Y llega el día en el que te da por salir sin tu inseparable cámara. Esa que siempre está lista para inmortalizar todo lo que te llama la atención. La única capaz de congelar momentos. Decides, salir en modo manos libres. Sin mochila a cuestas. Sin baterías de reserva. Sin trípode ni polarizador… Hoy, te lanzas a ver el mundo de una manera diferente.

“Qué ligero voy”, piensas. Esa mochila que con todo lo que sueles llevar dentro, apenas pasa de los 4 kilos, parecen pesar casi 15 kilos al final del día. Te has quitado un peso de encima. Las primeras sensaciones son… de cierta libertad. No estás obligado a que no se te escape nada. “No necesitas disparar” a todo aquel que se cruza en tu camino. Le das día libre a los reflejos de torres de televisión y árboles sin hojas que pasan por los ventanales de los grandes edificios. No te paras delante de una lata oxidada de la que sale un pequeño brote de vida verde que nadie más ve. Dejas tranquilo a ese skater que mientras escucha música con sus cascos, intenta hacer “un hellflip con fspop incorporado” (o como se diga) y que no le sale porque tú estás ahí dándole a la ráfaga una y otra vez para pillarlo en medio del salto con la mirada al frente… sin los ojos cerrados… con la ropa al viento. No giras sobre ti mismo buscando una serie de diagonales imposibles que forman cables, edificios y letreros ante la atónita mirada de todo el que intenta esquivarte sin ser derribado… Hoy, la ciudad está más tranquila sin ti observándolo todo. Supervisando. Examinando.

De alguna manera, te sientes… “un poco más del lugar”. Pasas más desapercibido y no supones una amenaza en formato paparazzi de desconocidos amateur. Antes te fijabas en las personas. En su aspecto. En el instante… Ahora miras lo que hacen y cómo. Te paras delante de momentos a los que normalmente, sólo les sueles dedicar treinta segundos. Hoy no sólo buscas chispazos fugaces. Hoy no sólo buscas encuadres bonitos. Sencillamente, no buscas.

Te sientes más normal porque es cierto que con la cámara, eres capaz de generar y acumular una serie de superpoderes al mismo tiempo difíciles de encontrar en cualquier otro ser humano…

  • El don de la paciencia: dícese de la capacidad sobrehumana de la que sueles carecer para todo lo demás y que hace que para ti, cuando tienes tu querida cámara en las manos, no pase el tiempo. Y es que, eres capaz de estar cuarenta minutos delante de un paso de peatones en el que sólo quieres que haya una señora mayor en bici cruzando justo por donde cae el sol sin mirar a cámara y delante de coches tirando a antiguos. No te vale que haya camiones feos que desequilibren la foto ni scooters rancios. Nota: este don es inversamente proporcional a la paciencia que es capaz de generar tu acompañante a lo largo del día mientras espera a que acabes de hacer la foto de turno frente a cada chorrada que te llama la atención.
  • El equilibrio extremo: dícese de la habilidad para estar de puntillas durante varios minutos con la cámara apuntando hacia el cielo para inmortalizar esa hoja que tiene dejar pasar un rayo de sol justo cuando la mariposa que lleva un rato ahí apoyada, remonte el vuelo. Esta incómoda postura perpendicular al suelo lo es algo más ya que debes pasar de 90º a 97º para evitar una farola que quedaría fatal en la foto final. Aún así, durante esos casi tres minutos en los que algún que otro mosquito aprovecha para un all can you eat de comida española, no sientes dolor alguno.
  • Aguantar la respiración: ya sean fotos que tardas en tomar 3 segundos o 4 minutos, eres capaz de no respirar. Nada. Tú no te das cuenta, pero es así. Es una especie de sistema anti foto movida. Pero la sensación interna que tienes es como si al respirar, la foto fuera a salir mal. El caso es que ya has batido varios récords Guiness al respecto sin saberlo.

Pero hoy no tienes superpoderes. Hoy, no toca nada de eso. Es cierto que, en algunos momentos sufres en silencio y piensas “¡ayyyy… si tuviese aquí la cámara!”, pero haces todo lo posible por dejarte llevar. Ves la actuación entera de un músico callejero aunque detrás haya una horrible camioneta de la que están descargando huevos. Observas un monumento durante varios minutos aunque haya 20 chinos persiguiendo un paraguas justo por donde vas tú. Te sientas en el banco de un parque y percibes que los padres de los niños que juegan, no piensan que eres un pervertido. Hoy miras diferente. Hoy disfrutas del momento. Hoy es tu retina la que sale a pasear y que no ve el mundo a través de un objetivo. Hoy, pasan todas esas increíbles cosas que dentro de tres días… se te habrán olvidado para siempre.

