Di la primera palabra que se te venga a la cabeza. Un, dos, tres… ¡Coronavirus! Vaya, qué novedad.
Esa palabra que para la mayoría de nosotros apareció hace tres o cuatro meses y que ya nadie podrá olvidar en la vida. Quien estuviera preparado para lo que está pasando… que levante la mano. Y eso, que solo llevamos un par de semanas de confinamiento. Nada comparable con lo que tuvieron que vivir los vietnamitas en los túneles de Cu chi o miles de familias ocultas en sótanos en la Guerra de los Balcanes. Hablamos de años bajo tierra cayendo bombas encima. Sin luz del sol, sin electricidad, con apenas comida y agua. No hablemos de internet, tele por cable o Whatsapp. Ejém.
Antes de entrar en reflexiones más frívolas, vaya por delante nuestro recuerdo y ánimo a todas las familias que han tenido alguna pérdida. Ese es el auténtico drama de toda esta situación. Más adelante vendrán las consecuencias económicas que aunque ya se dejan sentir y nos preocupan, aún es pronto para saber cómo nos van a afectar realmente. Mientras tanto, hablemos de…
El encierro
Nota: llevabas tiempo pidiéndolo. Tiempo para ti. Pues adelante: lee, escribe, haz ejercicio siguiendo vídeos de YouTube, pinta, cocina, pégate un atracón de series… #QuedateEnCasa
A priori, sería lógico pensar que todos los que solemos estar viajando de un lado para otro constantemente, sufriríamos esta situación aún más. Nosotros mismos pensábamos que después de 7 años viajando por el mundo y durmiendo cada 10 días de media en una cama diferente, nos iba a costar mucho esto de no poder salir. Para nuestra sorpresa, estamos mejor de lo que esperábamos incluso estando separados (Rubén en Gran Canaria y Koke y yo en Madrid). Lo hemos estado hablando mucho por teléfono y hemos encontrado ciertos paralelismos entre la vida viajera y una situación “fuera de lo normal”. A ver si te resultan familiares las siguientes sensaciones:
– Exposición a un posible contagio de una enfermedad que no conocemos. Esto nos pasa cada vez que nos planteamos ir a un lugar… “especial”. Cada vez que visitamos el centro de vacunación internacional para informarnos de las enfermedades que hay en el próximo destino, es como ver las noticias de un telediario ahora mismo. Y aún así, íbamos. Tomando nuestras precauciones, pero íbamos.
– Incertidumbre por no saber lo que va pasar después. La misma que sentimos cuando en 2013 lo dejamos todo con la idea de dar la vuelta al mundo durante un año. ¿Volveríamos con una mano delante y otra detrás? ¿Encontraríamos trabajo? Y miedo. A que le pase algo alguno de nuestros seres queridos y especialmente a nuestro hijo.
– Sensación de desorientación por los cambios de rutinas. La vida “normal”, está perfectamente delimitada: trabajo, colegio, fin de semana, vacaciones. Hay una rutina cíclica que hace que pongas el piloto automático y que da cierta tranquilidad. La vida en viaje supone adaptarse a una nueva forma de organizar el tiempo constantemente. Las costumbres cambian de un país a otro y hay nuevos factores incontrolables a diario: normas de comportamiento, horarios de comida, coste de la vida, etc. Pero pasados los primeros momentos, hasta los países más caóticos en los que hemos estado empiezan a ordenarse de alguna manera. Las normas no escritas, empiezan a cobrar sentido y la maraña de Matrix se va convirtiendo poco a poco en imágenes comprensibles para nuestro cerebro.
– Angustia y frustración por no poder hacer lo que queremos. Hay mucha gente que no acaba de encajar que no puede salir a correr o tomarse una cerveza en un bar. En viaje, nos ha pasado muy a menudo que los planes, no salen como teníamos pensado: poco puedes hacer cuando te cancelan un vuelo, un alojamiento no es lo que decía ser o te quedas atrapado por las huelgas de los mineros en Bolivia. No hablemos de lo que supone no tener con regularidad agua caliente, wifi o una comida que te guste.
– Pérdida de ilusión. Ahora mismo hay un “no sé qué que qué sé yo” en el ambiente. No se puede celebrar un cumpleaños en compañía, se aplazan las bodas, las vacaciones deseadas se diluyen en el horizonte. Más o menos como cuando llevábamos esperando 6 meses para que nos dieran la camper y el primer día terminamos montados encima de la grúa.
– Encontrarte de frente con lo peor de uno mismo. Cuando la vida es sencilla todos somos generosos. Basta con apretar un poquito las condiciones vitales para descubrir la cantidad de estupideces que podemos llegar a ser capaces de hacer. Hacer acopio de papel higiénico, comprar alimentos para 10 meses, ponernos una bolsa de plástico en la cabeza o no saludar al vecino en la escalera aunque esté en otro piso. No nos toca levantar la mano por ninguna de estas pero sí por habernos visto pagando por una foto cuando era una de esas máximas que nunca atravesaríamos o a punto de alejar a un niño que vivía debajo de un puente en Sao Paulo por miedo a que viniera a quitare algo a Koke. Y menuda lección que nos dio Manuel a nosotros sobre quienes éramos los malos de aquella historia.
