30 de diciembre, 07:01 de la mañana. El vuelo de China Southern 335 procedente de Hong Kong con escala de 19 horas en Guangzhou llega Nueva Zelanda contigo dentro. Se acabó Asia y, por un tiempo, se acabó la comida callejera no homologada, los niños de 4 años que van solos al colegio por la carretera, los autobuses con asientos de inclinación reducida o nula, las carreteras de mil baches, el “can not”, el “same-same”, los noodles, el arroz con pollo… Se acabó lo exótico en formato raro. Se acabó… “lo barato”.

Llegas a la tierra de los hobbits con todas las ganas de ser el primero en entrar en 2014. Lo habías visto tantas veces por la tele que sí, lo reconoces… te hacía ilusión. Te vas a quedar tres días en Auckland a la espera de recoger el coche de alquiler con el que hacer un road trip de 15 días recorriendo la isla norte (la isla sur deberá esperar una mejor ocasión o al menos, un mayor presupuesto). Un coche que será tu cama, tu transporte, tu cocina… el tercer elemento. La libertad. Hasta entonces, y como nadie de Couchsurfing te ha contestado positivamente, no te queda otra que ir a un guesthouse. Así que te plantas en el Lantana Lodge, uno de los dorms más baratos de la ciudad. Además de compartir habitación con otras 7 personas, tienes cocina de uso libre, lavandería, baño compartido… todo está bastante limpio y la ubicación no es mala. Eso sí, dormir en tu litera cuesta unos 15€ y como sois dos… casi todo el presupuesto diario se te va a ir sólo en dormir… ¡Bienvenidos a Nueva Zelanda! (esto no ha hecho nada más que empezar).

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Entras en la habitación y has de reconocer que está bastante bien, sobre todo si lo comparas con el dorm de Singapur donde erais 22 entes durmientes y roncantes y ninguna ventana que compartir. En esta habitación estáis vosotros, una chica de origen chino que al parecer cambia su derecho a dormir por limpiar por las mañanas, una chica alemana y… (redoble)… “el tío del fondo del dorm.

El tío del fondo del dorm parece el personaje salido de una película. Uno de esos seres que crees que no existen en la vida real. De edad indeterminada (podemos atribuirle unos 45 años), le caracteriza su piel blanquecina, pelo perfectamente engominado, labios estrechos y aparentemente duros, ceño fruncido a perpetuidad, nariz puntiaguda, ojos oscuros… oscuros y mirada desafiante. Nunca se le oyó decir “hola”. Nunca se le escapó un “buenos días”. Es más, lo primero que te dice es si has visto su teléfono movil verde (percibes que cree que se lo has robado). Al responderle que no, empieza a porfiar en voz alta y en varios idiomas. Uno de ellos te parece ruso, los otros dos no los tienes muy claros.

El tío del fondo del dorm, se levanta todas las mañanas a la misma hora y completa el mismo ritual: se va a duchar, se viste como un pincel (pantalos blancos, zapatos negros sin calcetines, camisa y fino jersey negro), se engomina, se “encolonia” y se dispone a desayunar. Hasta aquí, todo es más o menos normal. Ahora, olvidemos el directo y fijémonos en los detalles a cámara lenta… Cuando se ha ido al baño, se ha llevado una pequeña esponja amarilla con la que, antes de tocar el grifo o la vasija, limpia dos otres veces compulsivamente.

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Al ir a lavarse los dientes y encontrar en uno de los lavamanos un pequeño cubo con el trapo con el que la pobre chica china que limpia… limpia, el tío del fondo del dorm le pregunta con un tono no muy amigable: “¿Qué es ésto?”… “¿Es tuyo?” La chica, a punto de tartamudear y con el miedo ya metido en el cuerpo desde hace días, asiente levemente. “Esto no tiene que estar aquí… llévatelo”. A continuación, se mira al espejo y empieza a rajar consigo mismo en ruso ante tal atrocidad cometida y falta de… no se sabe muy bien qué. Una vez en la cocina, ves que limpia con otra pequeña esponja amarilla todos los objetos que va a utilizar: cazo, plato, cubiertos… las latas de comida, el bote de leche… Y antes de sentarse a comer, ves que hace lo propio con la mesa y el banco. A estas alturas de la película tú no entiendes muy bien qué está pasando y por si acaso, decides no darle la espalda mucho tiempo por lo que pudiera ocurrir. Te vas a dar una vuelta por la ciudad… por no estar y porque para eso has venido. Te acercas al monte Eden, al Sky Tower, al barrio de Ponsonby… y paseas sin parar.

