Del 5 al 10 de octubre // Temperatura: 27˚C de media // Sol y algunas gotas de tarde-noche.
Chinos y musulmanes juntos, pero no revueltos.
Una vez que despiertas del idílico sueño que viviste en Perhentian vuelves a tu ruta con nuevos objetivos: ver las montañas de Cameron Highlands, la profunda selva de Taman Negara y la ribereña Melaka. Destinos que no te quieres perder y en los que, a excepción de Melaka, el malayo medio no ligado al turismo no vive. No quieres salir de Malasia sin descubrir si la enorme mezcla de culturas que viste en Kuala Lumpur es fruto de la vida cosmopolita propia de la ciudad o si son los efectos secundarios del roti bomb, del roti con queso, con cebolla, con ajo, con huevo… para desayunar, comer o cenar. Si tiene que ver con lo segundo será cuestión de exportar la receta.
Parada 1. Terengganu.
Esto de pueblo no tiene nada. Es tooooooda una ciudad muy pero que muy musulmana, por algo se le conoce como “residencia de la fe”. A los 15 minutos de andar por allí ya te has dado cuenta de que hay más mezquitas que líneas de autobús (de madera), que además es el único medio de transporte público que “casifunciona” y cuyos horarios son menos fiables que las afirmaciones de las videntes en televisión a eso de las cuatro de la mañana.
Si sientes la llamada de la fe, no te vas a quedar con las ganas ya que la alta densidad de mezquita/m2 te facilita la vida para poder rezar tus 4 veces al día. Estés donde estés, alguna te pilla a mano… en tierra firme o flotando. Hasta hay un parque temático de mezquitas (Taman Tamadun Islam), junto a la Masjid Kristal, con réplicas de las principales del mundo. Si no formas parte del grupo de los creyentes-practicantes-asistentes, también le encuentras utilidad: saber la hora que es sin necesidad de mirar el reloj o disfrutar 4 veces al día del momento de llamada al rezo. Un auténtico concierto de voces que se superponen simultáneamente con un estilo que recuerda mucho al flamenco. Eso sí, nada de vino y jamón para acompañar la faena.
En Terengganu brilla el sol, hay playa aunque no sea muy recomendable ponerse en biquini por el qué dirán (lo más suave: “fresca”), los pajaritos cantan y las nubes se levantan. De hecho cantan una barbaridad. Durante el día amenizan tus paseos pero, por la noche acojonan. A “primera oída”, son una especie de ejércitos cantores que no sabes muy bien si también lo hacen por llamar al rezo a sus homónimos. ¿Por qué cantan con esa intensidad? ¿Qué les inquieta? ¿Están en celo? El motivo real no tiene que ver con que los tejados de Terengganu sean el punto de encuentro de la mitad de las aves que surcan los cielos en el mundo, sino con una serie de grabaciones que atraen a las golondrinas para que aniden y con ello produzcan una especie de pelito o plumilla que se utiliza sobre todo en postres… Ca-si-na-da.
Aunque el ambiente de Terengganu sea un poco “de pueblo”, tienes la sensación de haber pinchado en hueso en tu búsqueda del mundo rural. Así que te vas a visitar Pulau Duyong (la isla de los pescadores), donde todavía quedan algunos pequeños embarcaderos en los que se construyen preciosos y humildes barcos de madera que convivirán acomplejados en el puerto con enormes mastodontes. Así es el mundo de injusto… para los barcos también.
Parada 2. Kuantan.
En menos de 300 km, se invierten los papeles. Tampoco has llegado a un pueblo pero esta vez, la ciudad es predominantemente china. Malasia es así, no te deja bajar la guardia ni un minuto. Pasas de ser el único que se bebería una cerveza a ser el raro que sólo pide ice-lemon-tea en cuestión de 100 km. Aquí, el chino medio se cena dos botellas grandes de Guiness mezclada con dos de Carlsberg (no una y luego la otra. Las dos a la vez. En el mismo vaso. Una versión de la clara pero sin mariconadas), y una sopa con trozos de “mejor no saberlo”. A veces… este amor-odio por el alcohol, es radical en cuestión de sólo tres calles.
Como, evidentemente aquí no hay tantas mezquitas, tardas menos en ver la ciudad y te da tiempo a ir a Sungai Lembing (el lugar de recreo de los kuantanenses para las escapadas de fin de semana), donde un martes cualquiera eres la gran novedad. Esto sí que es un pueblo-pueblo-pueblo. Nada que hacer… excepto sentarte con los mayores entre los cuatro puestos de comida de la plaza y beber cham (té mezclado con café y un poco de leche condensada) mientras ves pasar a los jovenzuelos de 76 en sus vespinos a toda velocidad (34 km/h). Eso de mezclar cervezas, y té con café puede sonar bastante raro, perooo… bueno, pensándolo mejor, nosotros somos los que mezclamos vino con Coca-Cola o Casera.
La edad media en Sungai Lembing debe rondar los 91 años, su hora punta es cuando coinciden más de 5 personas moviéndose a cámara lenta en la calle y lo más emocionante es esperar a la hora de comer para degustar la especialidad del lugar: sopa de noodles con tomate.
Parada 3. La conclusión.
Por lo que has visto, fuera de “la capital” y las principales ciudades, chinos y musulmanes no se mezclan tanto como parecía (aunque haya excepciones, claro) y los indios, que van a su rollo, se dedican a hacerles rotis de vez en cuando a todos para alegrarles la vida. Primeros y segundos se soportan, conviven, comparten espacios, pero no se irían juntos de fin de semana. Qué difícil es esto de ser malayo…
2 Comentarios
Pues recordamos un barrio chino muy chulo en Terengganu, y bastante grande, aunque si es cierto que predominan los musulmanes, creo que es el estado malayo más musulmán.
Un abrazo!!
El barrio chino muy molón, eso es verdad. Lo de los musulmanes me lo chivaron las estadísticas 🙂