Después de estar un año dando la vuelta al mundo, había muchas cosas que tenías ganas de hacer de nuevo. Esas “cosas que hacer después de dar a vuelta al mundo” y que días antes de volver saboreabas, rumiabas y regurgitabas con gusto. Una vez aquí, llega el día en el que te das cuenta de que ya has comido suficiente jamón, en el que ya has llenado “el vacío” estando con tu familia de nuevo, en el que más o menos has visto a casi todos tus amigos, en el que ya has ido a algunos de tus lugares favoritos… Llega el día en el que asumes que sí, sí… (no mires para otro lado)… “estás en casa”. Las cosas que hacer después de dar la vuelta al mundo se convierten en “las cosas que hacer a diario”. Al parecer, vas a estar por aquí más de “lo que estabas acostumbrado” a estar en los sitios. No te puedes hacer más el remolón ni luchar contra la evidencia… toca deshacer la mochila de una vez. Ha estado apoyada en una esquina durante un par de semanas… Esperando. Preparada para volver a salir en cualquier momento. “Lista” para llevarte de un lado a otro y enseñarte todos esos rincones a los que sólo ella puede llevarte. A punto… como siempre. Te acercas en silencio y te arrodillas a su lado (sólo falta que empiece una nostálgica canción a modo de banda sonora como en las películas). Tu triste mirada parece decir: “tenemos que hablar… no es por ti… yo no quería…”. La acaricias… te fijas en cada uno de los rasguños que se ha llevado y que ya paseábais con tanto orgullo por los hostels… repasas esas manchas de aceite de los maleteros de los autobuses… observas los restos (que no salen) de alguna de esas pegatinas que los operarios de transportes varios colocaban a traición para que no se extraviase… “¿Perderte tú?”… ¡A dónde iría yo sin ti!
Ella no lo sabe pero (aunque rezas para que no sea así) esta vez… la vas a deshacer por más tiempo. Vas poco a poco. Con cariño. Con suavidad. No quieres ser brusco. No se lo merece. Y es entonces cuando tu mochila, como no queriendo “que esto se acabe”, empieza a recordarte lo felices que fuisteis juntos sacando de dentro… algunos de esos pequeños y escurridizos recuerdos que fuiste a buscar. Entre todos ellos, hay uno que te corta la respiración: el dibujo de Ximena.
Ximena, la hija de siete años de aquella maravillosa pareja que os acogió con tanto cariño en San José de los Arroyos, Paraguay (el país en el que no había nada que ver). Aquella pareja con la que tenéis “tanto” en común. Aquella pareja que vive en una dimensión paralela a vosotros… con vuestros mismos nombres… con la misma diferencia de edad entre ellos… Ximena, la hija de Rubén y Lucía. La hermana mayor de Benjamín. Y casi sin poder contener una lágrima, vuelve a ti el día en el que estando con aquella familia que os dió más de lo que tenía.. más de lo que debía… más de lo que imagina… Se acercó Ximena y preguntó:
- ¿Ustedes no tienen casa?
- No, Ximena… nosotros estamos viajando por el mundo. No tenemos casa.
- Pues quédense aquí…
- No, no… esta es vuestra casa. La de papa, mamá, Benjamín y tuya.
Se hizo el silencio. Ximena, no parecía entender muy bien lo que le acababais de decir y se fue pensativa. Al día siguiente, antes del desayuno, se acercaron los rizos de Ximena y detrás… ella. Aún con dudas. Aún preocupada. Queriendo resolver el enigma:
- Pero a ver… ¿Cómo que no tienen casa?
- Esta mochila es nuestra casa… vamos de un lado a otro como los caracoles.
- Mama… ¡Los tíos dicen que no tienen casa!
- Es que Ximena, aquí llevamos todo lo que necesitamos…
Ximena, “sola contra el mundo y la incomprensión”, no parecía estar muy de acuerdo con que no tuvierais casa. Con que no tuvierais un lugar al que volver todos los días. Un lugar en el que “estar a gusto”. Horas después, al volver del colegio… Ximena parecía haber encontrado la solución:
- Ahí delante están construyendo una casa… se pueden quedar ahí.