– Tristeza y rabia. Dos emociones que rara vez nos permitimos tener y que tratamos que duren lo menos posible. Tristeza por la gente que está falleciendo sola, por los sanitarios que están doblando turnos, por los niños que no pueden jugar en el exterior ni ver a sus abuelos… Tristeza por no poder abrazarnos, ni vernos, ni arroparnos unos a otros con el contacto humano. Sí, el viaje también nos ha puesto delante de muchas situaciones vitales muy tristes de esas que llena de rabia e impotencia. Conocer las condiciones de trabajo de los mineros que bajan cada día al volcán Ijen para extraer azufre en Indonesia, el día que en Cuba murió el hijo de nuestra vecina con 20 años, los accidentes de carretera con los que nos hemos topado en varias ocaciones de frente, el repudio de las mujeres viudas en Mathura…. Confesamos que la gestión y asimilación de la muerte es todavía una de nuestras asignaturas pendientes. Dicen que hay otras sociedades, que lo viven con mucha más naturalidad que nosotros. Siempre queda trabajo por hacer.
“La oportunidad”
La buena noticia es que no hace falta estar hecho de otra pasta para poder superar estos estados. Ni ser viajero, ni tener ganas de aventuras, ni nada parecido. Lo único que hay que hacer es PASARLO y una vez pasado (seas viajero o no), volverse más FUERTE y con más herramientas mentales para enfrentarnos a cualquier nueva situación de incertidumbre que se nos ponga por delante.
Por supuesto que no estamos felices con lo que está pasando y tenemos nuestros días mejores y peores. Pero también es verdad que a nivel emocional, no es la primera vez que pasamos por aquí y sabemos que muchos de vosotros tampoco. Nos ilusiona pensar que todo esto, puede servir para valorar la vida que teníamos “antes de”. Sea cual sea. Viajera o no. A veces, el día a día nos arrastra y no nos deja valorar lo que tenemos entre manos. Para nosotros, la vida que llevábamos era un regalo diario. Y deseamos con fuerza que así lo sea para el resto de personas.
Queremos pensar que todo esto, además de más fuertes, nos hará más CONSCIENTES. Esperamos que cuando volvamos a la casilla de salida, valoremos más cada cosa buena que nos pase y detectemos con facilidad las que no nos llevan a ninguna parte.
Estamos juntos en esto. Un días más de encierro, es un día menos para salir.
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6 Comentarios
Que bonito Lucy. Soy de España pero vivo en Irlanda así que me siento un poco identificado con la situación personal que también estáis pasando y ahora que estoy lejos de la familia con todo esto de por medio tengo mas miedo que nunca a lo que pueda suceder. Cuando todo empezó a ponerse tan feo tome la decisión de no ir a casa por cualquier remota posibilidad de poder ser portador del virus y contagiar a los míos. Por el momento todos nos encontramos bien, esperemos entre todos salir de esto pronto y volver como tu dices mas fuertes que nunca. Un abrazo enorme.
Te honra tu decisión. En estos momentos es cuando los kilómetros se hacen más largos. Teníamos la sensación de que el menos se estaba haciendo más pequeñito cada día y ahora… ir a Canarias o a Irlanda parece tan lejano. Sigamos lidiando con la situación de la mejor manera posible ya que no podemos cambiarla. ¡Otro abrazo gigante y mucho ánimo!
una vez más, os doy la razón. Hace dos semanas, cuando se anunciaron las 2 primeras semanas de confinamiento, recibí 4 whatsapps de familiares preguntándome “¿Y qué vas a hacer, tanto tiempo en casa?”
Pues sorprendentemente, lo llevo mucho mejor de lo que pensaba (quizás porque estamos todos igual, ya sabéis, mal de muchos consuelo detontos): edito fotos, cocino, hago mucho más deporte que antes, he redescubierto la terraza y me he reenganchado a la fotografía. ¿no hay mal que por bien no venga, no?
¡Un abrazo, família!
Es, evidentemente la vez que más tiempo he estado sin pisar la calle. También te diré que a las personas que al principio vi agobiarse más con la situación ya están haciendo su proceso y reconduciendo sus estados emocionales. Algunos tenemos más trabajada que otros la capacidad de adaptación, pero de alguna manera, todos la tenemos.
¡Otro abrazo grande!
Gracias…. saludos a TODOS. desde Tandil, Argentina.
Saludos Ana Lia. Por aquí seguimos en casa pero con ganas de escribir 🙂