Del 18 al 21 de septiembre / 22º / Frescor con algo de calor
La visita a lugares con una carga histórica tan dramática como la de Hiroshima, te sumerge siempre en una intensa discusión interna. Por un lado quieres ir. Piensas que contribuir a que se mantenga la memoria de hechos fatídicos es la única forma de que no se vuelvan a cometer los errores del pasado. Por otro, sabes el mal cuerpo que se te queda durante varios días después de pasar por sitios como el museo de minas anti persona de Camboya o los túneles de Cu chi de Vietnam.
El fatídico 6 de agosto de 1945, Hiroshima fue víctima del primer bombardeo atómico sobre personas de la historia que supuso el final de la II Guerra Mundial con la rendición de Japón, la muerte de 166.000 personas (mayormente civiles) y casi 360.000 heridos víctimas de otros problemas de salud causadas por la exposición a la radiación que todavía persisten hoy.
Aunque la versión oficial del motivo del ataque fue la de terminar con la guerra, no faltan las explicaciones que apuntan a motivos de otra naturaleza y lo cierto es que el museo Memorial de la Paz no hace apenas hincapié ni en las causas del lanzamiento de la bomba ni en las que provocaron la guerra. Es curioso como en el momento en el que se habla de las consecuencias de un conflicto bélico, los motivos dejan de tener sentido automáticamente. Probablemente nunca lo tuvieron, pero cuando se habla de las consecuencias, aún menos. Lo más extraño de todo es que después de sucesos como este, a día de hoy sigan existiendo países considerados nuclearmente armados y firmantes del Tratado de No Proliferación Nuclear como son China, Francia, Reino Unido y EE.UU, algunos más que no aprueban el Tratado como India, Israel, Pakistán y Sudán del Sur y otros cuantos sospechosos de tener programas nucleares clandestinos.
Haces un esfuerzo por tratar de disfrutar Hiroshima. No quieres que en tu memoria quede únicamente como la ciudad de la bomba nuclear. Sabes que es mucho más que eso, aunque te cuesta llevarlo a la práctica.
Te rindes a probar los okonomiyakis, (diferentes tipos de noodles, verduras, carne de cerdo, huevo y una salsa marrón a la plancha) las ostras, (las más grandes que has visto en tu vida) y los momijis (un dulce típico de la zona que imita a la hoja de este árbol relleno de pasta de judía o lo que sea necesario).
Te pasas por su rehabilitado castillo, te cuelas en cada uno de sus shrines (lugares donde se practica la religión sintoísta) y hasta tienes la suerte de cruzarte con una boda tradicional con sesión fotográfica incluida.
Por el camino encuentras grupos de árboles que sobrevivieron al ataque, edificios que aún estando cerca del epicentro no se cayeron y otros misterios más que te recuerdan por qué antes de llegar, eras capaz de poner en el mapa Hiroshima y te preguntas una vez más por qué te torturas de esta manera viniendo a lugares como este…
Es observando las caras de circunstancia y el silencio del resto de los visitantes de la ciudad, cuando caes en la cuenta de los motivos de tu visita. En tus apuntes de historia estaban grabados los hechos. Los leíste, los memorizaste y los analizaste, pero no recuerdas haber sufrido en ese proceso y sin embargo, en Hiroshima puedes ver cómo no eres la única persona a la que se le hace un nudo en la garganta mientras observa el Atomic Bomb Dome o el Children´s Peace Monument. Y es que en los libros se guardan los hechos, pero en los lugares se queda grabado el dolor. En este suelo que estás pisando, bajo este cielo, a esta distancia… aquí fue. Estás ahí ahora y puedes sentir cómo duele lo que en ese lugar un día pasó. Por eso, aunque no sea agradable, sigues siendo de los que creen que a estos lugares hay que venir. Porque ya no puedes cambiar el pasado… pero te niegas a darle la espalda al dolor de los que todavía hoy siguen padeciendo sus consecuencias.
16 Comentarios
Llegué a Hiroshima un día de octubre del 2012 por la mañana, bien temprano, apenas había luz. La gente aún no caminaba por las calles. El motivo principal de mi visita era cerrar el recorrido de los lugares más importantes de la segunda guerra mundial. Mi vida, como la de millones fue marcada por esa guerra, mis abuelos se conocieron en un campo de concentración y eso generó interés en saber más sobre la historia de la SGM. Nunca antes en mi vida había sentido tanta paz como la que sentí esa mañana al caminar por las calles desiertas de Hiroshima, sentí como la gente de ese lugar había contrarrestado el propósito de la bomba, como la vida había vuelto a florecer. Ese sentimiento no perduró por mucho, durante la vista a los distintos lugares, el odio hacia quienes dieron la orden de lanzar la bomba no se hizo esperar. Impotencia, ganas de llorar, un torbellino de emociones fueron el resultado del paso por Hiroshima.
