Del 15 al 28 de mayo // Temperatura: entre 13º y 28º // Un poco de todo… revuelto, no agitado.
Por ignorancia… por desconocimiento… y porque a veces viajas con “las vacaciones justas” (esos 23 escuetos días que te has ganado durante los otros 342), pensabas que después de Cuzco y Lima sólo estaba el desierto. La nada. El vacío. Y mira tú por dónde, resulta que hay más. Mucho más.
Decides hacer un recorrido que va desde el denso tráfico “en hora pico” de Lima a la tranquilidad de Chachapoyas (esa ciudad cuyo nombre te impactó tanto y que jamás podrás olvidar) pasando por Trujillo, Huaraz y Cajamarca. Pasas de estar rodeado de turistas, a que una vez más… todo sea más auténtico y especial. Cambias una gran ciudad y su estrés de serie, por la fría montaña que calientan sus agradables y cariñosas gentes. Cambias los semáforos… por no parar acribillar lo que te rodea a fotos.
A Trujillo querías ir para conocer algo de las civilizaciones preincas. A un lado, la segunda ciudad construída en adobe más grande del mundo y correspondiente a la cultura Chimú: Chan Chan.
Al otro, la Huaca del Sol y de la Luna… complejo arqueológico de la cultura Moche que a día de hoy, está a medio descubrir. Entre ruina y ruina, decides tomarte un pequeño respiro en Huanchaco… frente a la playa… las olas… y los Caballitos de Totora.
A estas alturas estás ciertamente desconcertado con Perú y la variedad de paisajes y lugares que tiene. Nada se parece al resto. Es como si hubieran juntado varios países en uno traídos de diferentes partes del mundo. Mientras tanto… y para digerir tanta información e impacto visual, te sigues poniendo ciego a canchitas, piscos y ceviche hasta nueva orden.
Entre la cordillera blanca y la negra está el Callejón de Huaylas donde entre sus cinco provincias, está Huaraz y sus quesos (qué ilusión reencontrarte siempre con ese amarillo alimento que te llena cuerpo y alma). Haciendo base allí vas a conocer el Parque Nacional del Huarascan y a rodearte de incontables sombreros de postín.
Por estos lares, todo el mundo es más que agradable… Probablemente porque no ha llegado tanto el turismo (mal endémico y destructor de las buenas costumbres, usos y gentes de cualquier lugar “con encanto” que al final, te desencanta).
Aunque a Cajamarca llegas con la misión de ver las Ventanillas de Otuzco (una serie de criptas que formaban un recinto funerario) y Cumbemayo (un yacimiento arqueológico en el que destaca un acueducto pre-incaico rodeado de un “bosque de rocas”)… te llama la atención la ciudad en sí. Por sus calles en general y su patrimonio arquitectónico en particular.
Entras en el Cuarto del Rescate (un lugar para olvidar y del que avergonzarse… una vez más) y en todo museo e iglesia que se te pone por delante (la Catedral de Cajamarca, la Iglesia de Belén, la Iglesia de San Francisco y el Convento de la Recoleta).
Subes a lo alto del Cerro Santa Apolonia, entras en el mercado central y pasas todas las veces que puedes por su Plaza de Armas. Entre foto y foto, se te acerca un chico que vende chocolates y empezáis a hablar de todo y de nada. Así… sin motivo “ni finalidad aparente”. Al rato aparece un amigo suyo y acabáis todos bebiendo cerveza… Qué gente más incréible la del norte de Perú.
Aunque te gustaría quedarte más… tienes que seguir hacia Chachapoyas. Tienes que ir aunque sólo sea para algún día poder decir con orgullo y en voz alta: “Yo… estuve en Chachapoyas”. Tal honor, merece su pequeño sacrificio (dulce por otra parte). Y es que el recorrido de ocho horas por una carretera al borde de un barranco en el que casi no cabe el autobus… es tan acongojante como alucinante.
Una vez en Chachapoyas, las visitas están claras: Kuelap (una construcción en lo alto del Cerro Barreta perteneciente a la cultura Chachapoyas) y la increíble Catarata Gocta (un doble salto de agua de 540 y 231 metros). Vayas donde vayas… entres al bar que entres… te vuelves a dar cuenta de que cuanto más lejos estás de todo, más cerca estás de la gente.
Lo que más te han enseñado todos estos lugares, es que… como imaginabas, hay que darle una oportunidad a los sitios. Que no debes formarte una opinión definitiva sobre la gente de un país por un par de “desafortunados desencuentros” y que quien busca… encuentra. Nueva lección. En esta ocasión, de la costa a la sierra. Y van…
7 Comentarios
buen post queda demostrado que nuestro Peru es muy hermozo en todas sus regiones
Acabo de leer tu artículo y se me vienen muchos recuerdos a la mente. Hace poco con mis amigos hicimos una ruta con bicicletas de la sierra a la costa, llegamos a la playa después de un día de pedaleada dura.
Estoy leyendo todos sus posts de Perú, y como siempre, están increíbles! Nosotros lo recorreremos de norte a sur. Lo único que me intriga es la carretera hacia Chachapoyas! Por suerte iremos con seguro jaja. Saludos chicos!
Lo vais a pasar muy bien por allí 🙂 No miréis mucho hacia abajo!!!
Gracias por compartir sus maravillosas experiencias. Saludos y sigan disfrutando de cada lugar su gente y su gastronomía.
Buf! Tremendas fotos Rubén. Casi un año “dando la tabarra” y no me desengancho de vuestras experiencias. Enhorabuena pareja!
Los sombreros los quiero yo en mi tienda.
Besos
coco