33 Comentarios

  1. Esclavos de la tecnología. Muchas veces obligados a registrar, recordar, capturar cada momento sin pararnos a disfrutarlo. Es cierto, a veces vale la pena liberarse y deambular libre.

    Me ha gustado mucho el post.

    Un saludo.

    • Y aun sabiéndolo Manu… me cuesta salir sin cámara. Casi lo sufro más que al revés. Es como vivir sin internet… ¡Qué se le va a hacer! 😉

  2. Me cuesta imaginarte sin la cámara Ruben! Me encanto el post, es una hermosa reflexión y muy honesta en verdad.
    Beso!

  3. Qué bonita reflexión. Yo confieso que algún día lo he intentado y me siento rara y en cuando veo algo ya empiezo a echar de menos mi cámara.
    Aunque es cierto que si vas sin cámara te centras más en otras sensaciones. No tienes el momento congelado para siempre en tu ordenador pero sí en tu mente 🙂

    • Desgraciadamente para mí, mi mente no congela los momentos durante más de seis meses. Sí o sí, necesito la cámara. Y es entonces, cuando miles de sensaciones vuelven a mí mágicamente 🙂

  4. A veces cuando vamos a un lugar, y estoy frente a un gran panorama pero Andrea no está cerca para capturarlo con la cámara, pienso que ese instante se presentó sólo para mí (un poco egoísta jaja, pero cuando no hay cientos de turistas sacándose selfies, es mejor), y sí, lo único malo puede ser que dentro de tres días, se me olvida para siempre. Voy a proponerle a Andrea salir sin su cámara, veamos qué dice jaja. Saludos chicos!

    • Creo, querido Samir, que esa es una batalla perdida. Deja a Andrea con su cámara. Es una extensión de su creatividad… y lo sabes! 🙂 Disfruta de esos momentos solo para ti en los que ella te hace fotos “de viajero mochilero interesante”. Abrazos!

  5. Una buena reflexión. Está condicionada por que todos somos blogueros.
    Llevo muchos años viajando pero solo hace uno que tengo un blog. Antes estuve en sitios como Nueva York y Ámsterdam de los que no existe ninguna constancia fotográfica. En el resto las fotos eran “egoístas” . Se trata de que se vea que yo he estado ahí no de retratar el lugar. Luego en casa podrás martirizar a tus amistades enseñándoles fotos. Aquellas amistades que no sientan pasión por viajar terminaran esquivándote, incluso puedes llegar a perderlas.
    Luego (o sea hace un año) llego el blog y descubrí mis limitaciones fotográficas (esperando como agua de mayo el taller de Antonio Quinzán el próximo 24) En un año he prosperado como fotógrafo más que en los 30 anteriores y últimamente hasta parece que me salen buenas fotos de vez en cuando.
    Pero el pasado pesa y recuerdo cuando respiraba la ciudad y la contemplaba solo por mi cristalino, las cosas sucedían sin sobresaltarme (rápido, rápido la cámara). Como siempre he sido un sonámbulo no tengo que volver al albergue a dejar mis valiosos elementos de óptica, si me lio y una lleva a la otra (esas cañitas) pues ya empalmo directamente. Al día siguiente mañana toledana en el monumento de turno, pero como no voy a hacer fotos da igual.
    Recuerdo mi estancia en las cataratas Victoria, numerosos turistas disparaban sus cámaras sin cesar, una vez terminaban se largaban a otra cosa, ninguno se paraba a contemplarlas con sus propios ojos.
    Hoy mi recientemente adquirida condición de blogger de viajes ha deparado una relación adúltera con la cámara. Mi mujer la observa con aire de “mira esa es la otra”, “que hay entre tú y tu cámara”. Dos enanos de 3 y 5 años se han aliado con ella, durante los momentos cumbres en que vas a disparar, se suben a una vaya peligrosa, se acercan a una calle con circulación o te atacan por la espalda. Cualquier queja es rápidamente rebatida por la madre (claro tú la cámara y yo los niños, que morro).
    En fin te sugiero como tema de reflexión posibles concomitancias entre una cámara y el anillo único de Sauron. Está muy bien esto de las fotos pero no debemos convertirnos en Gollum.

    Saludos os sigo atentamente.

