Del 19 al 21 de abril // Temperatura: 25º // Sol y sorpresas.
El Titicaca no se conforma con el título de ser el lago navegables más alto del mundo. Además, el muy agonioso se lleva el cartel de bañar con sus aguas dos países: Bolivia y Perú. Así que después de pasar unos días con la cancioncita de Copacabanaaaaaa metida en la cabeza, cambias de país para conocer la otra orilla del Titicaca, en el pueblo de Puno.
Llegas a la terminal de autobuses con toda tu ilusión para ver con tus propios ojos las islas flotantes de los Uros hechas a base de raíces de totora, donde sus habitantes dicen no conocer el significado de la palabra “enfermedad”.
Con ganas de pisar la isla de Taquile en la que empezar a familiarizarte con una nueva cultura diferente a la de sus vecinos fronterizos y por qué no, hacer noche en Amantaní, donde visitar restos arqueológicos que fueron centros de adoración y culto. Te dispones a empezar a “descomprimirte” una vez más: nueva alimentación, nueva moneda, nuevos precios, nuevas…
Perdona que te interrumpa. Ya sé que este es tu viaje, tus sensaciones, tu experiencia y “no la nuestra”, pero es que necesito decirte una cosa:
¡ME ACABA DE MORDER UN PERRO!
Bueno… más que un perro, un perrazo callejero de esos que aquí hay por todas partes. Así que si no te importa, esto no va de “tus sensaciones”. No por nada, sino porque que te muerda un perro no te lo deseo. Es una MIERDA de sensación, con todas las letras, y prefiero que no la tengas. Ya que el maldito perro ha elegido pierna (en concreto mi muslo alto) para ser mordido, no sacrifiquemos más carne.
Así que hoy… no vas a leer sobre tu viaje. Sino sobre mi mordedura. Todavía estás a tiempo de salir corriendo de aquí. Tú que puedes. Yo no pude.
Momento 1: Nada más pisar tierras peruanas un animalillo espera en la estación para dar la bienvenida al país y hacer de las suyas. ¿Qué es esa sensación de presión con escozor repentina? Automáticamente hay que girar la cabeza a la izquierda, por encima de las dos mochilas que se llevan colgadas al más puro estilo “Quasimodo”, para ver algo. Y lo que se ve, es al culpable de la fechoría huyendo en la otra dirección. Después de dejar de gritar y mientras todo el mundo mira lo que ocurre, intentar correr detrás del perro no sirve de nada con 20kg. Al recorrer un metro, el prófugo ya debe de haber cruzado el Titicaca entero. Ese perro no solo quería morder algo, buscaba demostrar su supremacía. Buscaba la humillación del mordido.
Lo peor de que a uno le muerda un perro callejero a las 21h de la noche no es la herida en sí, es lo que viene después. En realidad el “bocao” no duele tanto, y como este venía de incógnito, lo cual es de agradecer, no hay preliminares de “ay que miedo, aquí hay un perro malo con hambre”, ni sufrimiento psicológico. Mientras uno miraba para otro lado, él pensó “esta es la mía”, hizo lo que tenía que hacer y se fue corriendo por donde había venido. Sin marear la perdiz.
Lo malo viene después. Momento 2: “qué pereza… ahora toca ir a urgencias”. Buscar taxi, pedirle al taxista que vaya al hospital más cercano y que no se pase con el precio por no tener moneda local, sacar el calendario vacunal, contarle la historia al de ingresos, esperar turno, descubrir que el teléfono del hospital para llamar al seguro no funciona, contarle la historia a los de urgencias, recibir el chorrazo de agua oxígenada sin guantes y aprender de memoria los siguientes pasos a seguir: antibióticos, ibuprofeno y volver al día siguiente para ver a los de ambientales (edificio de enfrente) que llevan el control de estas cosas para que digan lo que hay que hacer.
Al día siguiente, vuelta al hospital que se va convertir en un segundo hogar en los próximos días. Claro que uno no cuenta con que no hubiera nadie. “¿Solución?”, preguntar a los guardias de seguridad: “Han salido pero… ¿van a volver?” “Sí, van a volver” “Pero, ¿cuando?” “Pues… Pronto” “Ahá”.
Así que hay que volver a intentarlo “pronto” y entonces… hay suerte. Una vez contada la historia de amor con el perro de la estación que al parecer es ya famoso y no le adjudican rabia peeeeero “como no estamos seguros de estar hablando del mismo perro y es mejor prevenir que curar, hay que vacunar”. Desenfundar con orgullo el carnet internacional de vacunación con el que uno se convierte en súper héroe antes de emprender el viaje… no es una opción.
