Del 8 al 10 de diciembre//Temperatura: 34º // Sol, solazo.
Si hay algo cierto en esta vida, es que hay dos clases de viajeros: los planificadores y los improvisadores. Unos devoran guías, fotos, recomendaciones, horarios y direcciones. Los otros… ya lo irán viendo. Pertenecer a un grupo u otro no es como las hipotecas “de por vida” ya que, dependiendo del momento vital, es fácil cambiar de bando. Se puede viajar de muchas formas: el estilo “por mi” (llegar, tocar pared y salir corriendo), a paso de tortuga, solo, en pareja, con amigos, con niños… a pie, en bicicleta, en moto, haciendo auto-stop… como observador, como voluntario… con dinero, low cost, no-cost… en clase business, economy, misery class… Viajes gastronómicos, turismo rural, viajes fotográficos…
Tú, por ejemplo… al principio eras de los que te gustaba investigar sobre los países que ibas a ver antes de llegar. Nunca fuiste de seguir la guía a pies juntillas, pero al menos tenías una idea por pequeña que fuera de lo que se supone que “había que ver” y de la cultura del país. Ahora, acabas de aterrizar en Puerto Princesa sin dinero en los bolsillos y sin ninguna información extra.
Lo único que sabes de Filipinas es que fue una antigua colonia española, que es un país mayoritariamente católico, con muchas islas, que se come adobo… ¡y ya! Lo malo es que en esta ocasión aterrizas totalmente perdido. Tendrás que extremar la prudencia culturalmente hablando y probablemente te perderás alguna de esas cosas que “hay que ver”. Lo bueno es que, ante tu falta de idea y viniendo un poco cabizbajo de Kota Kinabalu, te has vuelto a montar en esa montaña rusa de sensaciones que supone un viaje largo y sí… estás arriba del todo. Sin expectativas, inocente, puro, virgen y casto (bueno esto último no tanto).
El tiempo se te ha echado encima… No sabías si seguirte empapando de lo que te ofrecía Indonesia o ponerte a investigar sobre Filipinas y claro, sales del mini aeropuerto de Puerto Princesa con cara de poker. Así que te montas en tu primer triciclo filipino y empiezas una vez más el proceso de “descompresión” o mejor dicho de “comprensión” de todo lo que te rodea.
Aún viniendo de Asia, parece que las revoluciones han bajado otra marcha más. El tráfico no es tan intenso y aparece en escena un nuevo transporte público que no habías visto hasta ahora: “los jeepneys”. Autobuses de hojalata con muchos colores, casi de juguete a tamaño real, con mensajes del tipo “Dios es mi copiloto” y en los que en los desplazamientos largos te puedes “mediosentar” cómodamente en el techo a tragar polvo, sol, lluvia y lo que te echen.
Como no tienes ni idea de para donde hay que ir y estás sediento de ver “que hay de nuevo amigo”, te lanzas a la calle a buscar con qué sorprenderte. Por primera vez te encuentras con las embarcaciones filipinas, una especie de canoas con brazos que le dan un aspecto casi arácnido. Como no tienes ni idea le preguntas al primer pescador que te cruzas que te responde con cara de obviedad: “Son así para ser más estables y ahorrar madera. Está claro”.
Te das la vuelta y subes por la primera calle que encuentras intentando volver al centro del pueblo, pero sin darte cuenta, estás en un barrio formado por pequeñas casas de madera, construidas encima de algo parecido al mar, pero sólido. Andas entre “sus calles”… Una especie de pasarelas de tres o cuatro tablones que conectan las viviendas de una habitación. Avanzas despacio con miedo a meter el pie en alguno de los agujeros y acabar en el lodo que hace las veces de letrina y basurero de las casas. A tu alrededor te adelantan y saludan (a toda velocidad) ordas de niños descalzos de menos de 8 años que se dirigen a uno de los charcos del lodazal para bañarse en él. Cerdos y pollos también comparten la plataforma de madera… y es de suponer que también el lodazal . Pero un momento… si estamos en horario de colegio… ¿que hacen todos esos niños aquí? Están por todas partes. Cada vez hay más. Parecen Gremlins… Cae uno al agua y crees que salen tres. Y es que, la edad media de Filipinas no supera los 23 años (eso, sí que lo has leído en la guía). Aunque hace algunos años se intentaron instaurar políticas de control de la natalidad, fueron fuertemente criticadas por los sectores más conservadores de la sociedad. Niños y más niños. Barro. Gallinas. Comida al sol.