    • Siempre he tenido en la cabeza que hagamos un viaje sin cámara. No por no hacer fotos y por “sentir y relacionarnos más”, no. Más bien por evitar el coñazo de ir todo el día con la mochila de cámara a cuestas o de preocuparnos por ella si la dejamos en el hostel. Total, que me parece “una posibilidad” más que interesante para ir “más ligero”. Pero creo que a la larga, sería peor. Seguro que tu mujer y los enanos agradecerán que vayas con la cámara. Siempre pasa. Ese “Ya estás con la cámara otra vez?” que luego se transforma en “Pásame la foto que me hiciste cuando la puesta de sol para subirla a FB”. En definitiva… somos unos incomprendidos 🙂

  6. ¡Qué bonita reflexión! Veo que en un comentario dices que con las fotos te acuerdas de momentos y eres capaz de revivir los viajes… A mí me pasa al contrario: cuando tengo fotos termino por solo acordarme de las cosas que hay en ellas, o el momento en que la tomé (dónde estaba, cómo me sentía, qué pensé en aquellos momentos…); pero olvido un poco lo que no está reflejado.
    Sin embargo, cuando no tengo fotos, me acuerdo aún más de lo que sentí y vi. Aunque creo que también juega un papel importante el hecho de que tengo muuuucho que aprender aún para hacer buenas fotos que reflejen lo que siento y veo. Digamos que siempre queda mejor en mi memoria! Jejeje Y, por lo menos, me queda este blog para viajar allí donde vais ^^
    Saludos!

    • En mi caso, el don de la memoria o mejor dicho, la falta de ella, es notoria. Las fotos hacen que las cosas vuelvan con el paso del tiempo casi al 100%. De lo contrario, sólo me quedaría un pequeño saborcillo de “aquella vez que estuve en…”. Me fastidia mucho que se me escapen entre los dedos todas esas sensaciones sin hacer algo para evitarlo… click!

  7. Sin mi cámara me siento inválido. Gracias a ella he aprendido a ver el mundo de otra manera. Además gracias a la cámara, objetivos y demás llevo el gimnasio incorporado; y me permite estar en forma cuando me la quieren robar y tengo que salir corriendo batiendo todo tipo de records. Cuando salgo sin ella me siento pesado, lento, ciego…¿es grave doctor?

    • Antonio, consultando al doctor lo que nos pasa, me dice que escriba lo siguiente: “Para nada… quédese tranquilo. Es usted un observador. Un congelador de momentos especiales. Un selector de rectángulos estéticos. Un perpetuador de momentos que recordar. Siendo usted feliz en todo momento y sin tener la sensación de estar perdiéndose cosas… está usted más que a salvo. Y en forma, claro”.

  8. Pienso que las dos cosas están conectadas. Si no estás presente y miras sin ver, ni la mejor cámera te ayuda a transmitir. Cuando haces lo que amas, se nota. Cuando lo haces con la persona que amas, aún más. Las fotos que quedaban sin tomar estarán en las próximas, en una forma u otra.

    • Verdades finlandesas: si estás y miras sin ver te pierdes cosas igualmente. Hay que intentar estar “a todo” sin que nada sufra. En cualquier caso y sabiendo que lo de cargar con la cámara hace que no estés tan entregado al momento, pongo en valor que veas “otras cosas” gracias a ella y, sobre todo… que puedas recordar el ambiente de un instante mágico “aunque tú no estés tan metido en él”. Por ejemplo, yo vivo mucho el viaje a través de lo mucho que Lucy disfruta de los momentos y se comunica con todo el mundo… me gusta fotografiar eso. Es decir, hago trampas! 🙂

  9. ¡Ah! Pero, ¿se podía salir sin la cámara? El manual de instrucciones no decía nada de eso 😛

    Bromas a parte, muchas veces puedes llegar a sentirte esclavo de la cámara, pero eso tiene una solución: objetivo fijo 50mm (o 35mm) y nada más. Algunas fotos saldrán bien, otras ni saldrán. Deja que las cosas sucedan y diviértete

    • Mmmmmhhhh… voy a valorar esa opción aunque, en mi caso, esto es doblemente grave: además de fotos… hago vídeo. No sé yo sin con óptica fija el mal iba a ser peor. Me tengo que plantear cosas para 2016 😉

  10. Muy buena reflexión, me ha gustado mucho!!
    Y más cuando precisamente ayer visitando Oporto, a última hora del día, casi cuando nos íbamos a marchar decidí dejar la cámara en el coche durante un rato y nos acercamos a despedirnos del puente. Desde abajo e iluminado la vista era muy chula, sin duda se merecía una última foto que hubiera culminado el viaje… pero sin embargo disfrute mucho más de la compañía en ese momento sin pensar en cuanto tiempo de exposición necesitaba o de si pasaría el tranvía antes de irnos.
    A veces yo también pienso en si nos perdemos una parte del viaje por llevar la cámara o si lo guardamos para siempre. De momento la seguire llevando 😀
    Un saludo!
    Sergio.

