Según llegas, abajo a la izquierda. Ahí está Cabo Rojo. Justo allí. Por un momento, dudaste en si ir o no pero, te han hablado tanto y tan bien de esa zona, que no pasar por allí sería como no haber estado en Puerto Rico.

Así que vas, claro que vas. Pero antes, pasas por San Germán. Un pueblo que te llama la atención por lo sencillo y bonito que es, cargado además con más de 500 años de historia. Pero bueno, a decir verdad, “pueblos bonitos con historia, hay muchos”, dices.

Sigues hacia Cabo Rojo y cuando llegas en mitad de un atardecer, parece que se congelara el tiempo. Aunque bueno, “atardeceres bonitos ya han caído unos cuantos en los últimos años… aunque digan que aquí son casi a diario”, comentas con la boca pequeña.

Al día siguiente, justo cuando vas de Poblado Boquerón a Combate Beach, te va quedando todo más claro. También es cierto que tienes “una buena colección de playas bonitas y casas de colores en tu disco duro”, susurras.

Paseas la mirada por los tonos rosados y azules de Las Salinas e intentas no impresionarte más de la cuenta porque puede “que no sea para tanto”, piensas.

Te asomas al Puente Colgante, paseas al borde del acantilado y llegas hasta el elegante Faro de los Morrillos mientras te vienen recuerdos de aquí y de allá. No es el primer faro que ves, pero tienes que reconocer que te ha gustado mucho. Así lo confirma la hora que te has pegado haciendo fotos alrededor.

Te mudas a Playa Sucia y empiezas a pensar que (contra lo que tú creías), todos los puertorriqueños que te habían ido avisando por el camino no exageraban ni un poco:

“Tienen que ir a Cabo Rojo, es hermoso”

Además de todo lo visto hasta ahora, esta playa es especialmente especial. Por la ubicación. Por la forma. Por el ambiente. Por las vistas. Por todo. “Qué nombre tan feo para un lugar tan bonito” (por mucho que detrás esté la Bahía Sucia y huela raro), mascullas tímidamente molesto.

También recorres la 303 para llegar hasta La Parguera y cual Capitán Pescanova, te lanzas a llevar tu propia barca entre manglares, arrecifes y casas sobre el agua. “Pero qué pasada este sitio, ¿no?”, comentas varias veces exaltado.

Y así, poco a poco… Cabo Rojo te va dejando sin palabras. Sencillamente, no tienes nada más que añadir sobre un sitio que da tanto en tan poco espacio. Prefieres disfrutarlo y cerrar ese agujero que tienes debajo de la nariz.

Bueno, solo una cosa: “perdón por dudar”.

5 Comentarios

  1. Nosotros teníamos pensado ir este año y lo hemos pospuesto por el huracán María. Ya hemos estado varias veces, mi padre era boricua y tengo familia allá. Ahora que tenemos dos niños de 3 y 5 años piensas más en su seguridad y nos dio miedo ir. Una de las razones por el alto índice de criminalidad, aunque en nuestros viajes anteriores no vivimos ninguna experiencia negativa. Me ha encantado leer vuestra experiencia, me ha llenado de ganas y ilusión de volver a mi tierra con mis niños. Mil gracias desde Sevilla

  2. Cada vez me están entrando más ganas de ir a Puerto Rico. No tenía ni idea de que era así jaja Gracias por enseñarnos estos sitios

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