En ambientales miran al carnet internacional con cara de interrogación: “Ni sé lo que es eso, ni entiendo esa nomenclatura, así que mejor que te vuelvas a vacunar. Aquí en el Perú las vacunas son 10” -(Glug)- “Te tienes que poner una cada día la primera semana” -(Glug, glug)- “Se ponen en la tripa y son dolorosas pero no puedes abandonar el tratamiento porque pones en peligro tu vida.” -(Glug, glug, glug)-
Aquí es cuando llega el momento 3: lucha contra los elementos.
Los siguientes días, aparte de dónde comer y qué hay que ver, aparece un nuevo objetivo: conseguir que alguien ponga la dichosa vacuna. Puede parecer fácil, pero no lo es. Pueden ocurrir cosas tan bizarras como que a la hora de la cita no haya nadie en todo el edificio, que se hayan convocado paros laborales, que las enfermeras estén asistiendo un parto o que la persona que tenga la llave de la cadena de frío se la haya llevado a su casa y tenga el día libre.
Cuando llega la vacuna número 6, con el ombligo como un colador, aparece una doctora que conoce la nomenclatura del calendario de vacunación internacional y confirma que no hacía falta vacunarse. Lo cual es una buenísima noticia porque las vacunas molestan más que el mordisco del perro que por cierto, ha empezado a evolucionar y ya casi tiene vida propia. Es más, parece que se intuye un mapa mundi entre los morados y amarillos del enorme cardenal o la cara de algún santo.
Sumando todas las vacunas contra la rabia puestas, pueden pasar dos cosas: convertirse en murciélago, o que si se es presa del mordisco de una rata, sea ella la que muera al instante.
Y así es como un imprevisto, puede hacer que uno cambie de planes y que el viaje, pase a un segundo lugar. De todas formas y para mantener el espíritu motivador del blog, ahí va una bonita foto para que no tengas pesadillas con perros, ratas y demás bichos “con mala baba”.
24 Comentarios
En Puno queda el Lago Mágico, que según Inca Garcilaso de la Vega, cuenta la leyenda que desde este lago emergieron la gran cultura incaica.
Buen apunte!
Vaya! No habíamos leído lo que os había pasado, ahora pasado el tiempo ya habrá quedado como una anécdota. Por las mismas fechas pero en Tailandia, yo también sufrí un percance, me clavé un cuchillo en la pierna con el resultado de 5 puntos que me pusieron en una clínica de Koh Tao que daba un poco de yuyu, lo que hicimos fue llamar a Iati y hablamos con un médico por teléfono sobre la medicación que me habían dado (unas pastillas sueltas en una bolsita que aún daban mas yuyu), no se si lo hicisteis (lo de llamar), pero quizás podías haberte ahorrado las inyecciones hablando con un médico español.
Buenos chicos que vaya bien la vuelta a la “normalidad”. Saludos! 🙂
Hola Tania. Después del paso por el hospital hablamos con nuestro seguro (Race), le contamos el diagnóstico, les mandamos foto de la cartilla y nos recomendaron (mal) que siguiéramos las recomendaciones de los profesionales de allí. Sospechamos que la persona que había al otro lado del email y el teléfono era más un teleoperador que un médico 🙁 Así que… RACE “nunca mais”… Ahora la cosa se ha quedado en unas marcas de uno colmillos en la pierna que vienen conmigo para siempre como souvenir. Estoy pensando en inventarme que fue un tiburón, para darle más intríngulis… 😉
Hola Lucy compartimos experiencia, a mi pasó en Tailandia , el jodio perro me atacó cuando iva en la moto y por poco no me mato. Lo que peor fue que frené con los pies y llevaba “cholas” al final , mordida y ñoños pelados. Espero que te recuperes pronto.
Saludos
Julio y Coco
En Tailandia estaban hasta organizados en bandas callejeras los muy… perros! Ya estoy mejor… se quedó en un susto y en algunos pinchazos posteriores, pero todo bien…
Ese perro es tonto…
…pero si Ruben tiene mas carne. xD
Siento lo ocurrido, pero ahora tienes otra historia que contar y una cicatriz de la que presumir…
Cierto… yo hubiera puesto mi muslo por el suyo. El caso es que el perro “no es tonto”. Yo tengo más carne, pero la de Lucy “es más rica” 🙂
Estoy pensando contarlo con un poco de aderezo y darle un toque Tigre y Dragón. Sería algo así como… “Sola, corrí en mitad de la noche oscura saltando de tejado en tejado con mi katana cuando sentí unos ojos rojos brillantes que me estaban siguiendo. Cuando la bestia se expuso a la luz de la luna pude ver su condición. Cabeza de perro, cuerpo de dragón, lengua de serpiente y cola de león” Necesitaré cómplices para contarla bien, así que cuento contigo 🙂
Cómo se le ocurre al chucho morder a mi Lucy!, traetelo que le muerdo yo
Porque el perro no sabe que eres mi amiga si no… muerde a otro, fijo!