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Al volver al guesthouse a eso de las 18:04, cuando te habías olvidado de todo y eras feliz… te encuentras con el tío del fondo del dorm. Allí está, en su cama. Evidentemente, no te ha dicho ni hola. Sencillamente, la pantalla de su ordenador portatil le interesa mucho más. Tú te vas a la cocina a preparar la cena, comes, escribes alguna que otra cosa y vuelves a la habitación unas cinco horas después. Él sigue allí. En la misma postura. Sin parpadear. Sin levantar la vista de su pantalla. Al día siguiente, se repite la misma operación: limpiar todo compulsivamente, porfiar en ruso cada dos por tres, dar algún golpe que otro, engominarse, encoloniarse… Sí, te cae mal. Muy mal. Estás seguro de que se te encarará de un momento a otro por haber hecho “cualquier cosa que le moleste… sólo a él” y como sabes que no tienes inglés suficiente para discutir… tienes claro que vas a tener que soltarle un par de leches. Te incomoda. No quieres que esté allí. Su sola presencia te transmite mucha energía negativa. Te está estropeando el momento. Deseas con todas tus fuerzas que cada día sea su último día allí… pero eso no ocurre. Antes te irás tú tan contento, a hacer tu road trip durante dos semanas.

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A tu vuelta del road trip y antes de irte a Australia, tienes que pasar una última noche en Auckland y vas al mismo sitio. Por comodidad, por precio y porque el sitio no estaba mal. Lo único que deseas es que no esté el tío del fondo del dorm y como han pasado 16 días, ni te imaginas que ande aún por allí… pero está. Con la misma energía negativa, con los mismos tics, con los mismos desplantes… Es en este momento cuando, en lugar de empezar a producir odio intenso, te invade una pena considerable y decides observarle… con otros ojos.

Otros ojos:

El tío del fondo del dorm vive en un guesthouse. Solo. Es extranjero y probablemente, está en Nueva Zelanda para encontrar trabajo con todo lo que ello implica. Se pasa tooooodo el día en la habitación. Todo le incomoda, todo le molesta, todo le parece sucio… no apto. Inaceptable. Fuera de lugar. Su única ocupación es escribir mails y hacer llamadas. De vez en cuando responde con prisa a alguna de ellas e intenta responder con simpatía pero, antes o después, lo arruina todo con su forma de ser. Por las noches, mira su pantalla de ordenador con infinita paciencia. Probablemente… busca compañía. La que sea. Como es “vuestra última noche juntos”, decides observarle desde el otro lado de la oscuridad haciéndote el dormido. La luz de su portatil le ilumina la cara… Percibes que intenta contener una sonrisa que nunca jamás le viste antes. Tan raro es para él mismo, que se siente incómodo… extraño. No llega a ser una sonrisa completa y se transforma en llanto contenido. Le caen varias lágrimas que seca rápidamente para olvidar su presencia y lo que significan. Su cara se entristece notablemente. Aunque le acompañan en su vida autista un bote de colonia, ropa de dueño de yate, un ordenador y dos esponjas amarillas… Está claro que está solo. Muy solo. Puede que el mundo le haya dado la espalda y le haya hecho así, o puede que sea él el que se lo ha buscado.

“Tío del fondo del dorm… he pensado mucho en ti desde que coincidimos en el espacio tiempo. Ya no te odio en silencio es más, me gustaría que te fuera bien. Que encontraras tu móvil verde mezclado entre la ropa y te llamaran para darte una buena noticia. Que alguien se cruzara contigo en el super y al ir a coger el mismo bote de leche (que nunca jamás limpiaras por lo que significa), se te quedara mirando a los ojos y viera algo dentro de ti. Que te hiciera sonreír de nuevo y de verdad. Seguramente así, los que están a tu alrededor recibirían de vez en cuando un hola, una sonrisa e incluso un hasta pronto”.

Atentamente, el calvo de al lado de la puerta del dorm.

Nota: Si no nos cuidamos por dentro y no cuidamos a los que nos rodean… todos somos un tío del fondo del dorm en potencia. Y a mi, no me apetece nada dedicarme a limpiar los botes de maíz con una esponjita amarilla antes de abrirlos.

