Del 28 al 31 de mayo // Temperatura: 27º // Calor de día… fresquillo de noche.
Según sigues avanzando más, se te olvida eso de que en este país no gustamos los españoles, o mejor dicho, te vas cruzando más y más personas en el camino que se encargan de hacer que se te olvide. Tus pasos te han llevado hasta la provincia de Jaén, donde empiezan a notarse los efectos de la selva. La temperatura sube, llueve al menos una vez al día y estos dos factores traen consigo la presencia de un tercero que te hace la vida imposible: los mosquitos. Esta vez te has estado preparando con tiempo y a conciencia. A falta de espárragos, has puesto en marcha un remedio popular de Perú contra ellos: la ingesta de vitamina B y estás deseando comprobar si funciona.
Tu destino final no es Jaén. Tu destino final es Cascarilla. Un pequeño pueblo donde viven y trabajan algunos de los agricultores de la cooperativa Sol y Café. A la horas que llegas a Jaén los conductores ya no quieren subir al pueblo: “La carretera está muy fea por la lluvia”. Tu contacto y experto en la zona es Franklin. Un chico de 18 años, estudiante de ingeniería forestal que conoce la zona como la palma de su mano. En Cascarilla vive su familia y es donde ha crecido. Su filosofía de vida reza que “la humildad es sinónimo de grandeza” y en unos días vas a conocerla en todo su esplendor.
A las 5h de la mañana del día siguiente empiezan a subir los coches por el barrizal, una vez que se llenan. En medio de la todavía oscuridad matutina, te sorprenden por las ventanillas unas linternas y una improvisada barrera. Todas las personas del interior del vehículo buscan en sus bolsillos 50 céntimos mientras el conductor te explica el motivo: “Son las rondas campesinas… Están ahí para asegurar la protección del camino. Antes, por esta zona había personas de malvivir que venían a asaltar y a hacer el mal. Cada semana un pueblo manda hombres para que se responsabilicen de la seguridad del camino y entre todos colaboramos económicamente para que se mantengan en la barrera”. Y es entonces cuando piensas: ¿y la policía? Pero no te atreves a preguntar…
En los próximos días Franklin se va a convertir en tu ángel de la guarda. “Gracias” a la lluvia, cuando llegas a Cascarilla los agricultores todavía no han salido a faenar y tienes tiempo para desayunar con los anfitriones del que será tu hogar durante los próximos días (la familia de Franklin): Neptalí, Perla, Luis y el gato del saco. En la mesa te esperan un buen trozo de queso, yuca sancochada (cocida) y una enorme taza de su propio café. Cuando Neptalí se da cuenta de que empiezas a flojear, te mira sonriendo y te dice: “Aquí hay que comer bien… que se gasta mucha energía”.
En Cascarilla hay un colegio, una plaza, una iglesia, una bodega, unas cuantas casitas, algún almacén y un entorno espectacular con una tierra en la que las plantas se van abriendo paso entre las montañas comiéndose los caminos. En cuanto para la lluvia, toda la cuadrilla se pone en marcha con sus herramientas. Se acerca la época de la recogida de la cosecha y hay que limpiar a machetazos los caminos para que las bestias puedan pasar… “Todos los años hay que hacerlo, porque las plantas vuelven a crecer”. Franklin también coge su machete para adentrarse contigo en la ceja de selva. “Sólo por si acaso” “Por si acaso… ¿qué?” “Por si acaso sale algún animal, pero no pasa nada”. En este pueblo van con machete hasta los niños. Debe ser el regalo de cumple de los 4 años. Si naciste en diciembre incluso de los 3, para que no se rían de ti en el colegio.
Franklin se adentra en la selva sin necesidad de seguir ningún camino, cruza el río, encuentra frutas dulces y te las da a probar, te enseña las diferentes plantas de café, los nombres de las flores, se mancha de barro la mitad que tú pisando los mismos charcos y se ríe de que te acabes de enterar de que las piñas no crecen en los árboles.
Volvéis a Cascarilla por la tarde a la misma hora que el resto de los agricultores pero con el doble de barro. Perla tampoco ha parado en todo el día. Se encarga de alimentar a los animales y trabaja en la recogida y el tueste del café. Hoy ha preparado gallina criolla en su cocina de leña.