Todavía con la cabeza y la nariz en lo que acabas de ver, tus ojos se centran en un pequeño puesto de golosinas y varios. Lo que debería de ser un lugar de alegría y color… parece una cárcel de alta seguridad. Las rejas rodean el pequeño epicentro de felicidad infantil. Te giras y ves que en la frutería hay un vigilante. Un poco más allá, una tienda de televisores parece esconder un alienígena en vida porque en la puerta hay dos “semisoldados” armados hasta las cejas. El concepto de seguridad también ha cambiado.
Sigues paseando sin dirección y llegas hasta una de las miles de canchas de baloncesto que salpican el país. Las “pistas” por llamarlas de alguna manera, consisten en un aro no del todo redondo que suele estar colocado en un tablero no del todo rectangular clavado en un terreno para nada regular. A pesar de estas condiciones, debajo de cada canasta hay siempre un grupo de chavales descalzos y no tan chavales calzados, jugando al baloncesto.
Junto a la pista de baloncesto llama tu atención la catedral de la ciudad. Hay tanta gente, que la mayoría está fuera. Dentro, ventiladores para soportar el calor y pantallas planas para seguir la misa a distancia. Toma pincelada tecnológica. Todos los bancos están llenos. En los laterales hay personas “de a pie” y en las puertas se acumulan los últimos en llegar para poder ver algo “y ser los primeros”. Pensaste que tratándose de un país católico, nada relacionado con la religión te sorprendería. Qué equivocado estabas (y eso que era la única información que traías bajo el brazo). El fervor religioso en Filipinas es mucho más fuerte de lo que te habías imaginado y esta no será la única ocasión en la que lo experimentes. Eso sí, al acabar la misa, todos te llevan en la misma dirección… una especie de feria en la que corre la cerveza y el adobo… bueno, el adobo no corre tanto. Mañana será otro día… y no sabes qué pasará. Sólo tienes claro que irás a la estación a coger un jeepney dirección Sabang… y esta vez sí que sabes lo que hay que ver allí.
¿Cuántas cosas importantes te dejas por ver de Puerto Princesa? ¿Qué has visto que no viene en las guías? ¿Qué prefieres: un museo o hablar con el pescador? ¿Un monumento ecuestre o el barrio del lodazal? ¿La cafetería más recomendada o una feria inédita? ¿Qué clase de viajero eres?… ¿Planificador o improvisador?
7 Comentarios
Esto es ¡increíble! No he leído algo como esto desde hace mucho . Maravilloso encontrar a alguien con algunas ideas originales sobre este tema. Este blog es algo que se necesita en la blogoesfera , alguien con un poco de sinceridad. Un trabajo útil para traer algo nuevo a la red. Gracias de todos lo que te leemos.
OHHHHH <3
qué guachi el vídeo, lucy… Qué majos los niños. "biutiful neim" 🙂
que bonito Lucia!!!
Ah! Y no dejeis de hacer el Tour A… Es una turistada maravillosa!!
Disfrutar mucho de Filipinas, a nosotros nos encanto y nos quedamos con ganas de MAS.
No se sientra en vuestros planes, pero no dejeis de ir a EL NIDO ….no tengo palabras para describirlo.
Recomiendo que cogais una moto desde el mismo pueblo del nido y vayais a la playa de Nacpan Beach (la recomendacion no es por la playa, si no por todo lo autentico del camino hasta llegar alli)
si quereis quedaros con los locales y echaros unas risas, los numeros, dias de la semana, meses y muchas otras palabras se pronuncian igual en castellano que en Tagalo (mesa, cuchara, cuchillo, tenedor) nosotros nos reimos mucho.
Comoesta! Improvisador claro! 🙂 Asia en general es alucinante, y como ya dije, sus gentes tambien…pero si tengo que quedarme con algunos y con algun sitio, esos son los filipinos y filipinas! Disfrutad!!
La única pega que le ponemos al país es que a los españoles nos dan una VISA muy pero que muy cortita… menos de un mes! Eso no es nada! No nos queda otra que aprovecharla a tope…