A 4.000 metros de altura apareció en una estación, un mamífero de la zona, le llamaban el “muerdeviajeros”, una leyenda entre los locales, me miró, le miré y …
¿Y las batallitas que contarás a tus nietos? 😉
Ánimo Lucy, que esa mordedura sólo es otro tattoo más en tu peazo de viaje! Besotes
Creo que cuando se lo cuente a mis nietos voy a cambiar el perro por un tiburón, para molar más. Besotes de vuelta!
ANIMO Lucy, seguro que esa mordedura ya está mucho mejor con el paso de los días. Que GRANDE y fuerte eres, todo quedará como una anécdota mas en tu larga lista de experiencias viajeras 🙂
Besos viajeros
Gracias Rafiqui! La verdad es que la parte de los colmillitos cicatrizó rápido pero el cardenal se empezó a extender estílo honda expansiva y a cambiar a todos los colores. No dolía tanto, en serio, pero era súper escandaloso. Estuvimos en unos baños termales y todo el mundo se quedaba mirando a mi nueva “medalla de guerra”. Ahora ya ha desaparecido prácticamente y sólo me quedan mis marcas de quemadura de tubo de escape (de Laos y Vietnam) . Menos mal que no me gano la vida con mis piernas que si no…:) Un beso gigante!
Hola Lucy, estuve ahi en Marzo…y tus comentarios son sólo esos? El perro y la mordida pasaron a primer plano, que pena 🙁
O habrá un post 2.0 de las Islas Amantani y Taquile…para nosotros fué un lugar magico
Hola Caro! Como dices el lugar es totalmente mágico, increíble, único y lleno de cultura. Te diré que tuvimos la suerte de poder estar en Taquile en una misa en quechua porque era Semana Santa donde se nos ponían los pelos de punta con la mezcla cultural tan increíble que hay en la zona.
Pero lo que tratábamos con este post es de contar como lo que te pueda pasar por el camino puede cambiar todos tus planes e incluso tu percepción sobre un lugar. Imagínate que no visitamos Amantarí porque no podíamos pasar la noche allí al tener que ir todos los días al hospital (más o menos con las sorpresas incluidas del día, solíamos pasar entre dos y tres horas allí y cerraban a las 19:00). No pudimos cruzar Taquile andando porque con las vacunas (que fueron mucho más molestas que el mordisco) no me permitían la actividad física. Es decir, la mordedura pasó a ser el primer plano en lo que a logística diaria se refiere.
Eso no significa que el lugar no nos gustara pero sí que no lo disfrutamos como nos hubiera gustado y eso es de lo que tratamos de hablar en todos los post del blog. No tanto del lugar como de las sensaciones que vivimos en él, de una forma totalmente subjetiva y que va a depender de muchos factores incontrolables (por suerte). 🙂 No te quedes con que no nos gustó el sitio, creíamos que las fotos hablaban por sí solas! http://www.pinterest.com/algoq/puno/
¡Ojalá sientas mejor! No sé que más decir, pero has logrado de quitar cancioncita esa de mi cabeza. No fue tu intención precisamente 🙂 , pero lo has logrado con este post. Y Ruben ¿que tal está? Debe haber estado duro verte así…
Y yo debería repasar de la gramática ANTES de escribir… Ay que vergüenza… ¡Ojalá os da risa¡ 🙂
Sí, por favor, no repases que esos pequeños fallos gramaticales te hacen todavía más abrazable. Ayyy Mia si yo supiera escribir en otros idiomas la mitad de bien que tú escribes en español…
Puedo salir del país pero la cultura no sale de mí. La de ‘prefierocallarmeenidiomaspormiedodemeterlapata’ en mí ha levantado la cabeza. Nunca se termina de aprender…
Bueno… pues entonces no hay mal que por bien no venga. Cancioncita fuera a base de mordisco! 🙂 Rubén se pegó un sustillo y ahora cada vez que viene un perro ladrando se pone delante para protegerme, Es un príncipe azul… 🙂
Uff, qué mala suerte el mordisco del perro… Bueno, es una de esas cosas que, tarde o temprano, pasan cuando uno va de viaje. Hay que aceptarlo con filosofía. Ánimo que en poco tiempo solo será una anécdota divertida!
Gracias Germán. Me dijeron los locales que era alguien que me estaba mandando energía positiva pero cuando llegamos a Machu Picchu se nos paró volando un colibrí al lado de la oreja para contrarrestar energías. Así que.. asunto de carmas arreglado! Una medalla de guerra y otra historia que recordar, jijijiji!