- Esa casa será de otras personas que quieren estar cerca de vosotros y esta es la nuestra… para poder ir a otros sitios y conocer a muchas niñas marvillosas como tú…
Ximena y sus dudas se fueron de nuevo. Juntas. A la habitación. Definitivamente, no le convencía eso de que estuvierais viajando por el mundo sin casa y tenía que hacer algo al respecto. Al día siguiente, se acercó y os regaló un dibujo acompañado de un: “Tíos… ahora ya tienen casa”.
Y ahí estás tú. De rodillas en el suelo. Pensativo. Con tu casa-dibujo y con tu mochila-casa. ¿Quién te iba a decir que algún día ibas a convertirte en multipropietario? Ay mochila, mochila… ahora que “estamos en casa”, no podemos olvidar que durante todo un año, hemos tenido más de una. Cientos. Eso sí… tú has sido nuestro hogar. No te voy a meter en el fondo del trastero. No te voy a esconder. No voy a romper contigo. Te pondré el dibujo de Ximena dentro a modo de pegatina para que “no te extravíes” y para que, cuando llegue el momento y volvamos a irnos a tener algo que recordar… “tengamos casa”.
34 Comentarios
Muy bonito relato, Rubén. Y ten por seguro que la volveréis a llenar de nuevo para partir. Lo mismo me pasó a mí después de mi primer viaje largo, y después ya fue un no parar. Abrazo
Después de la vuelta al mundo vino otro viaje de ocho meses… Ahí seguimos. Sin parar Otro abrazo
¡Hola Rubén y Lucy! Hace tiempo que descubrí una forma de viajar muy pero que muy light a través de los relatos de viajes de otros, y así dí con vosotros unos meses después de que empezara vuestra aventura. Os he leído, me he reído, os he releído, y me he rereído con vosotros, con vuestras anécdotas, reflexiones, fotos, vídeos y recuerdos. ¿Y por qué os escribo ahora, así de repente? Pues ni idea, porque podía quedarme yo aquí en mi cómodo anonimato, pero es que con este post me habéis emocionado. Así que saludos y gracias por el paseo tan maravilloso que me habéis ofrecido estos meses 😀
Pues entonces… mil gracias por salir del anonimato María! Como dices la lectura es una forma de viajar más light pero mientras se preparan nuevas aventuras nos permite seguir soñando con otros lugares. Aquí seguiremos siempre para cuando te apetezca una de tus escapadas light 🙂 Un abrazo gigante y gracias por leernos!
Bienvenidos a casa entonces, una y mil veces!
hermoso. muchas gracias por compartirlo
En eso de dejar la mochilla en un rincón por un par de semanas, me siento más que identificada! Yo no pude deshacerla… lo cierto es que nunca lo hice, suerte que Xavi lo hizo por mi!
Ánimos para la vuelta!
Bonito recuerdo el de Ximena, bonita historia para recordar!
Qué “apañao”… eso es solidaridad viajera y lo demás son tonterías!
Les tengo una sugerencia para que sus mochilas no les de tan duro!! Lo he hecho con las mías y siempre quedan agradecidas… Préstenlas al primer viajero amigo que puedan! Con orgullo casi de padre he visto a mis mochilas seguir el viaje mientras yo me quedaba, sabiendo que algo de mi seguía en el camino! A la vuelta tendrán mucho que contarles!
Pues mira Marcos… parece que te he leído el pensamiento. Justo se acaba de ir mi hermano a San Francisco. Iba a unirse a nosotros pero, como nos hemos tenido que volver antes de tiempo, se ha ido igualmente y “bien acompañado” (ya hablaremos de esto próximamente). El caso es que… (redoble)… ¡SE HA LLEVADO MI MOCHILA! 🙂
Una vez que te inicias en los viajes, no hay marcha atrás. La nostalgia siempre queda, pero con ella las ganas de volver a salir en busca del mundo se hacen más fuertes! Enhorabuena chicos, han tenido más de un año fantástico, y la mochila? No la guarden, solo alístenla (entiéndase lavar, reparar y demás) para la siguiente “vuelta” 🙂 Un beso!