Después de rebañar el plato tienes tiempo para hablar con los miembros de la cooperativa. Da igual que tus preguntas sobre el futuro se dirijan estrictamente a cada uno de ellos. Sus respuestas siempre son en plural y agradeciendo lo que tienen al buen hacer del resto de sus compañeros. Son la perfecta definición de trabajo en equipo. Hablan de la importancia de su trabajo para Cascarilla, de sus deseos de conseguir mejorar la comunidad. Allí no llega nada ni nadie. Así que son ellos mismos los que recibiendo ayuda de la cooperativa o no, se organizan para intentar arreglar como pueden la carretera, pintar los muros del colegio o hacer un parque. Casi todos han formado parte de las rondas campesinas, aún sabiendo que su vida corría peligro: “Pero qué íbamos hacer… todos queremos vivir en un lugar tranquilo”
La única respuesta que conseguiste sacarles en primera persona fue su sueño. La sorpresa fue que todos tenían el mismo y poco tenía que ver con dar la vuelta al mundo. No se trataba de un sueño para ellos. El sueño de todos es conseguir que sus hijos estudien y se conviertan en profesionales.
La segunda parte de tu visita te lleva a las oficinas y almacenes de la cooperativa, donde continua el proceso de selección de la calidad del producto, el pesado y la preparación para su posterior exportación. Las mejores calidades se exportan a Europa mientras que las peores se venden en el mercado local.
A Cascarilla cuesta llegar. Fuera de Jaén no te cruzaste con alguien que lo conociera. No conseguiste ubicarlo en el mapa con Google Maps y sin embargo estos días, en tu cabeza y en tu corazón, ocupa un lugar muy grande. Algo que recordar son sus habitantes, que sin quererlo, te han dado tanto que pensar. Esas personas cuyos sueños no se parecen en nada a los tuyos y que son “para otros”. Todavía sigues dándole vueltas a la frase que Neptalí te dijo al despediros: “para cuando quieran volver… aquí está su casa. Somos de naturaleza humilde pero de corazón grande”
12 Comentarios
Me encantó tu historia. Fui profesor de Franklin en la UNJ,es un buen muchacho y muy inteligente. Pienso ir a recorrer esos lugares tan maravillosos que me falto conocer.
Franklin es un chico muy muy especial. Concienciado del papel que tiene en su comunidad. Muy comprometido. Su actitud es increíble. Ojalá consiga llevar a Cascarilla y a sus gentes donde sueña.
El gato del saco¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡. Una experiencia muy bonita la que pase con vosotros, el conocer nueva gente, el que ustedes lleguen a mi pueblo. Como le dije una vez, gracias por visitarnos, gracias por conocer a mi pueblo, a mi gente, GRACIAS por la AMISTAD brindada.
SALUDOS, SUERTE
:):):) el gato del saco es lo más!
Nosotros ya sabemos donde encontraos para siempre y tú ya sabes donde encontrarnos a nosotros. Sigue así amigo. Siempre adelante. Un beso gigante!
Hola pareja ; me parece una historia increíble ¡que vivencias ! Que suerte encontrar tan buena gente por todos sitios
Por cierto no sabia que exitia la provincia de Jaén en Perú
Hola Grego… Es más complicado dar con gente mala que todo lo contrario. El mundo está lleno de buenos, lo que pasa que los pocos malos que hay hacen mucho ruido. También había un Trujillo. Ahora estamos en Ecuador y ya nos han sorprendido con Cuenca y Loja. Seguro que se nos escapan muchos más. Parece ser que entre los antiguos conquistadores se puso de moda lo de poner el nombre de su pueblo a lo que se iban encontrando. Para qué innovar! 😉
Disfrute palabra por palabra este post querida Lu.. me sentí cerquita de esos campesinos.. estoy segura de que van a lograr todo lo que se proponen!
Gracias Moni! Hemos visto muchas ganas y capacidad para mejorar. Hasta los números de la cooperativa nos enseñaron!
Hacen honor al nombre del pueblo.
Huevito… de qué más formas se decía? Me tengo que poner al día…
Desde luego, es un sitio donde los turistas no creo que vayan nunca… y es una lástima! Me ha gustado mucho la historia. Y, sí, yo también pensaba que las piñas crecían en las palmeras… ay!
Ayyy Germán, así somos los niños de ciudad 🙂 Les decíamos a los agricultores que pensábamos que la leche venía del tetra brick y se partían de risa. Si nosotros llegamos hasta allí, todo el mundo puede 😉 Eso sí… hay que echarle tiempo, pero luego el lugar, el entorno y sobre todo la gente lo recompensan.