14 Comentarios

  1. Hola Rubén,
    De todo el texto me quedo con tu última reflexión pues, aunque creo que potencialmente todos somos un tío así de vez en cuando, afortunadamente, casi nadie lo es siempre.
    Lo que de verdad me ha gustado es el ir más allá de esa energía negativa que este ser emitía y no refugiarte en el amargor si no que te interesaste en saber qué podía pasarle por la cabeza, incluso llegar a empatizar para comprender el porqué de ese comportamiento, aunque no te gustase en absoluto. Llegaste incluso a encontrar una justificación a ese comportamiento insociable e interiormente le desaste lo mejor para el futuro. Dice mucho de ti y me apunto el ejercicio mental para practicarlo cuando me encuentre con alguien con el que no tenga feeling en un primer momento.

    • Muchas gracias Santi. Intentamos siempre (más allá de la forma) que haya fondo. Transmitir un mensaje o un aprendizaje que hayamos sacado del viaje. Pero si te digo la verdad, me sigo preguntando muchas veces que será del tío del fondo del dorm. De verdad que espero que haya encontrado lo que buscaba. Un abrazo!

  2. Me emocionó el texto…
    humanos somos todos… desde el tipo antipatico que se derrumba en la noche derramando unas lagrimas… hasta el que detesta al compañero de habitación y termina compadeciendolo y dedicandole una lineas con reflexión.
    muy bueno!

    • Hola Alicia… es cierto que aunque en su momento “el tío del fondo del dorm” nos generó cierta antipatía por cómo trataba a todo el que se encontraba en su camino, luego nos hizo pensar. Mucho. En cómo había llegado allí. En cómo sería su vida. Si estaría solo en el mundo o no. Qué habría ido mal. Todo aquel rechazo inicial… se transformó en reflexión. Para bien nuestro supongo. Por eso, le doy las gracias y espero… que ya no siga allí y sonría un poco. Un beso!

  3. El tío del fondo del dorm persigue sueños. El tío del fondo del dorm probablemente ha nacido en los bordes de la civilización, donde los tíos no sueñan con salir de la zona de confort, sino entrar en ella. Su sueño era Nueva Zelanda y por ella probablemente dejó familia atrás, a la que envía remesas. Probablemente, ese tío tenga más educación que los tíos del frente, pero los tíos del frente tuvieron más oportunidades (y con ellas las oportunidades de saltar oportunidades y buscar otras nuevas). Tal vez tiene hijos que cuidan sus abuelas, en fin. Todo está fuera de lugar, porque él se siente fuera de lugar. Nueva Zelanda era otra cosa…

    • Seguro… cualquier historia cabía bajo aquellas sábanas. En aquel espacio tan pequeño se mezclaba la pena, las lágrimas, el esentimiento, las risas, el odio… Educación no tenía, eso te lo puedo asegurar. Gritaba a la pobre chica china que, para conocer Nueva Zelanda y poder pagarse el hostel, limpiaba baños y habitaciones por donde pasábamos todos los demás. Ojalá haya recuperado la sonrisa que, sin duda, una vez tuvo. Ojalá le haya ido bien en alguna entrevista. Ojalá haya conocido a una mujer o a un hombre que le haga feliz. Ojalá ya no esté en el fondo del dorm… sino “un poco más adelante”. Espero que haya pasada lo peor para él y que ya no esté allí. Por su bien, el bien de la china y el de los demás que coincidieran con él. Sin duda, Nueva Zelanda es otra cosa.

  4. Me encanto el post, me quede sorprendida con el tio del fondo del dormitorio como hace para estar rodeado de gente y no poder relacionarse de ninguna manera

  5. jajaja conozco a esta especie, los “sufro” a diario en Makuto y sí, siempre se quedan larrrrgas temporadas. Por lo menos, el tío era limpio. La semana pasada tuvimos a uno que defecaba en la ducha, sí, sí, ¡defecó 2 días en la misma ducha!, no pudimos averiguar quién era. Con esto te digo que hay gente para todo, pero joé ¡qué asco!

    • Qué es eso de “defecar”? Te refieres a que usaba una mascarilla de mandarina que no dejaba buen olor? Diossssss que ascazo

  6. Me encanto este post parecia una película y lo que le escribiste al final fue como un punto de giro en esta “película de la vida” me imagino y espero que después de esa notita el haya dejado de lado sus compulsiones, y ahora salude y pueda sonreír.

  7. Muchos viajeros vamos solos por puro gusto, pero que triste situación la de aquellos que se encuentran solos y lejos, no precisamente por decisión propia.

  8. Jjejeje muy buena entrada, hay muchos tios del fondo en este mundo, los ves en los buses, en los metros, en los trabajos……. La vida los hace así o ellos ya son así, esa es la cuestión!
    Un abrazo chicos!!

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