    • No te falta razón. Creo que se disfruta más del momento “en el momento”. Mi miedo es que ese momento… desaparezca con el tiempo. Más allá de poder enseñarlo y hacerlo público. Creo que sólo hemos publicado un 4% de las fotos que hemos ido haciendo por ahí. Voy a tener que ser más rápido disparando y más consciente de disfrutar 🙂

    • “3 días” es una forma de hablar… pero que no está muy lejos de la realidad. Lo noto con viajes anteriores. Antes de viajar a saco por el mundo cámara en mano, viajé. Claro. Y sé perfectamente en qué sitios he estado, me queda “el saborcillo” más o menos de cuando viví en Praga, cuando fuí por primera vez a Argentina, a Marruecos, a Estambul… Pero no soy capaz de pasar de ahí. Sin embargo, desde que estamos en plan “algo que recordar” y saco todos los días la cámara, puedo volver a revivir muchas cosas. Es más, con solo ver una foto, puedo revivir momentos anteriores y posteriores. Vuelven recuerdos que no tengo tan latentes. Es más… solo viendo las fotos de la vuelta al mundo, la puedo revivir entera. A todo esto, se junta que tengo una memoria fatal en general así que, la cámara, para mí, es fundamental. Besos!

  11. Chicos, me ha encantado vuestro artículo y me he sentido identificado en muchos puntos. Este año me ha pasado algo parecido no ya con la cámara, sino con el móvil, al no tener conexión durante días en Groenlandia ni Botswana. He viajado pero he sentido… perspectiva que llegas a perder, sin duda.

    De la cámara todavía no he podido desprenderme, hago trampas como dice Carol, pero me ha encantado vuestro artículo, diferente y fresco

    Muchas gracias 😉

    • Tú eres también carne de óptica! La pregunta es… ¿te sientes mal por ello? Quiero decir… ¿crees que te pierdes cosas o no? Yo, lo tengo claro: no sin mi cámara.

  12. ¡Me ha encantado! Yo últimamente también estoy teniendo tendencia a “liberarme” de la cámara y voy experimentando días sueltos sin llevarla. Y sinceramente, siento una liberación tremenda. Sobre todo de peso jajaja Pero también siendo sincera, al final siempre acabo haciendo trampas y sacando alguna foto con el móvil. Que no es la reflex, pero hace unas fotos geniales también. Definitivamente tenemos esa “deformación” creo y acabamos viendo fotos en todos lados, aunque intentemos dejarnos llevar. Yo creo que al final vemos nuestro entorno con nuestros propios ojos. Sea con cámara o sin ella. Lo que yo veo es muy posible que no lo vea el que tengo al lado, y viceversa.

    Lo que sí es cierto, es que cada vez hago menos fotos. Y con menos, quiero decir 2.000 en lugar de 5.000. Pero eso realmente me hacer sentir más relajadamente los lugares. Y luego evitarme tener que procesar tropecientas mil fotos, para que vamos a engañarnos…

    ¡Genial reflexión chicos! Un abrazo

    • Así que “te estás liberando” de que la cámara mande! Eso está bien. Yo busco el equilibrio pero noto que aún me puede lo de hacer fotos. Al menos yo, lo disfruto más. Lucy, como es más de relacionarse y de hablar… no sufre “este síndrome”. Ella hace sus fotos y cuando se aburre, pues ya está. Lo lleva muy bien, la verdad. Besos!

  13. Precioso post!

    ideal para reflexionar un poco sobre el tema, ya que está cada día más presente… a mí por mi forma de ser, no me gusta abusar; aunque quién yo soy para juzgar a otros 😉

    Hago fotos y lo disfruto, pero cuando estoy demasiado pendiente de la cámara me da la sensación de que sí, me estoy perdiendo esos momentos en los que simplemente paras y observas, y disfrutas del momento.

    Un saludo!

    Irene

    • Es una difícil elección. Si te gusta hacer fotos es más complejo, la verdad. De todas formas, también hay que decir que a pesar de perderte algunas cosas… de interaccionar menos… “Ves otras cosas”. Digamos que “miras diferente” y ves cosas que los demás no ven. Eso sí, estás un poco fuera.

  14. Ah, sí, la cámara es una esclavitud. Pero cuando no la cojo, sufro pensando “Wow, vaya foto había aquí y me he dejado la cámara!”. La cuestión es sufrir… ^_^

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