Ya nos habían avisado: “lo que más os va a gustar de Colombia, es su gente” y bueno, si vienes de París… la comparación además de inevitable, es superodiosa. Solo habíamos vivido un contraste tan grande al pasar de India a Japón (aquel fue a nivel de costumbres) durante el MassalaHDtrip.
Puede que por estos lares, llevar un bebé “bajo el brazo” de ojos azules y tirando a rubio, llame la atención más de la cuenta (no lo podemos negar). Aun así, el cariño de toda la gente que nos estamos cruzando va más allá de lo que nos habían dicho y por lo tanto, de lo esperado. Evidentemente, es imposible ignorar todo tipo de frases (y no sentir cierto orgullo al oírlas) dirigidas constantemente a Koke:
– “Mira un precioso alemanchi”
– “Parece un niño dios”
– “Qué mono tan bello”
– “Te quedaste sin ojos”
– “Ay qué lindo… que la Virgen lo guarde”
No hay día en el que no se acerque alguien para decirle algo o mirarle con ternura extrema. En el metro, por la calle, en los supermercados, en las plazas, en cualquier cola, en los hostels… No hay lugar en el que no se produzca un repentino derroche de cariño. Además, el enano cada vez busca más a la gente. Ahora, encima, saludando a diestro y siniestro. Se aprovecha de la situación. Como si se supiera “entrañable”. Y aun así, con todo el calor de su parte, sentimos que en Colombia, él no es el único protagonista.
Manejar el mismo idioma ayuda a que la conversación vaya mucho más allá. Tener cosas en común como el sabor de la comida, la historia, la espontaneidad… hace que todo fluya. A veces, incluso llevando al aburrimiento a un bebé que con el paso de los minutos, se da cuenta de que no tiene el acostumbrado papel protagonista en exclusiva. Es entonces cuando empiezan a surgir todo tipo de preguntas y comentarios como…
– “¿Les está gustando Colombia?”
– “¿Probaron ya el ajiaco?”
– “No dejen de ir a Villa de Leyva, es hermoso”
– Me encanta su acento al hablar.
Primeras frases para romper el hielo que acaban en historias de familiares que fueron “a la madre patria” para no volver. Historias que dan paso a consejos sobre lugares a los que ir; a visiones personales de los numerosos periodos de violencia vividos en Colombia; o a confidencias íntimas de todo tipo. La interacción llega a ser tan grande, que uno no sabe cómo cortar la conversación para seguir camino.
Y es en ese preciso instante, cuando uno se siente mal por los prejuicios que traía consigo en el avión. Prejuicios que se alimentan del miedo. Ese miedo “que hay que tener al ir a Colombia”. Sin duda, aquellos tiempos de sufrimiento, han sido un pozo que se ha ido llenando de cariño para dar y regalar. Miras al pequeño… y te vuelve a dar una lección. La del que mira con los ojos limpios a todo aquel que se le acerca con una sonrisa sincera. Sin buscar nada a cambio ni pretenderlo. Por el simple hecho de compartir un rato.
¿Cuándo perdimos esa fresca inocencia que todos traíamos de serie y que hace que se produzcan momentos más que entrañables?
En Colombia, los que están “koketeando con”, somos nosotros.
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Este post forma parte de nuestro primer viaje en familia de 9 meses llamado chincheta trip. Si quieres leer otros artículos de la serie haz clic aquí.
4 Comentarios
Me alegro que los traten bien alli! Si es que el peligro que tiene es que te quieras quedar.
Tal cual. Estamos luchando para que eso no suceda. Tenemos camino que seguir
Hola Ruben,
La verdad que todos vamos con prejuicios cuando vamos a un un lugar donde hemos escuchado noticias desagradables, en mi experiencia fue en mi propio pais, donde se conoce que hay mucha delincuencia y quizas las noticias me habian cegado con eso, pero desde el año pasado he comenzado hacer turismo interno y he descubrierto que si te informas bien a donde vas a que lugares ir a cuales no pasas una bonita experiencia, y vez que lo malo siempre tiene lados muy bonitos.
Saludos y esta lindo el bebe 🙂
Así es. Igualmente, incluso informándote, a veces vas con temor. Un temor que desaparece en cuanto llegas al destino. Vamos, suele ser así ☺️