Del 9 al 11 de septiembre // Temperatura: 21º // Fresco de chaquetilla.
Cuando te metes en un blog de viajes como este y te plantas una vez más delante de un post sobre un lugar del que nunca has oído hablar y al que puede que nunca vayas, piensas: “ooooooootro lugar del que nunca he oído hablar y al que, probablemente, nunca vaya”.
El caso es que Inle Lake se merece un artículo que hable de esa enorme masa de agua oscura en la que “crecen casas de madera” como champiñones. Sería normal que leyeras líneas y líneas sobre la característica manera que tienen los pescadores de la zona de remar con el pie mientras pescan con redes cónicas.
Te encontrarías todo tipo de información sobre la deliciosa comida shan de la que los birmanos se sienten más que orgullosos. O sobre lo agradable de su mercado nocturno… las hermosas vistas de los paseos en bicicleta por sus alrededores… los oficios de los artesanos cuyo trabajo se vende por todo el país… Te teletransportarías a su monasterio en el que conviven monjes y gatos para seguir aprendiendo más sobre el budismo entre las inscripciones de sus paredes… a la gran pagoda que custodia las rocas de oro donde durante horas alguien reza por megafonía…
Este post no habla de nada de eso. Este post habla sobre un idilio más fugaz e intenso que un amor de verano. Una cita a ciegas que te pilla desprevenido, con “nada que ponerte” y que por una vez, es de verdad de la buena. Un “rendez-vous” entre la bodega Red Mountain y tú.
Porque cuando llevas algo más de dos meses y medio sin probar el vino, ves las fotos de tus amigos por Facebook con otros ojos. Sabes que en cada celebración, por pequeña que sea, estarán derrochándolo por sus gargantas. Casi sin apenas saborearlo, porque tienen más… mucho más, por todas partes, en cualquier tienda, a cualquier precio. Y te recuerdas a ti mismo, cuando estabas en España y no te dabas cuenta de que vino, lo que se dice vino… no encuentras en todas partes. Al menos a un precio razonable y que no te queme la garganta. ¡Cuan desagradecido eras! A veces hablabas mal de una botella por no tener la acidez justa, porque su añada no salió buena, porque no maridaba bien con la carne… Estaba claro que el destino te estaba esperando para saldar cuentas. Preparándote litros y litros de té en silencio (que no esta malo pero vamos… ¡que no es vino!).
Así que, mientras pedaleas a lo verano azul con tu bici con timbre y dos marchas (la dura y la más dura), te encuentras con una de las dos únicas bodegas de todo Myanmar. Hipnotizado por la sorpresa, llegas a la puerta sudoroso y ni te has dado cuenta de lo que ha costado subir la cuesta. Ahí estás, frente a frente, La Bodega Montaña Roja. La Roja… como la Alhambra. Todo es poesía. Todo cuadra. No es un sueño… “Se han alineado los viñedos”. Por un momento recuerdas que tu ajustado presupuesto no te va a permitir ni un sorbo de ese elixir, pero aún así, pides la carta no vaya a ser que… “suene el corcho”. Las botellas rondan los 10€… “Un día es un día”, piensas. Y mientras miras las copas en otras mesas y ellas a ti… te pones a calcular cuantos días de arroz blanco te esperan si te dejas llevar por la locura. Entonces, encuentras la opción “cata popular” por la módica cantidad de 4000 kips (unos 4€) ¡¡¡Síiiiiiiii!!! Pero lo mejor es que ahí no acaba tu día de suerte, porque en la sección “Apettizers” ves tu otro gran amor: ¡El queso! Un cheddar normalito pero al menos no es un tranchete ni un quesito de la Vaca que Ríe que es lo más parecido que has visto en los últimos meses (aparte del socorrido tofu).
Te pones cómodo, disfrutas de la vista de los viñedos con uvas de semillas españolas, italianas y de… Irán. Y amas Inle Lake por encima de todas las cosas mientras saboreas un vino que probablemente hace tres meses te parecería muy normal como si fuera un Pingus. Te acuerdas de tus tardes latineras frente a un Matarromera, un Pago de Carraovejas, un Azpilicueta… y eres feliz.
Siempre te gustó eso de “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” pero hoy te suena mejor aquello otro de “Queso y vino para andar bien el camino”.
8 Comentarios
Lucia cada post me parece mejor que el anterior!! Nunca os habia escrito ni comentado pero que sepais que os sigo y me leo todo lo que publicais. Estais haciendo un trabajo estupendo y el viaje me parece una pasada. A partir de ahora participare mas. Cuando cruzais el charco para vernos por pas americas?? Un avrazo a los dos.
Kamilo qué sorpresa más buena me has dado! Llegamos a Buenos Aires en Febrero y entraremos por el sur de Chile en un mes como mucho. ¿Seguirás por allí o estarás tambbién haciendo “las americas”? Ganas de recibir un abrazo “made by Kamilo”
En lugares diferentes y con matices diferentes. Ustedes en Myanmar y nosotros en La Rioja. Bodegas y más bodegas,vinos y mas vinos, que pena no haber podido leer
esto antes,seguro que lo hubiera disfrutado más.
Ya sabes que somos unos inconformistas por naturaleza. Mmmmm… vinos riojanos…qué delicia!
Se me ha hecho la boca agua leyendo el post… Sin haberme repuesto del dolor de espalda de los viajes a la “velocidad de la luz”…
Este finde tenemos romería en el pueblo… Tocará comer con vino. Prometo que brindaremos por vosotros.
Un beso muy fuerte
Nada nos gusta más que una romería. Los que no tenemos “pueblo” nos acoplamos rápidamente al de los demás. Arriba esos brindis y esos vinos! Vais a lanzar platos contra el suelo como en vuestra boda o eso esta vez no toca? 🙂
Chulo chulo. Me alegro de que lo disfrutarais
Escribiendo el post casi podía oír al abuelo Miguel diciéndote por quintigésima vez: “Niña, tómate un vino” “No Miguel, si yo no bebo” Y su cara de sorpresa posterior una vez más. Jajaja!