Del 27 de agosto al 2 de septiembre // Temperatura: múltiple y variada // Sol, lluvia, frío, calor…
Cosas inexplicables que sólo te pasan en Mae Sot:
Mae Sot tiene una energía especial, única… Es una especie de agujero negro donde el tiempo no pasa y que una vez estás allí, te atrae como un imán. Así que científicos de todo el mundo no busquéis más: Mae Sot es el lugar en el que nada es lo que parece.
Y para muestra, una mercería entera:
- Ibas hasta allí con el único objetivo de conocer la labor de Colabora Birmania y ayudar en lo que puedas… y resulta que te ayudan más ellos a ti, que tú a ellos.
- En el corto que hiciste y que lleva por título “El síndrome del eterno viajero” hay una frase que dice “reconozco que no me gusta encontrar españoles por el mundo” y mira… aquí estás rodeado de ellos. Entre los de Colabora Birmania y otras organizaciones, debe haber 15 o así. Todos se conocen. Quedan a diario. Os vais de fiesta juntos, cenáis juntos… y para ser sinceros… ¡te los quieres llevar en la mochila a todos!
- El lenguaje de los signos no siempre funciona. Son curiosas las conversaciones que se pueden llegar a tener cuando no hablamos el mismo idioma. Decimos que hay un lenguaje universal que nunca falla, pero también es cierto que a nada que la conversación se eleva un poco (y no me refiero a debatir sobre las escuelas del pensamiento positivo), sólo nos queda la sonrisa y el descojone posterior al descubrir que por mucho que nos hayamos sonreído previamente, lo que querías decir no tiene nada que ver con lo que el interlocutor ha entendido. De esto te das cuenta cuando te quedas esperando durante media hora en recepción el recibo “postpagodehabitación” hasta que ves pasar en toalla-dirección-ducha a la persona que se supone que te lo iba a traer. O cuando pides un rollo de papel higiénico y con una enorme sonrisa te dan el menú para encargar el desayuno o incluso… cuando recién llegado, preguntas dónde alquilar una moto y a los dos minutos aparece un taxi-motorista para llevarte a la estación de autobuses.
- Hay una enorme mezcla de etnias y religiones. Es curioso que un lugar relativamente pequeño tenga un templo chino, una mezquita, varias pagodas budistas y por la calle veas birmanos, tailandeses, chinos… y quien sabe si algún laosiano que no eres capaz de reconocer… La mezquita está rodeada además de cafeterías en las que desayunar naan y porras. Pues sí, también te quedas alucinado cuando descubres que las porras no se habían inventado en la churrería de San Ginés. A ver si va a ser esto de los churros nuestro Cristobal Columbus culinario…
- Vas al Saturday Night Market por aquello del “jaleillo” y te encuentras sushi decorado con la cabeza de Doraemon… y brochetas de Angry Birds… y venta de hula-hops con demostración incluida….
- Pensabas que abandonabas el país sin probar el cangrejo hasta que “te metes” en La Jungla (Khao Mao Khao Fang restaurant) Un precioso paraje a las “afueras” con un jardín diseñado por un botánico tailandés donde gracias a Mily (canaria de adopción), le hincas el diente por fin a los famosos cangrejos tailandeses y… ¡sorpresa! La cáscara es blandita y no hace falta ni pelearte con las pinzas, el bicho, la servilleta, el agua y el limón.
- Coges la carretera a Tak en busca de un bosque de bambú y acabas acordándote de lo que era tener recreo con un grupo de niños vestidos de boy-scouts. Con el “culo” hecho trizas por el estado natural de la carretera, te sales por un camino a ver qué encuentras y terminas, una vez más, en un colegio. Es el día de la semana que toca llevar uniforme de boy-scout (cada día cambia el modelito) y te invitan a jugar al chinlone. Una mezcla de fútbol y voley-ball que se practica con una pelota de caña. Intentas dejar el pabellón alto pero ellos, que no deben calzar más de un 34 de pie, son muy-muy-muy buenos y tú… no. Aún así, te pasan la pelota. Hasta que viendo que le das más con las manos que con el pie, deciden coger un balón de voley y llamar a las niñas para que se unan al juego. Y no es por bajar el nivel, al contrario… las chicas son ¡unas cracks! Ese recreo pasa a ser el más largo de la historia (al menos de la tuya) y aún así, la sensación cuando suena la campana es la misma que antaño: ¿Ya? Eso sí, las agujetas y los cardenales del día siguiente no los recordabas tan dolorosos.
- Te apetece un café y acabas conversando durante más de una hora con la dueña del restaurante. Tai, es una mujer que estudió turismo en la universidad y trabaja con su madre en su propio negocio 7 días a la semana. Al parecer, el 7 es su número mágico. ¿Por qué? -te preguntas- Y ella responde que tiene un hijo de 7 (el mismo que le ha hecho la fan page de facebook), su madre ya ha cumplido 77, ella tiene 37 y su gato (una “big mama” como ella la llama) además de sus 7 vidas, también tiene 7 años. Cocina tailandesa rica rica sólo superable por la amabilidad del servicio de una casa únicamente dirigida por mujeres, un niño y dos gatos.
- Los perros están organizados en bandas callejeras. Cada uno sabe hasta donde llegan sus dominios y los de sus compañeros. Te pueden ladrar o proteger (según si les das comida o te metes donde no te llaman) hasta las fronteras de su zona. A partir de ahí, tendrás que apañártelas tú solo con la siguiente banda.
- Te compras un vuelo para ir a Myanmar y por fin, abren las fronteras por tierra. Acabas de llegar y un periodista de la BBC te para por la calle para hacerte una entrevista e invitarte a la ceremonia de inauguración. La noticia llevaba un tiempo dándose y desmintiéndose. Así que, por si es un bulo, te levantas a las 6h de la mañana, te pones en primera fila para meter tus narices en el asunto, cruzas la frontera y vuelves con noticas frescas.
Pero esto, ya es otra historia para contar más adelante…