Del 24 al 27 de agosto // Temperatura: 28º de media // Agradable… como si de primavera se tratara o tratase
¿Qué ocurre cuando un amigo te invita a conocer la iglesia de su pueblo con todo su amor y hace poco que estuviste en la Sagrada Familia?
Te inundan unos minutos de decepción en la pequeña ermita peeeeeero… después, descubres una tasca donde te ponen un queso riquísimo, una panadería que hace tus delicias por las mañanas, los lugareños te saludan al pasar porque ya les suena tu cara (cuando sólo llevas allí 2 horas), puedes perderte por los caminos todo lo que quieras y tus veladas nocturnas son amenizadas por la música de la verbena.
Pues exactamente te pasa eso si, después de ir a los Templos de Angkor en Camboya, vas a Sukhothai.
En lugar de tener una ermita, Sukhothai tiene unas ruinas de templos thais con las estatuas de Buda en todas las posiciones reglamentarias (sentado, tumbado, de pie…) y chedis (una especie de campanas gigantes con forma de capullo de flor de loto).Como todo lugar tranquilo te invita a perderte por sus alrededores para darte cuenta de que la siesta no es un invento español, a pesar de lo que nos hayan dicho muchas veces.
En lugar de queso en la tasca de la esquina, encuentras un puesto de pad thais abarrotado de estudiantes con tu cerveza comprada en el bar con el que “el emporio gastronómico” donde estás comparte mesas. En Sukhothai, hay un señor que hace tapicerías para los asientos de las motos. Si le pides que te cosa la correa de la funda del trípode, le dará la risa cuando le preguntes cuánto hay que pagar. En Sukhothai, no huele a pan recién hecho por las mañanas y tienes que esperar a la noche para embriagarte con la mezcla de parrillas, picante, frutas, verduras, comida deshidratada, calamares… Dejas pasar el tiempo, los tuc-tucs y las personas hasta que vas al mercado nocturno (porque no hay mucho más que hacer por allí) y aprovechas para ver los “espectáculos” que se organizan: una exhibición de muai thai, un baile tradicional, algún cantante frustrado… Y acabas en el Chopper Bar, el único local que encuentras abierto a altas horas de la noche (a eso de las 21h). Fácilmente reconocible por ser uno de los pocos puntos de luz, y en él en vez de verbena para amenizar la velada, hay un cantautor (malo… muy malo). A día de hoy eres incapaz de reconocer ninguna de las canciones que allí oíste ni definir el estilo que interpretaba. Era una especie de country thai… Nunca antes habías oído nada igual. Entre los extranjeros se comentaba que era algún pariente del dueño del bar (motero de la vieja escuela) que un día intentó dedicarse a la música sin éxito. Ahora actúa cada noche allí para los que vamos de paso, mientras el dueño le observa atento desde la mesa “donde corta el bacalo”.
Con este espíritu y dejando las ruinas de Sukhothai “en reposo”, te da por ir a conocer el templo más raro de la zona. Inspirado en la pesadilla de un monje para enseñar a los hombres los castigos que sufriremos en el infierno según hayan sido nuestros pecados. La historia es rara y el templo también.
Por aquello de no irte con mal sabor de boca te pones a merodear por los alrededores hasta encontrarte con un puente colgante y colarte (una vez más) en un colegio. Y es que en Tailandia las puertas de los colegios están abiertas y como dicen ellos “Everybody is welcome”. Los profesores te sonríen y si te metes en medio de un partido de fútbol a nadie le resulta raro e incluso te pasan la pelota. No hay rejas. Ni vigilantes. No hay temor a un secuestro, ni a caramelos “de regalo” en la puerta. Creo que aquí, nunca ha debido de venir esa red de narcotráfico que operaba en todos los colegios españoles dedicada al reparto de cromos con droga (seguro que a tu cole también fueron).
Es cierto que las cataratas de Iguazú son únicas, que la Muralla China es la Gran Muralla y la Alhambra, digan lo que digan, fue, es y será una de las maravillas del mundo… Pero Sukhothai te ha dado una pequeña lección: aunque las comparaciones son odiosas pero inevitables, si a priori no te llena tanto lo que ves, a lo mejor es que hay que comer más bollycaos y seguir rascando papelitos hasta encontrar… tu premio.