Bianca.
Con la mochila y el dibujo y toda la buena gente que hay por ahí, tenéis un hogar en cualquier parte del mundo.
Ganas de veros 🙂
Entre vosotros, sinewan, pack, salta conmigo, marcando el polo y nosotros… tenemos más casas que el Hilton y el tal Marriot ese. Las ganas son recíprocas y exponencialmente pegajosas.
No les da penita hacerme llorar en el trabajo??? Muero por moderle esos cachetitos a Ximena y llenarle de besitos (creo que me voy a pegar una escapadita a esos lares).
Excelente post Ru y que ese solcito siempre, siempre brille para ustedes 😉
Si puedes… ve a San José a conocer a Rubén, Lucía, Ximena y Benjamín. Ya te hemos habado muchas veces de ellos. Seguro que estarán encantados de conocerte. Y no… no nos da pena hacerte llorar.
Muy bonito tios…me he sentido parecido a la vuelta de muchos viajes…acaso eso no es la vida?
Cada vez más… pienso que “la vuelta” es una parte del viaje. Con toooooooodas sus cosas buenas. Una de ellas, es que te da fuerza y ganas para volver a irte con la ilusión del primer día.
Aysh! Me he enamorado de Ximena sin conocerla!!! Me ha encantado la historia… serán las hormonas pero ya me habéis hecho llorar…
Que hermoso relato chicos! Me siento tan identificado con todo esto. Tengo a mi mochila en una esquina mirándome con mala cara. Creo que me debo una buena charla con ella. Ja!
Un placer leerlos, como siempre.
Saludos!
Genial entrada, creo que todos los que hemos viajado por periodos largos nos sentimos identificados. A nosotros siempre nos cuesta deshacer las mochilas, porque significa admitir que el viaje se ha acabado (además de no tener prácticamente ninguna “cosa que hacer después”…). Que vuestras dos casas descansen bien juntas 🙂 ¡Yo también quiero un dibujo así! jaja
Qué bonita reflexión. Esos recuerdos no pueden igualarse con nada.
Un abrazo, y a seguir viajando. Si nunca pasáis por Taiwan, aquí seréis bienvenidos!
muy lindo lo que escriben que creo describe a todos los que viajamos constantemente. Yo tengo la mochila lista esperando para el próximo viaje, y si todo sale bien será pronto!
Un beso a los dos y que disfruten la “vuelta a casa” porque yo se que pronto emprenderán otro viaje junto a su “mochila-hogar”
Seguro que sí Caro y a ver si nos encontramos de nuevo… como en Uyuni.
Una vez más otra entrada que es una delicia…. felicidades chicos y Bienvenidos a casa….
Un saludo viajero
Patricia
Esta entrada me recuerda al cariño que le tengo a todas mis mochilas, de las que no me he desprendido aunque ya no las use. Y ya se porqué era. Gracias a esta entrada he caído en la cuenta. Gracias.
Que sepas Pablo que… a Lucy le pasa lo mismo y se ha pegado la vuelta al mundo con una mochila de 1970 que se caía a trozos.
“Quasimoda” es la mejor
Vaya dudas. Casa-dibujo o mochila-casa.
Preciosa historia chicos.
Felicidades.
Ains!!! que bonito el relato, con cuanto amor contadolo… asi es imposible que no sentirse abrumado.
Las vueltas siempre son duras y mas de tanto tiempo y tantas aventuras…
Un abrazo.
Silvia.
A ver qué tal se nos da “la vuelta” en casa. Ya iremos contando 🙂
Podeis escribir sin que se me salte la lagrimilla? Gracias!
Me ha encantado lo de “no es por ti, es por mi” (espero que todo vaya bien Rubén, dentro de lo complicado que pueda ser)
Muchas gracias Sara! Ya siento haberte hecho llorar, ya. Bueno no. Un besote!!!
Por favor, esto me derrite el corazón.
🙂