Es importante ver de lo que el hombre es capaz, ya que la historia condena a quien la olvida. Y una de las cualidades del ser humano es la de olvidar rápido.
Luego de 6 años de vagar por el globo no hubo otro lugar que me movilizará de tal manera como Hiroshima. Al irme de ahí en lo único que pude pensar fue en que iba a volver.
Guauuu Lucas. Si para mí fue un lugar impactante trato de imaginarme lo que debió de ser para ti teniendo relación directa con la historia. Me has dejado con la curiosidad. ¿Volviste a Hiroshima?
El camino no me regreso a Japón, aún. De momento estoy recorriendo Latinoamérica.
Pues ni tan mal, entonces 😉 Buen viaje!
Sigue dando respeto recordar lo que pasó. Muy interesante el artículo.
Saludos!!
Hay veces que me pregunto qué habría pasado si no hubieran lanzado la bomba… Qué horror ser una de las personas que tuvo que plantearse el dilema. Saludos!
Debe ser una sensación impresionante. Hace tiempo que quiero ir a Hiroshima… y leer vuestra entrada aún hace que tenga más ganas, del siguiente viaje no pasa!
Me imagino que no tuvo nada de fácil visitar esta ciudad que lleva una desgarradora historia. Lo que no entiendo es por qué alguien lo declaró ofensivo en Facebook, a mí me pareció un excelente post! =)
Misterios de la vida. Yo tampoco lo entiendo pero como se suele decir, en la variedad está el gusto. Un día me tienes que contar como haces para poder viajar, escribir y leerte todo lo que publicamos. ¿Hay algún truco secreto o es el agua del lago Titicaca que te da super poderes? Cuéntame Samir…:)
Jajaja puede que las aguas del Titicaca transmitan algo especial con tan sólo tocarlas, quise meterme (no estaba para nada helada) pero el viento frío me desafió y ganó. La verdad es que me encanta leerlos, hemos estado sin internet pero ahora estamos en un hostal con wifi de verdad, y me pondré al día con su blog =) Saludos a Rubén.
Muy bueno lucy. Me ha puesto los vellos como escarpias. Me ha recordado a la sensación que tuve al estar en los campos de concentración de Polonia. Gracias por trasladarnos a cada sitio donde vais! Muchos besos! Cuidaros muxo!
Hombreeeeee!!! Ya te estábamos echando de menos por aquí. Yo no conozco los campos de Polonia pero todo el mundo dice que la visita es durísima. Me alegra saber que sigues viajando con nosotros y que te haya gustado el post. Muchos besos más!
Hiroshima es una ciudad que no deja indiferente. Una contradicción constante de sensaciones…
Nosotros no fuimos capaces de entrar al museo, sólo paseando por el Parque de la Paz y alrededores ya teníamos los vellos de punta al imaginar lo que allí ocurrió. 🙁
Creo que de todas las visitas “desagradables” que considero necesarias, el parque de la Paz ha sido el lugar donde más claramente he tenido esa sensación tan intensa de que el dolor se quedó grabado allí. Es algo que se nota y además mirando alrededor puedes comprobar cómo no eres el único que lo está sintiendo por cómo se comportan el resto de las personas. Lo mejor del museo para mí es que deja muy claro que ese hecho no puede volver repetirse en la historia de la humanidad. Desde luego, si te pilla en uno de esos días un poco “flojillo” mejor no entrar. Gracias por vuestro comentario!
Muy bonito post. Ayer precisamente echaron en la 2 un documental sobre el cine en la segunda guerra mundial, y la última parte hacía referencia a las imágenes que se filmaron de la bomba que cayó sobre Hiroshima y Nagasaky. Recuerdo que cuando vi esa imagen de pequeño me pareció preciosa porque le vi forma de árbol. Hasta que descubrí la verdad de esa imagen y el drama humano que encerraba. Y piensas: cómo es posible que nos hagamos esto los unos a los otros
Me alegro que te haya gustado. Me gusta mucho saber de vez en cuando que sigues en nuestra mochila desde el otro lado. Ese árbol creo que está grabado en la memoria de muchas personas. Desde luego los japoneses se encargan de explicárselo bien claro a las nuevas generaciones con el mensaje de que “no puede volver a pasar jamás”. Capaces de dar la vida por otras personas y de quitarla, así somos los seres humanos. Un beso grande!