Por mucho que leas detenidamente el perfil de tu próximo anfitrión nunca te habrías imaginado que te esperaba una familia y una casa como esta. Dio y Bella tienen 21 años y son pareja desde hace casi 6. Ambos quieren enfocar su vida hacia algo que tenga conexión con los viajes: un futuro piloto y una futura diplomada en turismo que sueñan con irse a vivir a Bali a donde se escapan cada vez que pueden.
El caso es que a eso de las oscuras 20h de la tarde de Yakarta, asomas tu cabecita al interior de una casa de dos plantas preguntando por ellos y empiezan las primeras sorpresas. Has entrado por una puerta literalmente abierta las 24 horas a todo aquel que se decida a cruzarla. Dentro de ella, los responsables de todo esto: los padres de Bella (la mujer conocida en todo el barrio como “la defensora de la justicia” y su entrañable marido piloto ya jubilado). A estos 4 inquilinos se suma un continuo desfile de personas frente a tu atónita mirada. Primero, una chica de unos 16 años con un niño de 3, seguidos de otra pequeña de 6, luego un par de adolescentes gemelos, después otra señora mayor que no para de barrer el suelo, luego otra que se empeña en cebarte hasta que revientes…
Al día siguiente conoces a Dio y Bella (como no, estaban en Bali), sus amigos, su hermana, su otro hermano, las amigas de la chica de 16 años, la antigua babysitter, la vecina, alguien más cuyo papel desconoces… pero ¿cuantas personas viven en esta casa? Entre hijos naturales, hijos adoptados, adultos acogidos y mochileros debemos ser unos 20 (y subiendo cada 10 minutos). Sin embargo, todo fluye… Todo el mundo vive y deja vivir… cuando hay hambre se come, si tienes sueño te echas una siesta y entras/sales por la eterna puerta abierta. Se está tan a gusto allí que casi te vas de Yakarta sin visitar el Museo, el monumento Nacional y el barrio de Cota.
Pero es que si el pequeño Ibai te llama “kaka” (hermana) y te canta dándolo todo “We are young” (de Fun) no hay quien se resista… Eso sí, te has inflado de comer la deliciosa comida local de mamá, has ayudado a vender refrescos a los ciclistas el Día Sin Coches, has terminado de depurar la técnica de la ducha “a cubos” y has aprendido que en Indonesia se pueden comprar tickets de tren en los supermercados. ¡Ah! Y te vas a coger el tren con tantos “tuppers” bajo los brazos que tienes comida para rato. Por unos días has formado parte de la casa de “tócame Roque” y para tu sorpresa en ella las cosas funcionaban bastante bien.