EL CUENTO:

Desde pequeño, siempre había soñado con llegar donde ahora estaba. Por fin se había convertido en evzon vigilante del anónimo soldado que yace. En agente presidencial silente que intercambia guardias a ritmo de zapatos carmesí con borla negra a juego. En bailarín casi mimo de chaquetón azul y calzas blancas que interpreta con orgullo tan honrosa coreografía. Pie arriba… meneillo… silencio… clac… pie arriba… meneillo… silencio… clac…

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Eso sí, nunca imaginó alcanzar la “tan alta gloria” de ser acribillado (y sin piedad) a infinitos clicks bajo el sol. No deseaba quedar solo para la foto. Ni antes, ni durante, ni después de cada “actuación”. Y así, dando pasos a cámara lenta, respirando a cámara lenta, pensando a cámara lenta… empezó a odiar también a cámara lenta.

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Empezó a no saborear aquel sueño de infancia que se había tornado en frustrante trabajo. Empezó a no disfrutar de algo que todo el mundo admiraba en el pasado y él sentía tan mancillado ahora. Empezó a quererlo dejar muy poco después de haber llegado. Justo cuando todos encuadraban tras el móvil sin ver. Justo cuando todos reían con dudoso respeto a fuerza de selfie. Su expresión se tornaba triste por momentos. Entre sus recuerdos de infancia, no estaba el de haberse reído jamás de lo que allí vivió estando “al otro lado”. Cuando observaba, tras esos enormes ojos de niño que no pierden detalle, cada paso que ya traía memorizado de casa. Colgado de una mano. Absorto. Maravillado. Los que tradicionalmente antes guardaban silencio, habían dado paso a una nueva desgeneración que ponía de moda la carcajada. La burla. A fuerza de matar guardias indefensos inmortalizándolos a 18 megapixels y risas a destiempo. Así fueron. Así son hoy. Antiguos y dulces sueños de niño que quedaron atrás para nunca más volver.

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EL MOMENTO:

A eso de las 15:02 el 27 de abril de 2016 y bajo un intenso calor impropio de la época del año, nos encontrábamos sin perder detalle del cambio de guardia que hacen los evzones en la tumba del soldado desconocido que tiene lugar cada hora frente al Parlamento de la Plaza Syntagma. Para nuestra sorpresa, los allí presentes (todos turistas) se reían jocosamente de la forma en la que los soldados se movían. Además, no dudaron ni un momento y casi sin dejarles acabar, en ponerse corriendo a su lado para hacerse mil fotos sin ningún tipo de decoro y con exceso de gestos. Puede que pillásemos un mal día… y que no siempre sea así. Es más, si no recuerdo mal, hace 11 años… no fue así.

 

1 Comentario

  1. Yo estuve hace un par de años allí y tuve más o menos esa misma sensación. Qué poco respeto tiene la gente a veces.

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