero al que se le está cayendo una bandeja llena de tazas de café sobre un cliente en su primer y último día de trabajo. Vuestro tiempo juntos se acaba.

Solo han pasado tres años y tu pasaporte dice basta. No puede con más viajes. Ha cumplido con creces su misión y ya se ha cansado de ser rehén por horas a cambio de un scooter o una habitación. Está harto de ser manoseado por todo el mundo con displicencia y sin ningún tipo de cariño o tacto. No quiere seguir siendo objetivo de deseo o víctima de la lluvia. Se acabó. Hasta aquí. Y tú lo entiendes. Entiendes que vuestros caminos se separan, pero estás dispuesto a despedirle con honores. Aunque puede que con el tiempo no recuerdes su número, nunca olvidarás los países a los que te llevó y la cantidad de cosas que viviste y aprendiste en ellos. Te vas con él a por uno con renovadas ganas de viajar. Uno que tenga la fuerza y las páginas suficientes como para llevarte a otros tantos lugares igual de especiales. Uno en el que sus páginas que ahora están llenos de medios de transporte (¿será una señal?), algún día, estén llenas de sellos. De experiencias. De sueños.

Los dos pasaportes vuelven a casa juntos en el bolsillo de tu chaqueta. Un rato a solas para que se cuenten cosas. Para que uno pregunte y el otro responda. Para que la voz de la experiencia pueda enseñarle todo lo que ha aprendido al recién llegado. Ya en casa, se produce el relevo oficial y llega el momento de que tu cansado pasaporte, tenga el merecido descanso que merece en ese calentito y tranquilo cajón donde sigue y “del que nunca pudo salir” aquel otro primigenio y virginal. Aquel, que a pesar de tener todo el tiempo del mundo, no viajó (o al menos, lo hizo muy muy poco).  Aquel, que en silencio y sin protestar, fue viendo como con el paso de los años, caducaban sus sueños poco a poco. Aquel, que se siempre esperó una oportunidad de demostrar que estaba hecho para viajar. Aquel, que nunca perdió la ilusión de que llegara “ese momento” que nunca llegó. Al menos ahora, tendrá a alguien a su lado que le cuente todo tipo de historias y anécdotas.

Adiós sueños. Hola sueños.

Adiós pasaporte. Hola pasaporte. ¿Preparado para conocer mundo?

 

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8 Comentarios

  1. Muy cierto lo de los pasaportes, yo los tengo todos, juntos, amarrados con un elástico,
    y son muchos, en el mismo cajón. A través del tiempo fueron cambiando de tamaño, color y categorías. Son libros de recuerdos, cada sello, cada visado, muchos de países que ya no existen, y la fotografía, la nuestra, esa que nos va mostrando el paso del tiempo. En el actual, ya casi no me quedan páginas vacías, así que pronto pasará a ser parte del recuerdo para darle paso al nuevo, lleno de energía y ganas de comerse al mundo. Y otra fotografía, con menos pelo, pero con igual de ganas.
    Abrazos

    • Ese cajón tiene que tener miles de historias ahí encerradas solo para él. Qué bonito es conservarlos y que se mantengan así de juntos ☺️ Gracias por contárnoslo. Un abrazo!

  2. ¿A quién se le ocurriría este pedazo de texto con un simple pasaporte como protagonista?
    Es que sois buenos. Al leer este post cualquier persona se siente identificada. Todos pasamos por las mismas situaciones descritas pero con algunas variables. Recuerdo en la frontera de Namibia, a una de esas personas que lo manosean sin cuidado ni tacto. Me rompió las tapas del pasaporte y no me querían dejar entrar a Sudáfrica. Después de jurar que iba directo a la embajada pude entrar al país y lo primero que hice fue comprar pegamento para arreglarlo. Sobrevivió hasta que volví a casa y, efectivamente, está guardado en el cajón.

    • Vaya tela! Imagino el susto. A mí lo más que me ha pasado es que se me mojó un poco por un monzón a destiempo y luego casi no entro en Myanmar. Y el cariño que se les pilla a esos libritos analógicos, qué! ☺

  3. Joder… Me emocioné hasta el punto de humedecerse los ojos al ponerme en tantas situaciones con tan solo 5 scrolls… Desde la tristeza e impotencia por parte del primer pasaporte, hasta el recién llegado al que “un experimentado” le contará todo lo que le espera, son muchas las emociones que se sienten si te pones en el pellejo de cada uno de ellos.

    Algún día seré como el pasaporte que viajó y conoció, por que no me importará ser rehén de la belleza de lo desconocido y menos me importará una vez llegue el momento, sentarme junto a otros más jóvenes y contarles lo que vi… e incitar a que se vayan a verlo XD

    Pues eso Ruben, un post “chapo” otra vez jaja

    Espero que todo bien en casa! Sigue en pie mi oferta de irme con vosotros de viaje a cambio de mi mano de obra con los pañales 😉

    Saludos!

    • Esa es la parte que más me gusta, la del pasaporte que ha viajado y con sus historias, hace que viaje el que no pudo ☺ En casa bien. Descontando los días para coger nuestros tres pasaportes y…

  4. Hay que ver cómo de las cosas más pequeñitas sacáis textos tan grandes <3

    Mi pasaporte sí que es malo, se va a caducar durante del viaje y toca renovarlo a saber dónde, toda una aventura que prefiero no pensar hasta que llegue la hora…

    Un abrazo!

    • Eso sí que va a ser una aventura! Papeleos a distancia. Quién da más? Siempre he querido hacerlo, pero no hay manera. A disfrutarlo a tope

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