Del 27 de septiembre al 1 de octubre // Temperatura: 26º // Sol, nubes, lluvia…

¿Cuántas veces has oído decir que vives en un país “de libertades”… un país desarrollado… del primer mundo… con todo tipo de derechos y con la posibilidad de “hacer lo que quieras”? Sí, estamos hablando del mismo país en el que no se puede pisar el césped… ni mucho menos echarte en él a dormir. En el que te multan por casi cualquier cosa. En el que hay cristales en los puentes no vaya a ser que te tires. En el que no se puede dejar una bici en el portal porque molesta. En el que no se puede estar sentado en la mesa de un bar más allá de lo que la consumición dure. Bar en el que si sólo quieres un café… va a ser que no, porque esa mesa es sólo para comer. En el que “ahí no se puede estar”. En el que “ahí no te puedes sentar”. En el que “aquí no puedes entrar”. En el que te pueden echar del trabajo por cualquier “sinmotivo” infundado. En el que si no puedes pagar tu casa, se la queda el banco y la tienes que seguir pagando. En un país… en el que el arte callejero, está prohibido, perseguido y penado. En ese país… vivíamos nosotros.

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Entonces, sales por ahí y ves que, en otros países “menos desarrollados”, la gente duerme por la calle, hay barrios en los que se cocina y se vende comida en puestos ambulantes mucho más baratos y probablemente higiénicos que las ocultas cocinas de muchos restaurantes que crees conocer, pueblos en los que te puedes sentar a tomar un café durante horas en la mejor mesa de la terraza de un bar tan ricamente, playas en las que acampar en la misma orilla… y ciudades, en las que las autoridades deciden promover el arte callejero a través de un concurso para decorar las paredes de sus edificios… ¡¡¡Ultraje… salvajismo… a la hogueraaaaaa!!!

Dicho concurso para que Penang tenga una identidad propia, lo gana Ernest Zacharevic con sus dibujos y Tang Mun Kian con las historias forjadas en hierro del porqué del nombre de las calles más importantes de la ciudad.

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Identidad, que por ejemplo Madrid lleva persiguiendo muchos años y no encuentra por mucho dinero que derroche colocando en sus calles consoladores dorados gigantes y que Penang sí ha encontrado (por un módico precio y mucho gusto) convirtiéndose aún más, en reclamo para turistas y viajeros de todos los lugares.

Esa ciudad, es Penang…

Porque el arte callejero de Penang ha calado en sus gentes, en sus tiendas, en sus casas… Al fin y al cabo, cuando estás rodeado de creatividad, aunque no quieras… te vuelves creativo. Piensas. Se te ocurren cosas.

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Quizá por eso, en el lugar de donde venimos estén prohibidas este tipo de actividades salvajes contra las grises paredes de los grises edificios que adornan el gris asfalto. Para que no se te ocurran “ideas de colores”. Y tú, que estás de paso, deambulas por las calles de la ciudad con cierta admiración salpicada de sana envidia pensando en “todo lo que podría ser y no es”.

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En Penang se ha desatado la inquietud, se respira el digno afán de destacar usando el ingenio, se ha hecho fuerte el orgullo… el orgullo de ser un lugar que tiene “algo”. ¿Por qué habrán querido las autoridades de esta ciudad que la gente sea más creativa? ¿Qué tramarán? ¿Están locos? Intentando responderte a ti mismo, te das cuenta de que los dibujos no te dejaban ver lo que hay detrás.

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Preciosas casas-taller (vives arriba y trabajas abajo) en las que se llevan a cabo todo tipo de actividades artesanales.

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De casa-taller en casa-taller y de dibujo en dibujo llegas a los Clan Jetties, una serie de “calles” flotantes con sus casas flotantes también en las que varias familias chinas viven unidas y que permanecen unidas desde hace más generaciones de las que pueden recordar. Juntos, pero no revueltos.

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Eso sí, sin ningún estupor ni vergüenza, tienen las puertas de sus casas abiertas de par en par. Vidas que quedan expuestas a la curiosidad desmedida del fugaz visitante.

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Cuando aún te estás preguntando cómo debe ser eso de vivir encima del agua y después de pasear por Chinatown y el distrito Colonial, apareces en Little India. Una vez más, “se te llevan las emociones”. El color anda suelto y la música casi te arranca a bailar. Entras en un restaurante mitad indio mitad musulmán porque te hacía falta una parada técnica para reponer emociones. Vuelan los rotis, el chicken tandori, los lassi y el teh tarik.

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¿Pero qué pasa? ¿Es que todo vale aquí? ¿Por qué hay tanta mezcla? ¿Cómo pueden permitir semejante bacanal socio-cultural? Qué ultraje. Que vergüenza. Ayyyyy… si las personas rectas, íntegras y con sabiduría que sí que saben dirigir un país… “levantaran la mano”. Para que no se te agite el carácter más de la cuenta, te das una vuelta por el Parque Nacional de Penang y te haces un pequeño trecking por su semi-selva que consigue calmarte un poco. Respiras. “Esto no está pasando” (te dices). Pero, casi sin darte cuenta, te encuentras metido en un riachuelo sin tener toalla para secarte ni ropa para cambiarte. Y llueve. Y te cuelas en un puente colgante que está cerrado al público. Y saltas. Y sonríes. Y te sientes vivo… Y…

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¡¡¡Te estás saltando las normas!!! Eres un semi-delincuente…

Al final, todo “lo malo” se pega.

6 Comentarios

  1. Bueno, solo hay algo peor que leer esto y ver que razon teneis…. Hacerlo mientra estas en el atasco para ir a currar con otros miles gili… Como tu. Gracias por evadirnos a ratitos 🙂

    • Eeeeeeeeso queremos. Que esto lo sintáis como vuestro y que se anime alguien a hacerlo 🙂

  2. Geniales los zapatos-macetas y la pintura-bici y los móviles y las casas flotantes yyyyyy…….todo

  3. Cuando leo estas cosas me quedo sin palabras mi imaginación se pone a mil..¿que coño pinto yo aquí? luego la relalidad me señala todas mis obligaciones
    y me vuelvo a aborregar.

  4. Definitivamente queremos volver! Ni dos semanas en casa y ya nos queremos marchar.
    Y que bonito en Georgetown, y Malasia y el Sudeste Asiático, y que atrasados nos estamos quedando aqui……

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