Hará ya un par de inviernos que nos encontrábamos dando nuestra vuelta al mundo de un año y mientras tanto, escribíamos artículos viajeros en otras plataformas para ir generando algún que otro ingreso. Uno de nuestros interlocutores en el flujo de mails era un tal Iván al que no conocíamos en persona. Aquel chico al que no ponía cara ni edad le dio por empezar a leernos y pronto empezamos a cruzarnos mails paralelos en los que no hablábamos de trabajo sino… de viajes.
Aquel chico tenía un sueño y varios miedos. El sueño que me era cercano: dejarlo todo para recorrer el mundo. Los miedos también: la inseguridad, el vértigo, el después… Estados previos que desaparecen de un plumazo cuando por fin tomas “la decisión”. Percibía cierta envidia “de la buena” en sus mails con frases como…
“Yo este verano un viajecito por Japón, pero 20 miserables días! La vida del proletario del siglo XXI jajaja”
Poco a poco, Iván se iba soltando. Nos decía que realmente quería hacerlo y que tenía que convencer a su novia. Otra persona sin rostro para nosotros cuyo nombre era Tamara. El intercambio de mails y sueños siguió todo lo que duró nuestro viaje hasta que este, se acabó antes de lo que esperábamos por causas ajenas a la voluntad, a las ganas y al corazón.
Al volver, lo de conocernos en persona era casi una dulce obligación. Quedamos varias veces. A comer por ahí. En nuestra casa. En la suya. Un buen día, con la improvisada parafernalia nerviosa de quien anuncia que se casa o va a tener un hijo, nos dijeron que por fin se habían decidido a conocer mundo colgados de una mochila. De alguna manera, nos sentimos algo culpables y nos gustó haber aportado algo (si es que fue así) para que se lanzaran a dibujar su propio camino mientras nosotros seguíamos dibujando el nuestro. Para entonces, nosotros también habíamos decidido sumergirnos en un nuevo viaje al que llamaríamos massalaHDtrip y que daría continuidad a nuestra vuelta al mundo.
Nos fuimos tres o cuatro meses antes que ellos y ya en viaje seguimos su proceso de despedidas, venta de cosas y demás. Empezaron por Mongolia y un buen día, cuando ya andaban por China y nosotros en Japón, y estábamos mandándonos y devolviéndonos mensajes privados “sin importancia”, dejamos por escrito la firme intención de que nuestros caminos se cruzaran… en Taiwan. De esta manera, se hacía realidad una frase que en una de nuestras charlas viajeras Iván me oyó decir y que me recordó en cuanto nos vimos:
“Es más fácil quedar mientras estás viajando por el mundo que a tomar café viviendo en Madrid a solo dos manzanas unos de otros”
El lugar de encuentro tenía nombre de día, apellido de noche y forma de lago. Quedamos en vernos un “pasado mañana cualquiera” en la estación de autobús de Sun Moon Lake. Cuando llegamos, ellos llevaban ya un par de horas esperando sin desesperar. Con una sonrisa puesta de oreja a oreja y varios abrazos y besos recién hechos para nosotros. Una pequeña búsqueda de hostel con regateo incluido nos trajo una habitación cuádruple en la que dormiríamos un par de noches culito con culito.
El lugar, ese lago idílico rodeado de enormes montañas, pasaba a un segundo o tercer plano. Antes estaban las comidas aderezadas con anécdotas, “las clases” improvisadas de vídeo y las conversaciones llenas de proyectos y buen humor. Paseando casi sin fijarnos en lo que nos rodeaba se colaban taiwaneses en bici o haciéndose fotos de recién casados.
En las caras de Iván y Tamara se podía percibir claramente la expresión de liberación, felicidad y ganas de comerse el mundo que se suele tener en estos casos. De su diccionario habían desaparecido los temores y las preocupaciones por haber sido dos irresponsables más que dejaban sus buenos trabajos y “la vida que supuestamente hay que tener” por la de tener algo que recordar que merezca la pena ser contado algún día. Amigos, familia y especialmente madres de Iván y Tamara (a nuestras madres tampoco les emociona mucho esto del viaje largo): vuestros polluelos están más que felices y bien.
Además de hablar de viajes, hablamos de esos proyectos que teníamos entre manos y en los que volcamos todas nuestras ganas y pasión. Ese “trabajo” que tú solo te has buscado y que te encanta porque vuelcas en él lo que quieres y en el que nadie mete mano. En nuestro caso, la nueva web y unos vídeos que pronto verán la luz. En el suyo, su 2geeks1city en el que investigan sobre las economías emergentes que se encuentran entrevistando a reconocidos profesionales y creadores de startups de éxito.
Con sus enormes gafas de adorables y achuchables “sabelotodo”, Iván y Tamara son de esas personas que siempre quieres tener cerca. Aun así, y esa es la esencia del viajero, llegaba la hora de la despedida. Una de esas despedidas que, con el constante entrenamiento, ya no duelen tanto. Al contrario. Una despedida que después de dos días de risas y confesiones mutuas por la suerte de lo que estamos viviendo, te sale con la mayor naturalidad posible: en una estación de Taipei con un guiño cómplice, un abrazo volado y la seguridad de que nos volveremos a ver. Aquí o allá. Antes o después. Porque ahora, el mundo es un lugar mucho más pequeño. Un lugar con enormes e invisibles autopistas que te unen y reúnen constantemente con la gente. Solo hay que perderle el respeto a dejarse llevar por ellas.
En Sun Moon Lake conspiramos sobre lo mochilero y lo divino, intercambiamos conocimientos, comimos snickers, dormimos juntitos pero no revueltos, nos jactamos de ser tan afortunados y nos dimos fuerzas mutuamente para seguir persiguiendo sueños. Eso fue lo que hicimos. Que no es poco.
Iván… Tamara… Buen viaje. Nos vemos pronto.
Y a ti que estás ahí tan callado al otro lado de la pantalla… ¿te animas?
4 Comentarios
Hace un tiempo que no los leía, llegar a su blog siempre trae grandes sorpresas y es difícil salirse (más ahora que tiene nueva pinta jaja). Deben hacer otro viaje a Sudamérica y encontrarnos en un terminal o centro comercial =) Cuídense chicos!
Viajando tu vida se tiene mucho menos tiempo para leer algo que recuerdan otros. Es así y es más que normal. Falta tiempo para tanta experiencia 🙂 Seguro que nos encontraremos de nuevo. Abrazo pareja!
Bueno, por complementar el comentario de Facebook: nos ha encantado el post. Esos días por el “lago sol luna” fueron especiales, pero volver a ver las fotos recordando cómo eran mientras se tomaban tiene su punto. Y vuestra poética prosa mejora la vida real, es como un filtro de Instagram, pero mejor.
P.d.: Seguro que el fotógrafo oficial de la pareja de novios sacó peores fotos 😉
Creo que es la vez que menos fotos hemos tomado de un sitio. Sin duda, eso era lo de menos. Para la posteridad: ese hostel al que se entra por la cocina de un restaurante. Memorable. 🙂