Si has llegado hasta aquí tras una búsqueda en la que has escrito algo del tipo: ¿qué es un pulpería? ¿Qué significa antigourmet? ¿Cómo es un club social de Buenos Aires? Estás de suerte. Sí, esas son las tres ideas sobre las que gira este post pero, en lugar de empezar respondiendo directamente a esas preguntas, lo hace con la recepción de un mensaje al móvil:

– ¿Podéis hacer una videollamada? Estamos con la abuela y así os puede ver…
– Claro, nos conectamos en 5 minutos.

(5 minutos después)

La pantalla muestra en primer plano a una elegante señora de pelo blanco que, sentada a las brasas de su mesa camilla granaína, se dispone a iniciar una vídeo conferencia (con la ayuda de sus hijos) para poder hablar con su nieta viajera y su bisnieto que están a 10.000 km de distancia. En ocasiones, algún espontáneo más de la familia asomará la cabeza para saludar.

“¿Qué hora es allí? Debe hacer calor porque os veo ligeros de ropa, ¿no? ¿Y dices que estáis en…?”, pregunta la abuela mientras acerca la cara a la pantalla como si así pudiera tocarnos. En algún momento de la conversación, gira la cabeza hacia los que están allí con ella y dice en modo analógico: todavía no me puedo creer que podamos hablar así de fácil estando a tantos kilómetros… y ¡hasta verles la cara!”. Esto último lo dice siempre y si no lo dice, la conversación se alarga hasta conseguir escucharlo. Para nosotros, el vuelo a Buenos Aires ha sido el más largo de todo el chincheta trip, para el que tardó un mes en cruzar el Atlántico hace 100 años buscando “buenos aires”, esto roza la teletransportación. “Y dime, ¿allí qué se come?”… No sabes por dónde empezar desde que has descubierto que lo importante en esta ciudad no es “el qué”, sino “el cómo”.

Buenos nuevos aires

Aunque viajemos a la velocidad del futuro, buscamos cualquier resquicio del pasado. Los aires que te traen por tercera vez a esta ciudad han cambiado, los intereses también. En lugar de entregarte a la noche porteña, te envuelven las mañanas, los almuerzos largos y las tardes de parque. Buscas nuevos planes. Nuevos rincones. Así es como llega a tu vida el movimiento antigourmet. Bodegones, cantinas, clubes históricos, parrillas… Una guía que se dedica a poner en valor los restaurantes de toda la vida. Esos locales que desde fuera, a veces no dicen nada, pero que por dentro lo dicen todo. Emporios gastronómicos en los que se come a buen precio y es difícil quedarse con hambre.

Negocios cargados de la personalidad de quien los montó. En ellos residen la típica foto de “dueño en la pared con futbolista famoso”, recorte de periódico amarillento con una reseña que ensalza el lugar, el banderín del equipo al que se anima en la riqueza y en la pobreza (amén)…

Enamorados de este nuevo antiguo mundo, el pingüino y la soda en sifón pasan a convertirse en un imprescindible en la mesa. A partir de ahora, empiezan los almuerzos en pulperías y clubes sociales.

El origen de las pulperías

Según cuentan los más ancianos del lugar, las pulperías eran en sus orígenes algo similiar a un local de ultramarinos. Una tiendecita familiar atestada de cosas dispuesta a solucionar cualquiera de las necesidades cotidianas de sus clientes. Desde una caja de tornillos con cabezal del 3, hasta un bote de miel de abejas de la Alcarria. El negocio, a priori de venta de objetos, funciona también como una especie de centro social. Un lugar de encuentro en el que siguiendo la evolución natural de los acontecimientos, se sirven espirituosos y algo para picar. A esto le sigue alguna que otra partida de cartas, unos dados, una guitarra para amenizar la velada y hasta peleas de gallos (según dicen). Versatilidad total la de las pulperías, sí señor.

Hay diversas hipótesis sobre de dónde procede el término “pulpería”, aunque solo una lo relaciona con la venta del animal. El resto de teorías hacen alusión a las dotes del tendero para atender a todo el mundo, a la venta de pulpa de fruta o de carne, a la clase social de los que montaron este tipo de negocios, etc. Vamos, que mejor no ir con antojo de pulpo porque no hay ni rastro.

Los clubes sociales

Cancha de fútbol, suelo de baldosa, piscina, tablón de anuncios… Los clubes sociales son esos espacios multiusos que aparecen en las películas de cine argentino en los que, además de horas y horas de actividades, hay una cantina en la que comer milanesas que se salen del plato y ñoquis con tuco (salsa de tomate), si es el día que toca. La carta (por la que no pasan los años), ofrece las recetas con las que se manejan bien en la cocina (si algo funciona, ¿para qué cambiarlo?).

Actividades deportivas, partidas de cartas, porras de fútbol… Los clubes sociales han hecho la función de espacios de usos múltiples para todos sus asociados durante muchos años.

Para ti, más que lo que se come en Buenos Aires, esta tercera vez allí se convierte en el “cómo se come”. Te has metido de lleno en toda una experiencia culinaria degustando los platos del que lleva toda la vida detrás de una barra. Y eso, es muy, pero que muy difícil de explicar en una videollamada.

Una vez sacado a pasear el antigourmet que llevas dentro, solo le pides una cosa a Buenos Aires: si el destino te lleva una cuarta vez a esta ciudad, nada te gustaría más que poder seguir encontrando este tipo de lugares. Aguanten las pulperías, aguanten los clubes sociales, aguante el universo antigourmet.

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4 Comentarios

  1. Que grandes los “Antigourmet” entre tanta chetería de Palermo y Recoleta o de star-chefs televisivos, se agradece que alguién recomiende los rincones que todos conocemos pero a que a muchos les de verguenza reconocer.

    • Son geniales y además forman parte de la historia del lugar. ¿Cuantas conversaciones de todo tipo habrán escuchado las paredes de esos antigourmets? Cuando nos hablaron de la web y empezamos a leer las crónicas gastronómicas de los chicos que lo inventaron no pudimos resistirnos a escribir sobre ello.

  2. Fantastico, cuando llegue a Buenos Aires no sabia que tan rapido me adaptaria a sus costumbres, gustos por la comida, y todo lo demas. La verdad resulto mucho mejor de lo esperado.

    • A nosotros personalmente, visitar Argentina es como estar de viaje pero sintiéndote a la vez en casa. Nos encanta y me alegra leer que no somos sus únicos fans. Gracias por el comentario.

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